Manolo González

Luis Carlos Peris

Valor y sevillanía a partes iguales

MANOLO GONZÁLEZ (1929-1987). Sevilla lo esperó y lo enfrentó a Pepe Luis tras la cogida de Pepín en Valdepeñas · Fusilado su padre por Franco se hizo torero para escapar de la miseria

TRAS la cornada que Pepín Martín Vázquez recibió en Valdepeñas, Sevilla se quedó sin esa dualidad apasionante que representaban el de la Macarena y Pepe Luis Vázquez, por lo que estaba empujando para sacar adelante otro rival de éste. Y el elegido podía ser Manolo González, un novillero de la Puerta Osario pequeño de estatura, pero con muchos redaños y una forma de interpretar el toreo acorde con los gustos de Sevilla.

Nacido en la calle Sol el 7 de diciembre de 1929, Manolo vivió una infancia durísima, ya que las condiciones económicas familiares empeoraron de forma dramática con la muerte del padre, fusilado por las huestes de Franco. Y esa niñez iba a marcar de por vida a nuestro hombre, que hizo más o menos lo que Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó, jurar ante el infinito que no volvería a pasar hambre en su vida.

Manolo, mientras su madre se mataba a trabajar para sacar la casa adelante, vio que la forma más contundente de huir de aquella miseria era hacerse torero. Y con su primo José, que pretendía lo mismo, entrenaba y se orientaba dónde había tentadero para esperar en la tapia la oportunidad de dar algún muletazo. Su primo fue novillero y luego banderillero a sus órdenes, José González Cabrerito, recientemente fallecido.

Estábamos en que Sevilla empujaba a Manolo para que se uniese al carro que manejaban Pepe Luis y Pepín, lo que se hizo urgente tras lo de Valdepeñas. Pero Manolo, que había debutado con caballos en la Maestranza el 1 de junio de 1945, no terminaba de romper. También en Madrid lo esperaban, pero aquello no funcionaba, la afición empezó a desencantarse y hasta estuvo a punto de desertar para alistarse al bando de un tal Frasquito que era la reencarnación de Manolete y que asombró en su debut para no repetir jamás la faena.

Aburrida ya Sevilla con el novillero Manolo González, su apoderado, Emilio Fernández, le consigue la alternativa. Será, dónde si no, en la Maestranza el 27 de mayo de 1948 y de padrino, quién si no, Pepe Luis. El testigo es el albaceteño Manolo Navarro y los toros pertenecen a la ganadería de Clemente Tassara. Manolo le corta la oreja a Bailarín, el toro de la alternativa y hace que le hierva el agua al padrino, que se enrabieta y le corta las dos orejas al cuarto. Manolo también corta oreja en el sexto y Sevilla respira porque su gran esperanza puede hacerse realidad de una vez.

Y si el éxito de Sevilla es fuerte, la confirmación de alternativa es un zambombazo. Se anuncia en Las Ventas el 3 de junio con una corrida de Graciliano y en el paseíllo es flanqueado por Antonio Bienvenida y Pepín. El toro de la ceremonia se llama Lucifer y Manolo está bien con él, pero lo gordo está por llegar con Capuchino, el que cierra la corrida.

Era una tarde de tirar la moneda al aire, de ser o no ser, y Capuchino era una máquina de embestir. El torero se la jugó de verdad, le cortó las dos orejas en un clima de apoteosis, abrió la Puerta Grande de Las Ventas y por ella salió Manolo González consagrado como figura máxima del toreo. Una vez más, Sevilla había tenido razón sabiendo esperar a un torero que merecía la pena. La faena de Manolo a Capuchino quedó grabada en oro en los anales de Las Ventas y de todo el toreo.

Por aquel entonces se había hecho con el cetro Luis Miguel Dominguín. A éste le incomodaba el sevillano y la tarde del 17 de mayo de 1949 se anunciaban en Madrid Luis Miguel, Parrita y Manolo. Éste formó un lío tremendo en el tercero y Dominguín, en el burladero, le susurró a Parrita: "Mañana hablará todo el mundo de mí, no de Manolo González". Y así fue, pues en el segundo de su lote y viendo que no pasaba nada, se autoproclamó el número uno levantando el dedo índice en medio de un muletazo. La bronca fue enorme, pero al día siguiente sólo se hablaba de Luis Miguel.

La carrera de Manolo González fue arrolladora y se recuerda un faenón en Sevilla el 8 de junio de 1950 a un toro de Guardiola que le brindó a Lola Flores, con la que mantuvo un idilio que hizo las delicias de aquel mundo del corazón. Atrás había quedado una vida de miseria, Manolo se hizo rico y a la vuelta de América en 1953 anuncia su retirada con sólo veintitrés años de edad.

En 1960 vuelve y hace una temporada corta, pero muy bien pagada. Torea dos tardes en Sevilla, el día del Corpus y en San Miguel. Las dos se acompaña en el cartel por Jaime Ostos y Curro Romero, corta oreja en ambas corridas y es testigo de la primera salida de Romero por la Puerta del Príncipe. Su última tarde fue en la plaza barcelonesa de Las Arenas -hoy convertida en centro comercial- fue la del 23 de julio de 1961 para darle la alternativa al vallisoletano Manuel Blázquez en presencia de Santiago Martín El Viti.

Se hizo ganadero con su esposa, Socorro Sánchez-Dalp, primero con lo que había sido de Juan Belmonte y en el 74 le compró media ganadería a los herederos de Carlos Núñez. Un toro suyo, Facultades, impulsó a la cumbre a Juan Antonio Espartaco, al que apoderaría en 1986. Manolo falleció el día de Navidad de 1987 en su casa de Marbella a causa de un derrame cerebral. Todo en la vida de Manolo González aconteció con tanta rapidez como intensidad, pero en el recuerdo queda como un torero enorme que aunó valor con sevillanía.

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