Patrimonio

La repoblación de la Villa Vieja de Algeciras (I)

  • Representantes significados de las clases acomodadas gibraltareñas convirtieron el solar de la antigua Villa Vieja en un enclave británico entre finales del XIX y principios del siglo XX

Villa San José y Villa Rugeronni desde el muelle de madera.

Villa San José y Villa Rugeronni desde el muelle de madera.

El proyecto aprobado para la descatalogación y posterior derribo de Villa Patricia en Algeciras, aprobado en el pleno celebrado el pasado 31 de enero, trae a la actualidad esta casona y otros inmuebles emblemáticos que formaron parte de la repoblación de la Villa Vieja de la ciudad. Por su interés y actualidad, reproducimos en dos entregas un artículo originalmente publicado en Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños, en 2009. 

Introducción

En los inicios del siglo XX, Algeciras mantiene una trama urbana similar a la alcanzada hacia la mitad de la centuria precedente, limitada por la línea y a tramos por los restos de la muralla medieval de la Villa Nueva. El caserío consolidado, con la excepción hecha de algunos solares todavía sin construir en ambos extremos de la calle Nueva (actualmente Teniente Miranda), termina por el norte en la calle Calvario; por el oeste, en la travesía de la carretera de Cádiz a Málaga en el Secano. Sólo al sur, al otro lado del Río de la Miel, en la última década del siglo XIX se han producido cambios de importancia en el paisaje urbano que ahora ocupan el muelle de madera y la Estación Puerto de la Compañía del Ferrocarril de Bobadilla a Algeciras.

Durante los primeros años del nuevo siglo la ciudad crece impulsada por la mejora de las comunicaciones con el interior del país y por la importancia de su situación para la política colonialista en el norte de África que, tras el desastre del 98, el gobierno central emprende. El proceso urbanizador ocurre espontáneamente, sin planificación alguna, provocado por el aumento de la población y por la necesidad de dar solución a los problemas socioeconómicos que con ello se plantean siguiendo dos modelos perfectamente identificables: uno, propio de las clases acomodadas propietarias del suelo cuyos miembros solicitan al Ayuntamiento la pertinente licencia de obras acompañadas generalmente del plano del edificio que se pretende construir, siempre en lugares inmediatos al casco urbano consolidado; el otro, el que utilizan los vecinos con escasos recursos que solicitan del pleno la concesión de un trozo modesto de terreno en el que levantar sus chozas o barracas, generalmente en suelo público, más alejado.

En el primer caso el gobierno municipal se ocupa apenas, sin demasiada convicción y con muy pocos medios, de que las nuevas construcciones respeten las líneas de fachada de los edificios preexistentes, en muchas ocasiones a petición de los propios interesados. En el segundo, autoriza de manera indiscriminada la ocupación de suelo (condicionada al cumplimiento de cláusulas de salvaguarda de la propiedad o del derecho de terceros que nunca reclamó o consideró) en propiedades del Estado, en terrenos del común de los vecinos, en las servidumbres del dominio público hidráulico y en las vías pecuarias del término haciendo caso omiso a la legalidad vigente y limitando su intervención a tratar de que la ocupación se produzca con el menor desorden posible.

Es este modelo, del que se beneficiaron gentes de las clases más necesitadas pero del que también sacaron provecho significados ciudadanos, entre ellos algunos de los mayores contribuyentes del municipio, el que prevalece en la expansión de la ciudad. No sólo en las primeras décadas, sino durante más de cincuenta años, sin que los sucesivos gobiernos locales presten oído a las voces discrepantes que surgen en el propio pleno, a las llamadas al orden del gobierno civil de la provincia y las reclamaciones de la asociación de ganaderos del reino.

La recuperación de la Villa Vieja

Aunque en ella participan algunos propietarios algecireños, la repoblación que tiene lugar en la Villa Vieja durante las dos primeras décadas del siglo XX se debe, de manera casi exclusiva, a ciudadanos británicos. Nacidos algunos en Reino Unido, pero gibraltareños en su mayoría, miembros de las clases acomodadas de Gibraltar: principalmente comerciantes y profesionales. El ferrocarril y, sobre todo, la línea de vapores que lo prolonga hasta la plaza vecina a través de la bahía les animan a “adquirir propiedades en Algeciras que les sirvan de residencia, temporal ó [sic] definitiva, como agradable cambio frente á [sic] las estrecheces en que viven y las trabas de una plaza de guerra”.

Gracias al impulso del tren comienzan a construir sus viviendas los nuevos vecinos y a reconstruir y mejorar las suyas los propietarios de viviendas ya edificadas

La finalización de las obras del lujoso hotel que construye en la Villa Vieja la Compañía del Ferrocarril añade interés a los atractivos naturales de la zona de modo que, paulatinamente, comienzan a construir sus viviendas los nuevos vecinos y a reconstruir y mejorar las suyas los propietarios de viviendas ya edificadas.

En pocos años se ocupan los solares vacíos y se restauran las fincas existentes en las calles ya consolidadas próximas al río. Se construyen viviendas unifamiliares (hoteles de recreo en términos de la época) en la fachada litoral asomadas a la bahía entre la playa y los altos del Chorruelo (ya desaparecida) que alargan hacia el sur la calle Marqués de la Ensenada. Se urbaniza casi por completo el solar de lo que fue la ciudad medieval, consolidándose un barrio residencial en el que se levantan viviendas de sabor inglés, al gusto de los habitantes del Peñón que las promueven, algunas de ellas verdaderas mansiones rodeadas de jardines de diseño que se disponen a ambos lados de la calle San Nicolás, de este a oeste por el borde sur de la meseta de la Villa Vieja entre la calle Marqués de la Ensenada y el llamado camino del Recreo (hoy Alexander Henderson).

