La otra mirada

Jose Luis Tobalina

Donde habitan los mitos

DE su presencia emerge una energía cristalina, la misma que emana del solsticio de verano y que lo inunda todo. Atormentados por el terror, los seres humanos lo contemplan con admiración porque no hay miedo en su estar en el aquí y en el ahora, en ese lugar exacto en el que decide colocarse para vivir con intensidad, en esa circunstancia mágica a la que se conoce como destino. Cada tarde de faena, minuciosamente, José Tomás se prepara para enfrentarse a sí mismo y a sus demonios. El toro, ese hermoso y mitológico animal, no es su enemigo. Más bien es su compañero o su amante y juntos desencadenan una serie de hechos trascendentales para el conocimiento de la vida y la muerte o para su discernimiento, si es que no son ambas la misma cosa. Y es en ese momento cuando la inmensa plaza de convierte en auténtica verdad y un silencio que no cesa se va a apoderando de los tendidos, llenos de sensaciones que surgen de las entrañas y, abajo, sobre la arena, animal y hombre pelean en buena lid, sin engaños, por conseguir la gloria. Un hermoso enfrentamiento cuerpo a cuerpo, con la tragedia instalada en los escasos milímetros que se dejan de espacio cuando se entrecruzan. Como una danza surgida de las entrañas de la tierra, ambos ejecutan un juego de siglos, el de la victoria o la derrota.

José Tomás es un ser auténtico. No se engaña. Sabe que en cualquiera de los lances puede estar el final. Y no se amilana por ello. Es más, su valentía hace que se entregue aún con más fuerza a lo que le mueve en su interior que no es otra cosa que la honestidad. José Tomás no engaña. La de los toros es una fiesta de sangre. Y la hay en cada una de las tardes en que su presencia ejecuta con decisión el paseíllo. Aquellos que no quieran verlo o entenderlo aún no han comprendido qué es el toreo. El toreo no es componer hermosamente la figura y deslizar la muleta a ras de suelo para ver pasar al toro por el pico de la misma. No es abrir el capote para ejecutar una verónica si no hace un nudo en el estómago de todos. No es alejar los miedos y los demonios a golpe de distancias. El toreo es danza y en la danza tiene que existir el contacto para hacerla carnal y visible. Las energías deben fluir en ambas direcciones y esparcirse por el aire hasta crear una atmósfera de la que puedan participar todos. Lo demás es fiesta, sangría y folclore.

Por ello José Tomás fragua cada tarde una leyenda. Da igual que la faena no sea extraordinaria. Hay otros muchos valores por los que premiarle: la entrega, la autenticidad, el valor, la sinceridad, la ética… Por ello, cada tarde en la que José Tomás está en un ruedo hay que dejarse llevar hasta el límite de las propias emociones y más allá, al lugar donde habitan los mitos.

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