Religiosidad popular en Tarifa en la edad moderna: Incidentes en las celebraciones religiosas
Retazos de Historia
Entre finales del siglo XVII y principios del XVIII hubo al menos tres enfrentamientos documentados entre el Ayuntamiento y el clero secular
Religiosidad popular en Tarifa en la edad moderna: Las rogativas (II)
Religiosidad popular en Tarifa en la edad moderna: Las rogativas (I)

El primer incidente que ha quedado registrado aconteció en la fiesta y procesión del 21 de septiembre de 1673. Como era costumbre en estos casos, el día anterior el Ayuntamiento envío a dos de los caballeros a “convidar” al vicario para que “hiciese la misa por mayor autoridad”, no aceptando el encargo con escusas por motivos particulares, como se recoge en el acta capitular.
El día 21 fue la ciudad o Ayuntamiento “en forma” a la iglesia con sus maceros y estandarte, salió la procesión en un día claro y sereno llevando todo el clero velas. Cuando la procesión llegó a la altura de “la alcantarilla de Bartolomé de Casas” quisieron “muchos” acortar la procesión por diferentes calles, uno de los diputados “encaminó” la procesión a la otra acera, para reanudar allí el recorrido acostumbrado, a lo que se negó el vicario, por lo que la ciudad envió “un recaudo” para que “ se guardase el estilo y costumbre y se llevase el Santo por las calles acostumbradas como siempre se ha hecho”. La contestación del vicario fue que iba bien por donde iba, por lo que considerando el Ayuntamiento que se estaba faltando al “uso y costumbre y obligación ” de llevar el santo por las calles acostumbradas tanto “para su veneración como para el alivio de los vecinos”, el Ayuntamiento volvió a realizar una instancia ante el clero “por estar a la boca” del recorrido que había de tomarse.
Y en ello llegaron todos los clérigos y arrebataron el santo a los cuatro regidores que en “forma de ciudad” lo llevaban sobre los hombros para acortar la procesión más de dos partes, por lo que el Ayuntamiento se retiró a las casas del cabildo, donde en pleno acordó escribir al rey y “a las partes que más convenga” y dar cuenta de lo sucedido “para que su Majestad mande lo que fuere servido en satisfacción de la ciudad”. Se nombró para realizar todas las diligencias a los regidores diputados de la fiesta y del mes, don Diego de Gálvez y Mendoza y don Luis de Ochoa Duran.
El segundo enfrentamiento entre el Ayuntamiento y el clero secular se refleja en el cabildo municipal de 28 de septiembre de 1688, donde se nos da cuenta de un hecho singular. El Ayuntamiento había acordado en otro cabildo, que no se conserva, que la fiesta del patrón San Mateo se celebrase en el convento de la Santísima Trinidad, donde debía realizarse una misa solemne y las demás celebraciones, ya que no podían realizarse en San Mateo por estar invalidados dos de los caballeros regidores. Los comisarios designados por el concejo municipal se entrevistaron con el padre ministro fray Diego Matías de Arara, quien se “excusó” comunicando que la fiesta no se podía celebrar en el convento. El concejo aprobó realizar las diligencias judiciales y extrajudiciales, escribiendo al tanto al Consejo de Castilla como al propio rey Carlos II, al tiempo que se otorgaba poder notarial al agente de Tarifa en la corte de Madrid don Juan Nava para que realizase las gestiones oportunas para que se observasen los protocolos de entrada y salida de la iglesia mayor como el repique de campanas y tocar el órgano, ofreciendo 200 reales al agente en la corte para los gastos que se originasen. Según el poder El Ayuntamiento, la ciudad en denominación de la época, tenía privilegio en las festividades de los días del Corpus y San Mateo de salir de sus casas capitulares, donde celebraba los cabildos, y entrar en la iglesia de San Mateo con repique de campanas y a los acordes del órgano, tanto cuando la ciudad iba a las vísperas como la misa y fiestas del día siguiente. Pero al salir de la iglesia habían cesado repiques y toque de órgano, argumentando el vicario de las iglesias que era mandato el señor obispo. Por lo que la corporación municipal determinó no acudir a la iglesia mayor y realizar las gestiones para su celebración en el convento trinitario, cuyo padre ministro se excusó, con el consabido enfado del Ayuntamiento por haber faltado “ a la buena correspondencia de esta ciudad”. Por ello la ciudad aprobó acudir ante el rey, sus reales consejos y el nuncio de su Santidad, para que se respetasen las costumbres que se habían siempre observado en la iglesia mayor y que se pudiesen celebrar estas festividades también en el convento trinitario.

