Las relaciones de Tarifa con el norte de África en los siglos XV, XVI y XVII (II)
Retazos de Historia
Desde que los castellanos llegaron al Estrecho y los portugueses ocuparon plazas fuertes en la costa de la Berbería, las expediciones o incursiones en las comarcas cercanas a Tánger y Tetuán se convirtieron en una constante, en busca de esclavos y botín
Durante los siglos XV, XVI y XVII, existió una colaboración y ayuda mutua de hombres, armas y avituallamiento entre portugueses y castellanos, que aumentó con el nombramiento de Felipe II como rey de Portugal
Las relaciones de Tarifa con el norte de África en los siglos XV, XVI y XVII (I)
Las razias castellano-portuguesas en la Berbería
Con las conquistas portuguesas de Alcázar Zeguer en 1458 y Tánger en 1471, no sólo se logró controlar toda la orilla africana del Estrecho por la Corona portuguesa, que sirvieron de bases, igualmente, de incursiones sobre las comarcas cercanas a Tánger y Tetuán, incursiones en las que participaron nobles andaluces, como en 1462, cuando Fernán Arias de Saavedra pasó con 186 caballos y 587 peones, según recoge Sánchez Saus.
Las mesnadas de la nobleza andaluza y de algunos de sus concejos o ayuntamientos, como Jerez o Cádiz, tenían como punto de partida la propia Cádiz, Gibraltar y Tarifa. Prueba de ello fue la malograda incursión de 1479, al mando de Fernando de Carrisosa, que tenía la intención de pasar a Tánger, pero la mar alterada en torno a Tarifa tuvo como consecuencia que solo embarcara la mitad de la tropa. No pararon aquí las adversidades para los expedicionarios, que después de saquear una aldea en las cercanías de Tánger, donde prendieron mujeres y niños para luego ser vendidos como esclavos, sufrieron una emboscada donde murieron muchos de los integrantes de la expedición e hirieron al alcaide de Tarifa, Moscoso, lo que sugiere que a dichas razias se unían habitantes de Tarifa.
El objetivo de estas expediciones no sólo era la captura de berberiscos para su venta como esclavos; tanto Ladero Quesada como, más actualmente, Ruiz Pilares señalan tres motivos: el primero, hostigar a los magrebíes y obligarles a estar a la defensiva, evitando que pudieran atacar las costas andaluzas; en segundo lugar, adquirir un mayor conocimiento del territorio en vista a futuras campañas de conquista, y por último, movilizar y preparar, en forma de adiestramiento, además de añadir valores caballerescos, a las tropas para el combate. Por último, estaba la cuestión económica: con las riquezas obtenidas por el saqueo y la captura de personas. Se conoce el dato de que dos cautivos de Arcila fueron tasados en 120.000 maravedís, una cifra considerable.
Las cabalgadas no tenían como objetivo los grandes centros urbanos, sino aldeas y aduares. Los aduares eran agrupaciones de tiendas nómadas de ganaderos, que ofrecían poca resistencia.
Las incursiones en tierras berberiscas se convirtieron en una constante para los habitantes de Tarifa a lo largo del tiempo, convirtiéndola en una guerra ofensiva. Así, a comienzos del siglo XVII, un cronista anónimo de Tarifa escribía lo siguiente:
“… La guerra ofensiva que por los nuestros se les hace en su tierra… de noche y con todo secreto pasan a la dicha Berbería tres o cuatro hombres prácticos y diestros en ella, los cuales llamamos almocadenes; estos embreñados donde lo alto de los montes y… secretos ven y espían los aduares, hatos y cabañas y la… tienen y también los navíos de corsarios que se acogen… de ellos cuales salen y hacen sus presas, y teniendo reconocido… de lo dicho lo que les está más a cuenta, de noche de parte secreto de a donde no sean vistos de los moros, ni sentidos con encender un hacho de fuego que decimos almenara, nos dicen y avisan de todo lo que tienen espiado particularmente de la persona a quien dejan a cargo de acudidles, y conforme la seña ansía embarcaciones y bajeles a tener a la parte de donde se les hizo la señal; enterado de lo que hay de las dichas espías, desembarca la gente y, guiados por ellas, hacen sus presas y algunas veces con tanta brevedad que amanecen con ella en Tarifa, otras es necesario esperar el día, pudiera decir algunas cosas que en tales hechos han sucedido, a más de ello, como quien muchas veces ha ido de capitán de toda esta gente.”