Sólo quedan al margen del proceso urbanizador los terrenos situados en la esquina suroeste del primitivo recinto amurallado donde, durante algunos años más, mantienen su actividad huertas, algún tejar y una fábrica de corcho.

La renovación del Sur del Río

A principios del siglo XX la trama urbana desarrollada en la margen derecha del río de la Miel ocupa apenas la franja más accesible del escarpe norte de la colina de la Villavieja. En el callejero destaca la calle San Quintín (actualmente Avenida de Villanueva), que discurre paralela a la margen derecha del río, allende la línea férrea, entre la calle Marqués de la Ensenada al este y la calle Aníbal al oeste y donde se levantan algunas viviendas pero, sobre todo, diversos almacenes, quioscos y establecimientos hoteleros. Entre ellos se encuentran el espléndido hotel Anglo-Hispano y el hotel Terminus, más modesto, propiedad de J. Saccone, también gibraltareño, que anuncia su apertura en la prensa de Gibraltar dotado “con todos los adelantos modernos, cocina inmejorable y precios moderados” que aprovechan la oportunidad de negocio que la llegada del ferrocarril ha traído consigo.

Desde la calle San Quintín se dirigen hacia el sur la calle Baza que, a pocos metros, enlaza con la calle Cervantes, que va hacia la plazuela del Coral, y con el camino alto de la Villa Vieja o camino del Recreo; la calle Encarnación, que muere en la plazuela del Coral, y la calle Catalanes, que enlaza con la calle Méndez Núñez, secundaria de la calle Marqués de la Ensenada. Más allá sólo se encuentran huertas y tierras de labor cuya urbanización tendrá lugar en los años venideros.

Villa Ruggeroni (1913). Villa Ruggeroni (1913).

Villa Ruggeroni (1913).

Entre 1900 y 1906 se llevan a cabo numerosas obras de renovación en la zona. En esos años solicitan licencia al pleno Joaquín Pereira para reconstruir su casa, en la calle Aníbal nº 1; en la calle San Quintín piden autorización el vecino de Algeciras Juan Forgas para reformar su casa, que hace esquina con la calle Catalanes, y los gibraltareños Francisco Bado para reconstruir y ampliar su casa cuyo número no consta, Pedro Bartibás para reedificar el número 5 y Adolfo Cassola para reconstruir el número 8. En la calle Catalanes, el pleno autoriza a Emilio Santacana a realizar obras en una casa de su propiedad y a Luis A. Lombard a construir una casa de nueva planta.

La calle Marqués de la Ensenada (Parte I)

A mediados de 1900 los propietarios de suelo y de viviendas en la calle Marqués de la Ensenada utilizan los buenos oficios del concejal Rodríguez España para pedir al pleno que les autorice a construir un muro de contención en el barranco que da vista al mar, que dé seguridad a las construcciones existentes y a las que se inician. En dicha calle reforman o amplían viviendas los vecinos de Gibraltar Francisco Imossi, que añade una nueva planta a su casa, y Andrés Morasso, que reconstruye el número 7. La renovación alcanza no sólo a propiedades particulares: a finales de 1903 el Comandante de Marina de la ciudad pide licencia para reconstruir la caseta de la Sociedad de Salvamento de Náufragos, levantada en el terreno cedido por el Ayuntamiento en 1891.

Sin solución de continuidad, en el pleno se reciben peticiones de licencias de obra de algunos algecireños (de Enrique Izquiano, para construir una vivienda en un terreno concedido con anterioridad por el Ayuntamiento; de Juan Alonso Santos y de Emilio Santacana para edificar en solares de su propiedad) y también de ciudadanos gibraltareños. Entre otros, los hermanos Francisco y Eduardo Labrador que construyen sus segundas residencias en las parcelas que poseen y en cuyos solares se levanta hoy el albergue del Instituto Franciscano de la Cruz Blanca. Antes de que finalice 1905, se edifican los solares disponibles entre el camino costero al nuevo hotel, que transcurre detrás de la playa, y la calle Marqués de la Ensenada.

En la zona queda también algún terreno baldío o de propiedad municipal, que prolonga hacia el mar la calle San Nicolás, pero se encuentra en un estado de abandono tal que cuando en marzo de 1904 algunos concejales denuncian en el pleno que Andrés Morasso se ha apropiado indebidamente de un solar de 30 metros de largo por 7,5 de ancho, los miembros de la Comisión de Ornato responden que el terreno ha sido cedido a Morasso “por considerarlo beneficioso para el ornato y saneamiento de aquel lugar, haciendo desaparecer el foco de inmundicia que en él existía”.

A finales de septiembre, a requerimiento del Gobernador Civil, los miembros de la corporación suspenden el acuerdo y en noviembre designan la comisión de concejales que acompañados del maestro de obras han de fijar definitivamente la alineación que ha de tener la parcela en la que Morasso construye su casa, sobre cuyo solar se levanta actualmente el que fue, durante muchos años, Hospital de la Cruz Roja, hoy del Servicio Andaluz de Salud.

(Continuará)

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