Algeciras entre 1755 y 1800: viñedos y construcción naval
Algeciras, una ciudad portuaria en el estrecho de Tarifa (siglos VIII-XIX)
En los términos de la Algeciras renacida, la mayor parte de los viñedos se situaron en los alrededores de Getares y en la Dehesa de la Punta
Los astilleros al sur de la desembocadura del río de la Miel atendieron las necesidades de la escuadra española en el asedio de Gibraltar
Jorge Próspero de Verboom, padre de la Algeciras moderna
En el Antiguo Régimen una gran parte de la población estaba relacionada con el sector primario, constituyendo la agricultura, la ganadería, la pesca y la explotación forestal, el pilar que sustentaba los demás sectores y, por tanto, la actividad económica de la sociedad. Esto, unido a que la fuente de riqueza, casi exclusiva, de las clases privilegiadas eran las rentas de la tierra, convertían al sector primario en el basamento del que dependía, no solo el sostenimiento de labradores, jornaleros, ganaderos, artesanos y comerciantes, sino también la existencia de la nobleza y del clero.
Según el Catastro de Ensenada (1752) en el Campo de Gibraltar había 3.165 jornaleros dependientes, de los cuales 1.200 residían y faenaban en el termino de de San Roque (incluyendo Algeciras y Los Barrios, pues aún faltaban tres años para la segregación de los términos y la independencia política y económica de Algeciras). Además había 91 marineros y 22 carboneros. El número de labradores propietarios, en el año 1786, era de 729. Las tierras del San Roque, Los Barrios y Algeciras dedicadas al cultivo de cereales panificables eran escasas y malas, teniendo que ser importados desde Málaga, Italia o el norte de África. En el año 1770 la Junta de Sanidad de Algeciras autorizó al navío inglés Durrymple a descargar el trigo que portaba en su bodega proveniente de Sicilia “para el abasto de los pueblos de este Campo, pues no se produce trigo suficiente” (Libro de la Junta de Sanidad de Algeciras, años 1770-1774).
Los viñedos de Getares y la Dehesa de la Punta
En cuanto al cultivo de la vid y a la producción del vinos a lo largo de los siglos XVI y XVII, Alonso Hernández del Portillo escribe: “hay en esta ciudad muy larga y copiosa cosecha de vinos y muy excelentes, que se cargan en ella por la mar para Flandes, Inglaterra y Francia”. La mayor parte de estos viñedos ocupaba terrenos situados entre el río Guadarranque y sierra Carbonera. López de Ayala refiere que “todo el terreno inmediato (a la ermita de San Roque), en más de una legua en cuadro estaba poblado de viñas”. En otro lugar escribe que “estaba plantado de viñas desde Guadarranque hasta el cortijo que se llama de Guadalquitón y fuente de la Doctora”.
Pero, partir del año 1704, y, sobre todo, desde la participación de los ejércitos español y francés en el asedio a Gibraltar de 1727, la mayor parte de estas viñas fueron abandonadas, arruinadas por el establecimiento de los campamentos militares. Es a partir de mediados del siglo XVIII cuando se intensificó el cultivo de viñedos en los pagos de Algeciras (en Getares y la Dehesa de la Punta), terrenos alejados del Gibraltar inglés y de los efectos de la guerra. En uno de los libros conservados en el Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras de 1820 y 1821, se hace mención a la existencia de “veinte y seis fanegas de tierra, parte de ellas pobladas de viñas, situadas en la dehesa de la Punta y sitio que nombran Cuatro Esquinas de este término. Lindan por levante y norte con otras de don Marcelo Gallardo, por poniente con las de doña Dolores Anuncibay y don Joaquín Monge y por el sur caen a la mar”.
En los términos de la Algeciras renacida, la mayor parte de los viñedos se hallaba situada -como se ha dicho- en los alrededores de Getares y en la Dehesa de la Punta, donde aún se conservan algunos topónimos relacionados con esa actividad agrícola, como Viña Luna o Viñalona, Viña Grande (donde se localizan las ruinas de la capilla conocida como de la Punta) o la Cala de la Parra. En las laderas de los montes cercanos a Getares y a Punta Carnero continuaron cultivándose y sembrándose viñedos, produciendo vinos de buena calidad, hasta la decadencia y desaparición de este cultivo en la zona (y en toda Andalucía) a causa de la plaga de filoxera sufrida por los viñedos en torno al año 1878. Las numerosas citas de los vinos producidos en Getares y la Dehesa de la Punta localizadas en el Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras son evidencia de la pujante actividad vitivinícola que hubo en Algeciras durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX.
La Capilla de la Dehesa de la Punta
Una edificación directamente vinculada a los viñedos que hubo en el siglo XVIII en la Dehesa de la Punta es la ermita o capilla de la Santísima Trinidad, que se construyó en aquel paraje para atender las necesidades religiosas de los vendimiadores establecidos en aquella zona alejada de Algeciras.
