Quién me iba a mí a decir que, con mi edad, iba a volverme a sentar en un aula de primero de bachillerato para seguir aprendiendo con unos compis de los que podría ser abuelo. He vuelto al Instituto, en una fascinante experiencia. La culpa la tienen dos enamorados de la educación que no tienen bastante con dirigir, ella el Centro de Adultos Al-Yazirat y él, el IES García Lorca, ambos en Algeciras y tratan de elevar sus enseñanzas a la excelencia, mejorando en continuo e innovando dentro de las modestas posibilidades materiales que hace tiempo padece la educación en España. Josefina Riesco y Andrés L. Martín se embarcaron en la aventura de poner en contacto, dentro del aula, a alumnos de sus centros, para que interactuaran, buscando crear una auténtica comunidad educativa. Si el pedagogo Marina dice que "para educar a un niño, hace falta la tribu entera", he tenido la suerte de formar parte de una avanzadilla de la tribu que contará también con los padres y madres de los escolares. Si lo conseguimos, lograremos con el tiempo, que el Instituto sea un faro cultural, en la comunidad en la que se asienta. El aula es sagrada y debería seguir siéndolo, como territorio dedicado a los docentes y alumnos. Las gestiones burocráticas para desarrollar el objetivo, han ido desde certificar la idoneidad moral de los adultos voluntarios, hasta el establecimiento de seguros. Este proyecto lo están desarrollando tan sólo diez Institutos en toda Andalucía. Si en todos los aspectos de la vida hemos cambiado, en las últimas décadas, en el terreno de la enseñanza el cambio ha sido prodigioso. De las aulas con los pupitres alineados por filas y el profesor encaramado a una tarima, se ha pasado a unas salas con las mesas de trabajo agrupadas por equipos. El ambiente es bullicioso y los profes deambulan por la clase, enseñando y corrigiendo. Los chavales, nos aceptaron con normalidad, algo extrañados que con nuestra edad, siguiéramos aprendiendo y nos trataron como uno más. El Instituto es antiguo, aunque el equipo directivo se esfuerza para conservarlo con dignidad. He aprendido lo que es un Kamishibai, un teatrillo japonés para cuenta-cuentos, haciéndolo y a la vez explicándoles algo de comunicación por imágenes, he colaborado a elaborar una maqueta en cartón del Parque de los Alcornocales y les he explicado los usos del corcho y participé en un taller de percusión, explicándoles por qué la música es importante en mi vida. No sé si la enseñanza actual es mejor que la antigua. Sí he constatado que los profesores trabajan más y los alumnos parecen felices en las aulas.

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