Ejemplo de la pericia de los vecinos de Tarifa en sus incursiones en la Berbería es la figura de Juan Lozano de Dios, regidor y capitán de milicias en la primera mitad del siglo XVII, al que se le reconoció como mérito para su nombramiento como tal capitán sus éxitos en estas expediciones y captura de navíos en el Estrecho.
La conquista de Granada y el cambio en la frontera terrestre. La colaboración de Gibraltar y Tarifa con las ciudades portuguesas del norte de África en los siglos XVI y XVII.
En 1462 caía en poder castellano la ciudad de Gibraltar, lo que supuso que la frontera con el reino nazarí de Granada se alejaba un poco de Tarifa, que quedaba más hacia la retaguardia castellana. Una frontera con el último reino musulmán que desapareció totalmente con la guerra de Granada y la entrega de la ciudad a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492. Ya no existía una doble frontera, al desaparecer la terrestre, pero para Gibraltar y Tarifa seguía persistiendo la marítima, la del canal que unía las aguas del mar interior y las del océano. Desde entonces las miradas de Tarifa se dirigieron hacia el mar, a las nuevas tierras de las remotas Indias y, sobre todo, a la vecina costa norteafricana, y del mar y de la tierra que se abre frente a ella procedieron desde entonces sus temores y sus ansias, manteniendo siempre su importancia estratégica de puerto avanzado en el Estrecho, vanguardia de una tierra poco poblada, pero firmemente unida a la Andalucía castellana, tal y como la definió Ladero Quesada.
Las relaciones entre Tarifa y las plazas portuguesas del norte de África durante el siglo XVI.
Los estudios llevados a cabo por los historiadores portugueses Ribeiro Mendes y Drumond Braga señalan que, desde la Baja Edad Media, Portugal y Andalucía establecieron estrechas relaciones, sobre todo de tipo comercial, tanto a nivel peninsular, a través del Algarve, como con las posesiones portuguesas en la costa norteafricana, principalmente el comercio de cereales, al que hay que sumar el movimiento de personas.
Un comercio con la Berbería que, según Ladero Quesada, era muy antiguo en la franja litoral de la Andalucía atlántica, donde Cádiz se convirtió en su cabecera, y en el que interesaba sobre todo el oro subsahariano, aunque también participaban en el mismo la cera, los cueros de ganado vacuno y, por supuesto, los esclavos procedentes del África subsahariana y los “azanegas” saharianos, a los que igualmente se añadían frutos secos, azúcar de caña, semillas, especias, colorantes, índigo, goma arábiga e incluso caballos, mientras que los castellanos exportaban alimentos, paños y lienzos europeos.
Los recientes artículos de Quintana Álvarez han puesto de manifiesto que la ayuda militar también continuaba, como el socorro que desde Gibraltar se llevó a cabo a Arcila, Ceuta y Tánger en el año 1524, un año crucial, en que esas posesiones portuguesas estuvieron en serios problemas por el acoso al que las sometió el sultán de Fez.
Un socorro que fue tanto de alimentos, principalmente trigo —3.173 fanegas procedentes de Málaga y otras 2.750 de Gibraltar— como de ayuda militar.
Ese mismo año se realizó un nuevo envío desde Gibraltar a Ceuta por parte del regidor calpense y comendador de la Orden de Cristo (una alta distinción del reino portugués), Diego Natera, que para Quintana hace suponer que Gibraltar, por su emplazamiento, había sido elegida como base de operaciones de suministro y socorro de las plazas portuguesas en el Magreb occidental, y cita en este caso el socorro prestado por la ciudad del Peñón a la plaza de Arcila, sitiada ese año de 1524 por el sultán de Fez. En la fuerza militar enviada participaron, al mando de Francisco Natera, hijo del regidor ya citado, 80 ballesteros y escopeteros, que llevaban como avituallamiento 48 fanegas de trigo. Al mismo tiempo, Tánger recibió el auxilio de 145 hombres embarcados en Gibraltar al mando del vecino de Marbella, capitán Juan de Tejada.
