El Convento de la Almoraima: camino y guía para el Campo de Gibraltar en el siglo XVII
Adelanto editorial
El historiador y colaborador de Europa Sur Antonio Torremocha desvela los secretos de este emblemático enclave este viernes con su nuevo libro
Este periódico les ofrece un adelanto con las primeras páginas de la obra
Antonio Torremocha presenta su nueva obra El Convento de la Almoraima, este viernes 19 de septiembre en el mercado artesanal de la Almoraima (Castellar). Los asistentes tendrán la oportunidad de conocer de primera mano los secretos y la historia que envuelven este emblemático enclave, a través de la mirada experta de un autor que combina rigor académico y sensibilidad narrativa.
Antonio Torremocha Silva, colaborador habitual del periódico Europa Sur, es licenciado en Filosofía y Letras y Doctor en Historia Medieval. Su trayectoria profesional incluye la docencia en bachillerato y en la UNED como profesor tutor de Historia Medieval, así como la dirección del Museo Municipal de Algeciras, donde promovió numerosos estudios sobre la historia y el patrimonio local. Académico de Número de la Academia Andaluza de la Historia y miembro de varias instituciones de prestigio, Torremocha ha dedicado su carrera a la investigación y la difusión de la historia de al-Ándalus y la Reconquista, combinando sus conocimientos con la narrativa histórica para acercar el pasado al lector actual.
A continuación, compartimos en primicia las primeras páginas de su nuevo libro.
El Convento de La Almoraima: una joya del arte barroco en el Campo de Gibraltar
La Ermita de Nª Sª de los Reyes y la Fundación del Convento
En el año 1594, el segundo Conde de Castellar, don Fernando de Saavedra, poco antes de morir en 1596, fundó la Ermita de Nuestra Señora de los Reyes, acerca de una torre antigua que llamaban de la Almoraima, según se recoge en uno de los legajos conservados en el Archivo Ducal de Medinaceli, en la Sección Castellar. Aunque fue su viuda, la condesa doña Beatriz Ramírez de Mendoza la que llevó a cabo la obra de la ermita, dotándola de una capellanía.
El 19 de abril de año 1603, doña Beatriz, a petición de unos frailes mercedarios que deseaban reformar la Orden, redactó las Constituciones que fueron aprobadas en el Capítulo General de la Orden celebrado en Guadalajara el 27 de abril de 1603, dándoles un lugar para establecerse en la Ermita de Nuestra Señora de los Reyes, que fundara su marido, con algunas casas anejas y una huerta y asignándole “la señora condesa 941 maravedíes de renta cada año”. Este Convento fue el primero de la Orden Mercedaria Reformada o de lo Mercedarios Descalzos.
El 4 de octubre de 1603 tomaron posesión de la Ermita, fray Juan del Santísimo y otros cuatro religiosos, que fueron los fundadores del monasterio de la Almoraima, según consta en uno de los cuadros, del siglo XVIII, copia de los originales que se conservan en el convento, El Convento de la Almoraima gozó siempre de la protección y el patronazgo de los condes de Castellar hasta que en 1839, a consecuencia de las leyes desamortizadoras impulsadas por el ministro Juan Álvarez Mendizábal, fue expropiado por el Estado y los descalzos tuvieron que abandonarlo. Pero promovido un pleito entre el duque de Medinaceli (poseedor del título de Condes de Castellar) y la Hacienda Pública en 1859, le fue devuelto a la Casa Ducal en el año 1861.
La vida conventual de los frailes se desarrolló en la Ermita de Nuestra Señora de los Reyes hasta que, a mediados del siglo XVII, el hijo de doña Beatriz Ramírez de Mendoza, don Gaspar Juan de Saavedra, o quizás, el cuarto conde de Castellar, don Fernando Miguel Arias de Saavedra mandó construir el edificio que hoy se conserva (las cuatro crujías, el claustro y la iglesia, pues las crujías situadas en la parte este y la Torre Fuerte se erigieron en el siglo XIX).
Las obras de arte que se guardan y exponen en el Convento de la Almoraima
El retablo Mayor de la iglesia conventual
El retablo mayor del Convento de San Miguel de La Almoraima es obra de mediados del siglo XVII. Sigue la línea de los realizados por Alonso Cano, como el de la iglesia parroquial de la Virgen de la Oliva de Lebrija, que data de 1629. Se compone del banco o predela, que tiene el sagrario incorporado, y de un cuerpo central con tres calles, la central con una sola hornacina ocupada por la imagen de la Virgen de la Merced de vestir y las laterales delimitadas por grandes columnas torsas de orden corintio. Cada calle consta de dos registros. En el inferior presenta peanas que sostienen, en el lado del Evangelio, una imagen de san Lorenzo Diácono y, en el lado de la Epístola, una talla de san Antonio de Padua. En la predela y a ambos lados del sagrario están colocadas las armas del linaje de los Saavedra.
El retablo del Santo Cristo de la Almoraima
En la capilla situada en el lado del Evangelio (que fue cabecera de la ermita de Nuestra Señora de los Reyes antes de formar parte de la iglesia conventual) se localiza un retablo barroco de un solo cuerpo y de excelente factura, formado por una hornacina muy abierta, con embocadura, estípites y abundante hojarasca. Es obra de la primera mitad del siglo XVIII. En él las molduras son mixtilíneas y los frontones se presentan partidos y a distintos niveles de profundidad.
