El Carolina: medio siglo sirviendo sabor y devoción a la Virgen de la Palma en El Rinconcillo

El bar más antiguo de El Rinconcillo, testigo de la fiesta del 15 de agosto desde 1963, sigue reuniendo a vecinos y visitantes con su pescado fresco y su ambiente familiar

La Romería Marítima de la Virgen de la Palma, en directo

Antonio Morales, Mercedes Lucena y Dolores Lucena, la hermana de Mercedes, también cocinera en el bar.
Antonio Morales, Mercedes Lucena y Dolores Lucena, la hermana de Mercedes, también cocinera en el bar. / Claudio Palma

El Bar Antonio, conocido popularmente como El Carolina, es una de esas estampas que parecen haber estado siempre ahí. Forma parte inseparable de la plaza Virgen del Carmen, en El Rinconcillo (Algeciras), y cada 15 de agosto se convierte en uno de sus pilares imprescindibles.

De niños, muchos entraron alguna vez para pedir un vaso de agua durante los juegos en la playa; de adultos, los rinconcilleros más fieles comienzan la mañana con un café en su terraza. Los clientes de siempre no necesitan recomendaciones de Google para saber que allí les espera buen pescado fresco y la atención cercana de su equipo. Y quienes lo descubren por casualidad, repiten. Por eso, cada romería de La Palma, su terraza se llena hasta no caber un alfiler, con vecinos y visitantes dispuestos a rendirse el homenaje de celebrar a la patrona con una cerveza fría y sardinas, mientras la procesión se acerca.

Una esquina con historia. Desde 1963, este bar familiar sirve sus platos con la misma receta de siempre: cariño y constancia. Antonio Morales, su fundador, arrancó la aventura con unos amigos, pero apenas un año después comenzó a regentarlo junto a su padre. En 1968, tras casarse con Mercedes Lucena, el matrimonio tomó definitivamente las riendas.

Clientes en el Bar Antonio, este viernes.
Clientes en el Bar Antonio, este viernes. / Claudio Palma

En sus primeros años, Antonio compaginaba el bar con su trabajo en la lonja, lo que garantizaba que el pescado pasara directo del muelle a la cocina. Durante décadas, alternó ambos oficios hasta dedicarse por completo al negocio, manteniendo siempre buenos contactos para traer el mejor género. Al pie del cañón hasta 2006, año en que Mercedes se jubiló, por el bar han pasado manos familiares de todas las generaciones: hijos, sobrinos, nietos… siempre dispuestos a ayudar, especialmente en los veranos más ajetreados.

Los hijos del matrimonio trabajando tras la barra del bar.
Los hijos del matrimonio trabajando tras la barra del bar. / E.S.

Aunque llegó a cerrar un tiempo tras la jubilación, Antonio nunca se ha desvinculado del todo. El Carolina es parte de su vida y de él no piensa separarse. A diario, se le puede ver asomado a la terraza, intercambiando bromas con clientes de siempre o dando la bienvenida a quienes descubren el lugar por primera vez. Conoce cada mesa, cada rincón y cada historia que se ha tejido en esas paredes: las charlas interminables de verano, los reencuentros el día de la patrona, las risas y los brindis celebrando las vacaciones.

El año pasado, la Sociedad Federada de Pesca El Mero le entregó una pequeña imagen de la Virgen de la Palma en señal de agradecimiento por su dedicación y devoción, un gesto que emocionó profundamente a Antonio y consolidó aún más el lugar de El Carolina en el corazón del barrio.

Familia Lucena en el bar El Carolina.
Familia Lucena en el bar El Carolina. / E.S.

Es el bar más antiguo de El Rinconcillo. Ha visto crecer la barriada y sigue ahí, discreto pero firme, conservando su autenticidad y ofreciendo siempre lo mejor de sí mismo. Para Antonio, el bar nunca ha sido solo un negocio. Es un punto de encuentro, un refugio de autenticidad, un capítulo vivo de la memoria colectiva de El Rinconcillo. Y mientras él siga ahí, cuidando su rincón, El Carolina seguirá siendo ese lugar donde la devoción a la Virgen de la Palma y el sabor a mar se dan la mano, año tras año, como una tradición que no entiende de fechas de caducidad.

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