Otro roce entre el clero y el Ayuntamiento se recoge en el acta capitular de 18 de agosto de 1724, cuando el alcalde mayor, don Manuel Valiente Cid, abogado de los reales concejos, manifestó a los miembros del Ayuntamiento una “real Provisión de Su Magestad y señores de su Real Consejo de Castilla”, fechada en Madrid a 7 agosto, por la que se ordenaba a la “justicia y regimiento” de Tarifa un informe sobre lo sucedido el 23 de abril de ese mismo año. El alcalde mayor y el regidor decano don Alonso Gatón tomaron la real Provisión la besaron y pusieron sobre sus cabezas descubiertas en señal de acatamiento y en su cumplimiento informaron de lo siguiente: “el pasado 23 de abril, al salir de la iglesia de San Mateo, los enfermos impedidos, cerrando la procesión don Pedro Coronel y Orobio, miembro del consejo del rey, oidor en la Real Chancillería de Granada y corregidor que fue de Tarifa, con vara alta de justicia presidiendo la presencia de algunos regidores, la mayor parte con velas encendidas, pero sin maceros y con presencia del escribano del cabildo, en la puerta de la iglesia se incorporó don Alonso Ortiz ayudante de la plaza, con seis soldados en fila de dos, con sus carabinas, convidados para la guardia del Santísimo Sacramento por petición del hermano mayor de la cofradía, y habiendo salido el Santísimo, se realizó una descarga con las carabinas, al comenzar el desfile avanzó entre las filas de regidores don Pedro Coronel, quien observó como el ayudante se ponía a su nivel, a lo que contesto don Pedro Coronel que aquel no era el lugar que debía ocupar, repitiendo el ayudante que era “el lugar de las armas”, amenazando con retirar la tropa, don Pedro Coronel contestó que la retirara o hiciera lo que quisiera, el ayudante advirtió al regidor don Sebastián de Arcos y a algunos de los eclesiásticos que llevaban el palio que iba a retirarse junto con la tropa, lo que finalmente hizo”.
El Ayuntamiento, no habiéndose nunca visto en dicha situación, expuso, como el año anterior al recibir a la Virgen de la Luz, avisado don Pedro Coronel que debía asistir con guardia de soldados, preguntó qué lugar había de ocupar, se le contestó que detrás mandados por su capitán y su teniente, como asimismo en tiempos del mariscal de campo y gobernador don Bartolomé Porro, cuando concurrió la ciudad con sus maceros y la tropa detrás. Igualmente en tiempos del gobierno del teniente coronel don Nicolás Zorrilla de San Martín, hubo varias funciones, yendo unas veces con regidores y escribanos sin maceros y otras sin ellos y detrás del Ayuntamiento los soldados. Y en todos los Viernes Santo en la “función del entierro de Nuestro Señor ha pasado que los soldados asisten a ella por convite como en todas se han puesto inmediatos por circunvalación al féretro”, después marchaba el clero y Nuestra Señora, cerrando la cofradía el Ayuntamiento sin maceros. En el margen del acta se señala que con respecto a los ocurrido el día 23 de abril, en la petición del Viático para los enfermos entre el corregidor don Pedro Rodríguez Coronel y Orobio, por etiquetas de lugar de colocación del piquete y sitio correspondiente a las armas. Informó que su costumbre era ir la justicia junto al preste y la tropa detrás.
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