Hasta el año 1971, acogía un Calvario constituido por la imagen del Santo Cristo de la Almoraima, la Virgen de los Dolores y san Juan Evangelista. El 4 de mayo de 1971, la imagen del Santo Cristo, las de la Virgen de los Dolores y la de san Juan Evangelista fueron trasladadas a la iglesia parroquial de Castellar. En el retablo de la iglesia conventual se colocó una talla del Santo Cristo, réplica de la imagen original.
Esculturas
Imagen del Santo Cristo de la Almoraima
Con los datos que hoy se poseen y las valiosas noticias aportadas por los Annales redactados por fray Pedro de San Cecilio en 1669, sabemos que la imagen de Cristo Crucificado (conocida como Santo Cristo de la Almoraima) que hoy se venera en la iglesia parroquial del Nuevo Pueblo de Castellar, estuvo entronizada en la capilla del lado del Evangelio de la iglesia conventual. Fue encargada a unos talleres madrileños por la condesa de Castellar en abril del año 1603 para la iglesia de la Orden Mercedaria que iba a construirse en la Almoraima.
La imagen se realizó entre el citado mes y finales de septiembre del mismo año, cuando la condesa de Castellar la entregó a los frailes mercedarios. Fue trasladada en un carro desde Madrid hasta Sevilla, embarcando en un navío que la llevó hasta Gibraltar. Desde esa ciudad viajó, a lomos de una mula, hasta la Ermita de Nuestra Señora de los Reyes, a donde llegó el día 3 de octubre. Es de tamaño natural y está confeccionada con pasta de madera y lienzo encolado. Los postizos que tiene el Santo Cristo (pelo natural, corona de espinas, potencias de metal y paño de pureza con brocados) se añadieron con posterioridad, así como la policromía que tuvo hasta su reciente restauración, de fríos tonos patéticos y abundantes regueros de sangre, que data del siglo XVIII.
Una de las características de la imaginería barroca de la escuela castellana, a la que hay que adscribir la imagen del Santo Cristo de la Almoraima, es el acentuado naturalismo: figuras completas con forzados escorzos, representación exagerada del dolor y la crueldad con abundante sangrado, profundo dinamismo de las figuras, caricaturización de los personajes malvados, intenso modelado y rostros que expresan el padecimiento, tanto físico (los crucificados) como moral (las Dolorosas).
Es un Cristo muerto, con tres clavos. Su cabeza, muy humillada, y las heridas y hematomas, le dan una gran sensación de realismo. Lo visitan y veneran numerosos peregrinos, sobre todo en los primeros días de mayo, cuando se celebra una romería.
Otras esculturas de la iglesia conventual
En el retablo mayor encontramos las siguientes esculturas: en el camarín central, una imagen de la Virgen de la Merced, de vestir, obra del siglo XIX. Tiene corona de plata y grilletes. En el primer registro de la calle del lado de la Epístola, un san Antonio de Padua, de talla, del siglo XVII, de mediano tamaño, que sigue los cánones de la escuela granadina (minuciosidad en los detalles, delicadeza en las formas, cuidado tratamiento de los pliegues y de la policromía, equilibrio entre realismos e idealismo, etc.). En el primer registro, pero en el lado del Evangelio, un san Lorenzo Diácono, también de talla, del siglo XVII y similares características y proporciones que el citado san Antonio. Ambas esculturas están doradas y policromadas y son de excelente factura.
Dos tallas, una de san Juan Evangelista y otra de la Virgen, de gran calidad y enorme fuerza expresiva (sobre todo la de la Virgen), doradas y policromadas, que acompañaban la imagen del Santo Cristo cuando se hallaba entronizada en su capilla del Convento (contemporánea a su fundación en 1603) la de la Virgen de la primera mitad del siglo XVIII, hoy en la iglesia parroquial de Castellar.
En la sacristía se encuentra una imagen de la Virgen con el Niño, de tamaño menor que el natural, de principios del XVII, que recuerda la Virgen de la Oliva del retablo de Lebrija, primera obra documentada de Alonso Cano. La mirada baja de la Virgen indica que fue esculpida para ocupar un lugar elevado, sin duda el camarín de un retablo. Destacan, igualmente, las tallas de dos ángeles lampareros situadas a ambos lados del presbiterio, que siguen el sensual estilo de los que realizaba Luisa Roldán “La Roldana”. Los rostros, de gran dulzura y belleza, la suave policromía, la elegancia de la pose, así como la meticulosa y excelente factura de sus alas, nos conducen a ese mundo rococó que supo vislumbrar Luisa Roldán. Sostienen lámparas modernas plateadas.
También en la sacristía de la iglesia se encuentra un Cristo crucificado tallado en marfil, de pequeño tamaño y muy buena factura, probablemente obra del siglo XVII, y en una hornacina situada en la pared oriental de la sacristía se conserva un aguamanil, con su fuente, del siglo XVIII, de loza de Alcora y de estilo Berein.
En definitiva un conjunto de obras de gran calidad, la mayor parte de ellas adscritas al estilo barroco, que se conservan y exponen en la iglesia del convento, hoy convertido en el “Hotel Casa Convento la Almoraima”.
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