Quintana indica igualmente que Ceuta se encontraba en 1524, tal y como hemos señalado anteriormente, en una situación muy comprometida ante el acoso de los magrebíes. En este último socorro tuvo un papel fundamental Sancho de Figueredo, teniente alcaide del castillo y capitán de milicias de Gibraltar, quien organizó la expedición, pagando por un mes de servicio en Ceuta dos ducados y una fanega de trigo para su mantenimiento. El total de hombres reclutados fue de 36, la mayoría gibraltareños, pero también de otras localidades e incluso dos portugueses. De ellos, 18 portaban armamento de lanza y espada, seis eran ballesteros y dos escopeteros, como el capitán y jurado gibraltareño Sancho de Sierra, a quien le correspondía un sueldo de seis ducados. El comendador Diego Natera, por su parte, reclutó otro grupo de socorro, que alcanzó los 80 hombres, al mando del capitán Francisco de Mendoza, regidor igualmente gibraltareño, que recibieron como soldada dos ducados y una fanega de trigo. Para abastecer a la plaza de Ceuta desde Málaga se envió un bergantín con 30 quintales, 20 arrobas y 20 libras de bizcocho. Un tercer reclutamiento se produjo en las localidades de Jerez y Medina Sidonia, en un número indeterminado que varía entre los 40 y los 100 hombres, a los que se añadieron 20 que bajaron de la serranía de Ronda, en número aproximadamente entre los 100 y 160 hombres.
En el espléndido trabajo de Quintana Álvarez, basado fundamentalmente en datos obtenidos, se recogen, igualmente, los lazos entre Gibraltar y las plazas portuguesas en la costa de Berbería, en un escrito del cabildo gibraltareño dirigido al rey de Portugal, Juan III “El Piadoso”, en el que expresaba cómo Gibraltar “tiene por principal cuidado las cosas que en estas partes se ofrecen que tocan al servicio de Vuestra Alteza, está siempre en esta vigilancia”, comentándole el caso del regidor Juan de Illescas, que se afanaba en proveer a las plazas portuguesas en África.
Luxán y Meléndez señalaron los puntos de abastecimiento de las plazas norteafricanas en poder de Portugal: Safí, Santa Cruz, Aemmur y Mazagán recibían trigo de las Azores, mientras que Ceuta, Alcázar Zeguer y Arcila lo hacían de Andalucía. Cuando soplaba viento del norte, los barcos salían de Cádiz y Puerto de Santa María; en los periodos en que soplaba el Levante, los barcos partían de Málaga y Gibraltar.
La colaboración con los presidios aumentó, si cabe, en 1580, al incorporar Felipe II Portugal a los territorios de su monarquía.
Mientras Tánger fue remisa a aceptar a Felipe II como rey, Ceuta simpatizó con el nuevo monarca al ofrecer apoyo militar a la plaza, dando orden a don Álvaro de Bazán del envío de hombres y materiales de fortificación.
La dependencia de las posesiones portuguesas, regidas por el Consejo de Portugal, se hizo aún más marcada respecto a los puertos andaluces y demandaban de Andalucía preferentemente trigo, cebada, bizcochos, armas, municiones, pólvora, artillería y personas.
En esos intercambios se mencionan Cádiz, Puerto de Santa María y Gibraltar, pero no Tarifa. Sin embargo, en el Archivo Nacional de Torre do Tombo, con sede en Lisboa, se aporta el dato de cómo en Tarifa residía un notable tangerino, Lopo de Paterna, caballero de la Orden de Cristo.
Sin embargo, no hay constancia de la existencia de contactos comerciales y de ayuda mutua entre Tarifa, Tánger y Ceuta, y ello a pesar de que Tarifa no poseía puerto, “con una costa brava sin abrigo”, aunque en las averiguaciones realizadas por Juan de Arellano en 1615 se señalaba que se solían embarcar en la playa de Tarifa gentes con dirección a Tánger.
En 1535 Tarifa también participó en la llamada Jornada de Túnez, que posibilitó su conquista por el rey emperador Carlos I; para ello envió 13 jinetes, tal y como se recoge en la Transacción o Concordia firmada entre la entonces villa tarifeña y su señor, el marqués Fadrique Enríquez de Ribera, en 1536, un envío de jinetes que supuso un coste de 159.120 maravedís.