A mediados del siglo citado los campesinos que residían en los entornos de Getares y la Dehesa de la Punta dedicados a la siembra y el cuidado de los viñedos tenían enormes dificultades para asistir los domingos a misa o acudir a las celebraciones que las iglesias de Algeciras organizaban, así como a recibir, ellos y sus hijos, la enseñanza católica. No sólo la lejanía de aquellas tierras de la ciudad le impedían asistir a misa, sino que durante el invierno los caminos se volvían intransitables imposibilitando el traslado hasta las iglesias algecireñas para recibir los santos sacramentos en caso de grave enfermedad o que se atendiera cristianamente a los fallecidos. Por esos motivos en 1775 el presbítero Antonio Pérez Cruzado elevó al Ayuntamiento una petición para poder construir en aquel apartado lugar una iglesia para que se pudiera atender a los vendimiadores y a sus familias.
El 15 de abril de aquel año el Consistorio concedió el permiso solicitado, siendo nombrando, por el obispo Fray Tomás del Valle, capellán de la iglesia que se iba a construir. Pero por diversas circunstancias Antonio Pérez Cruzado renunció, aunque el Ayuntamiento logró convencerlo para que se hiciera cargo de la capilla, alegando “la virtud, el celo y caridad como tiene acreditado en el servicio de los pobres y lo utilísimo que es para dicha capilla, y más, por cuanto que se ocupará, como se ha ocupado, enseñando la doctrina a los colonos pobres de la Dehesa de la Punta”. Por el memorial entregado por el capellán al Ayuntamiento el 21 de agosto de 1778, sabemos que éste dio cuenta de que, en esa fecha, la iglesia se hallaba terminada. Por un decreto de Fray Juan Bautista Cervera, obispo de Cádiz, se facultaba, en 1777, a Bernardo Narciso Pérez, vicario de la ciudad de Algeciras, para que visitara la nueva iglesia y la bendijera cuando estuviera bien dotada de los necesarios objetos litúrgicos.
A partir de esa fecha se estuvo celebrando el culto en la capilla para los vendimiadores de los entornos, hasta que fue desamortizada y vendidas las tierras en las que se asentaba a mediados de los años treinta del siglo XIX. En las décadas siguientes se utilizó como cabreriza por los pastores, estando ya arruinada cuando el cronista Manuel Pérez-Petinto escribió su Historia de Algeciras en 1944.
La construcción naval
Aunque la renacida Algeciras gozaba de una excelente posición en el litoral de la bahía (como había escrito Jorge Próspero de Verboom en sus informes) la actividad de su puerto estuvo lastrada, durante todo el siglo XVIII y parte del XIX, por la falta de aguas abrigadas y de un muelle que permitiera el atraque de las embarcaciones y el embarque y desembarque de mercancías, aunque se realizaba comercio con Gibraltar y los puertos del norte de África por medio de un endeble embarcadero de madera. Sin embargo, la pérdida de Gibraltar en el verano del año 1704 iba a posibilitar que el incipiente puerto de Algeciras sirviera de base y fondeadero a las escuadras que bloqueaban la colonia inglesa y, al final del siglo, al establecimiento de unos astilleros para la construcción naval que se situaron en el litoral ubicado al sur de la desembocadura del río de la Miel para atender las necesidades de la escuadra española durante el asedio de 1779 a 1783. En ellos se construyeron las famosas baterías flotantes y las lanchas cañoneras que se necesitaban para atacar la plaza enemiga. El Barón de Bourgoing refiere en su libro Un paseo por España, publicado en el año 1789, que en la orilla derecha del río de la Miel “había un astillero pequeño en el que, durante el sitio de Gibraltar de 1779 a 1783, se construyeron algunas lanchas cañoneras”.
El sacerdote valenciano Francisco Pérez Bayer, que estuvo en Algeciras los días 18 al 20 de agosto del año 1782 (en pleno asedio a Gibraltar), escribe en su libro Diario del viaje desde Valencia a Andalucía que visitó su astillero y una de las baterías flotantes que se estaban construyendo en él. Refiere este sacerdote: “que se fue acercando a Algeciras (en la falúa del conde de Artois en la que había embarcado en Guadarranque) y le hizo el saludo la fragata comandada por don Buenaventura Moreno y otra fragata y los jabeques y varios buques armados que allí (en Algeciras) había y, por último, una de las baterías flotantes, la cual disparó sus veinte y un tiros. También le pareció que había como cuatro o cinco de aquellas baterías ya acabadas… “Hoy domingo, primer día de septiembre, en que esto escribo en Cádiz, me dicen que el 30 de agosto se estaban terminando la Begoña y la Pastora, que son las únicas que faltan”. (Fueron diez las que se construyeron en el astillero de Algeciras y que participaron en el frustrado ataque a Gibraltar el día 13 de septiembre de 1782).
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