También se conoce por el Archivo Nacional de Torre do Tombo que, cuando se realizó el ataque turco a Gibraltar, el marqués de Tarifa y primer duque de Alcalá de los Gazules, Per Afán Enríquez de Ribera, envió a 53 hombres de armas, entre los que se encontraban apellidos de importancia en la Tarifa Moderna como Palomino, Antón de Morales, Joan de Arcos o Joan Bermúdez. Estos últimos fueron dos de los trece caballeros de cuantía que se presentaron “cumplidamente” en el alarde ordenado por el marqués Fadrique en 1530.
Por último, citaremos las relaciones mantenidas entre Tarifa y Alcázar Zeguer, una plaza de indudable valor estratégico, situada en la desembocadura de un pequeño río, el Kazar, en una ensenada no demasiado grande pero apta para embarcaciones de reducido tamaño y calado, además de ser el punto más cercano a Tarifa.
Pero Alcázar Zeguer tenía un grave problema defensivo: a poniente de las defensas se levantaba una loma, el Yebel Gomari, desde la cual los atacantes magrebíes causaban muchas bajas en la guarnición portuguesa al dominar no solo las murallas, sino también la población. Entre las víctimas se incluyeron algunos de sus gobernadores, como Rui Díaz de Sousa en 1550.
Un aspecto deficiente que se trató de remediar ocupando la colina y construyendo allí una fortaleza, el Seinal, pero los trabajos fueron abandonados por el alto costo y el poco provecho que podía obtenerse.
A últimos de septiembre de 1549, Juan III de Portugal ordenó por escrito a su gobernador, Álvaro de Carvalho, la evacuación de la plaza, con muy poco tiempo de diferencia respecto a la evacuación realizada en Arcila.
La plaza jamás volvió a ser ocupada, ni por cristianos ni por berberiscos, quedando en poco tiempo convertida en un campo de ruinas.
Ruinas que contemplaban los marinos y corsarios tarifeños cuando desembarcaban en su rada, y de ello nos habla un documento procedente del Archivo Ducal de Medinaceli, que se encuentra francamente deteriorado, pero al cabo puede reproducirse en la mayor parte, y hablando de Alcázar Zeguer señala: “que don Juan Tercero de Portugal por… cargase de costa… cuyas murallas y castillo… por su cercanía se ve… y sobre la puerta que cae a la puerta de la mar de aquella ciudad arruinada en una grada de mármol blanco que forma un grande y bien hecho escudo están puestas las interior del castillo de Alcázar Zeguer. Santas y preciosas armas de la Corona de Portugal que son las cinco llagas de nuestra redención… aquel reino llaman guinas con sus castillos por horla… admiración de que en tantos años ansí por moros naturales como por los corsarios turcos que allí se acogen al río y surgidero que está pegado a la dicha puerta no se halle en todo el dicho escudo y armas una señal de haber sido ofendido ni maltratado con escopetas, piedras y otras cosas… gente tan bárbara y enemiga… esto es porque se puede tener por cosa sobrenatural a Dios que en toda parte es poderoso".
Al día de hoy solo tenemos un testimonio de intercambios en el siglo XVI entre Tarifa y Alcázar Zeguer, que se remonta al 7 de agosto de 1523 y procede del Archivo de Torre do Tombo, en Lisboa, cuando en una carta de reconocimiento de pago el síndico del rey Juan III en Alcázar Zeguer, Henrique Juzarte, reconoce que había recibido del factor en Andalucía, Sebastião Álvares, 228 cruzados y medio por la plata empeñada en Tarifa para la compra de pan para la villa de Alcázar Zeguer.
El 3 de octubre de ese mismo año, Diogo Dias, vecino de Alcázar Zeguer, declaraba haber recibido 228 cruzados y medio del escribano factor de Andalucía para desempeñar la plata que estaba en Tarifa.
En siguientes entregas abordaremos los intercambios y ayudas mutuas a lo largo del siglo XVII, pero para todos aquellos que quieran consultar la totalidad del artículo facilitamos el enlace con la Revista Cuadernos del Archivo General de Ceuta, donde ha sido publicado en su número 25.
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