Las relaciones de Tarifa con el norte de África en los siglos XV, XVI y XVII (I)
Retazos de Historia
Tarifa se convirtió en una plaza fuerte y a pesar de sus privilegios nunca suficientemente poblada, con un vecindario fundamentalmente de carácter militar
Tarifa tenía hacía 1420 una población de 500 vecinos, superados ampliamente por la guarnición militar
Religiosidad popular en Tarifa en la edad moderna: Exaltaciones
A lo largo del siglo XIII, la frontera que separaba los reinos cristianos de Al-Andalus había sufrido significativas variaciones. En el año 1212, los reyes de Castilla-León, Aragón y Navarra vencieron al califato almohade en la batalla de las Navas de Tolosa, conocida también por la historiografía musulmana como la batalla de Al-Iqāb o batalla del castigo (معركة العقاب).
La victoria cristiana supuso la conquista castellanoleonesa del Valle del Guadalquivir por Fernando III, el Santo, con las tomas de Córdoba en 1236, Jaén en 1246 y Sevilla en 1248 que se completará con la incorporación de las poblaciones al norte del Barbate, como Cádiz en 1262, Jerez ocupada por primera vez en 1253 y definitivamente en 1264, o Vejer unido finalmente en 1285, ya en tiempos de rey Alfonso X.
Una expansión territorial que conllevaría la toma de Tarifa el 21 de septiembre de 1292, arrebatada a los benimerines norteafricanos por una coalición formada por Sancho IV de Castilla-León y el sultán nazarí de Granada Muhammad II, que contaron con la inestimable ayuda de galeras aragonesas enviadas por su rey Jaime II. Fue el inicio de la llamada Batalla del Estrecho, que conllevó la conquista de Algeciras en 1344, su reconquista por los musulmanes en 1369 y su destrucción diez años más tarde ante la imposibilidad de su defensa por los nazaríes. El epilogo final de la Batalla del Estrecho tuvo como referente la definitiva conquista por parte de la corona castellana de Gibraltar en 1462.
La expansión castellano-leonesa conllevó una doble actuación: conquista/repoblación, conformando un basto territorio que se conocerá como reino cristiano de Sevilla, un proceso que -como indica el profesor Martín Gutiérrez- duró 237 años y que comprendió desde la conquista de Sevilla a la toma de Ronda en 1485. Un periodo marcado por el gran cambio que supuso la sustitución de la sociedad andalusí, relevada por una de carácter señorial en la que se formaron los grandes dominios de la nobleza castellano-leonesa, como los Ponce de León, los Ribera y, sobre todo, los Pérez de Guzmán.
Desde el preciso momento de su conquista, la ya entonces villa de Tarifa se convirtió en uno de los principales bastiones de la corona de Castilla en la banda fronteriza con el sultanato granadino y los benimerines norteafricanos, con los que era igualmente frontera en la franja marina que separa Europa de África, Tarifa de la Frontera, tal y como fue denominada en el Catastro de Ensenada.
El maestro de historiadores, el catedrático Miguel Ángel Ladero, viene a ofrecer la misma visión de los hechos ampliándolos en el tiempo: “… hay dos tiempos bien marcados y distintos en la historia de los intereses y actuaciones de Castilla en el Estrecho de Gibraltar y las costas norteafricanas desde que cae Sevilla (1248), y comienza el reinado el reinado de Alfonso X (1252), hasta que muere Fernando el Católico (1516), que tanto impulsó desde su regencia las empresas militares en la Berbería”.
En cuanto a Tarifa, básicamente se convirtió en una plaza fuerte y a pesar de sus privilegios nunca suficientemente poblada, con un vecindario fundamentalmente de carácter militar, base de almogávares en sus incursiones en territorio musulmán, ya fuere peninsular o norteafricano.
Incursiones en territorio norteafricano en busca de botín, principalmente esclavos, organizadas y llevadas a cabo por los concejos de Jerez y Cádiz, que partían de esta última y también de Tarifa en función de su cercanía a la costa africana, a las que se sumaban los vecinos de Tarifa.
Incursiones bélicas, que se simultaneaban con el comercio con las ciudades costeras norteafricanas, ya que las mismas eran centros exportadores de trigo, a los que acudían barcos castellanos y portugueses, en una corriente exportadora de cereal norteafricano que finalizó hacia 1542.
El cronista oficial de Ceuta, J. L. Gómez Barceló, siguiendo la Crónica de Eanes de Zurara, pone de manifiesto como Ceuta contaba por aquella época con 103 molinos de agua, 43 manuales y 4.000 silos.
Los portugueses, que habían participado decisivamente en la batalla del Salado en 1340, limitados en su expansión en territorio peninsular con la conquista de la zona occidental del Algarbe, se adelantaron a los castellanos en la conquista y control de las ciudades norteafricanas y de las rutas de comercio que controlaban, una expansión marítima que llevo a los intrépidos navegantes lusitanos hasta la India, Catay (China) y Cipango (Japón), en busca de las codiciadas especias, sobre todo desde la caída de Constantinopla en 1453.
Y así mientras Castilla frenaba su expansión hacia el Magreb por disputas internas, en 1415 las naves lusitanas se lanzaban a la ventura en dirección a Ceuta. Los tarifeños contemplaron desde sus murallas el poderoso despliegue naval portugués, que atracaron sus navíos en Getares, el alcaide de Tarifa Martín Fernández Portocarrero, de antiguo linaje portugués y caballero muy cercano a Enrique III de Castilla, no dudó en ofrecer víveres al monarca luso Juan I, al que envió vacas y carneros, llevados por su hijo Pedro Fernández quien rindió honores al rey de Portugal y le pidió permiso para incorporarse a la expedición de conquista, que se verificó el 21 de agosto.
Según Sánchez Saus, para Castilla la noticia de la toma de Ceuta tuvo un sabor agridulce, pues, aunque existía cierta alegría por la victoria frente a un enemigo común, suponía por otro lado la entrada en el Estrecho de unos rivales en la vieja aspiración castellana de llevar la “Reconquista a África” y el control del canal de agua que separa los dos continentes. Ladero indica, igualmente, que las ambiciones castellanas sobre la Berbería, se remontaban al reinado de Alfonso X, cuando se consideró el deseo de conquistar Tarifa, para que sirviese como puerto de salida de las expediciones que habían de partir para la conquista del norte de África “en una cruzada allende del mar”.
La conquista de Ceuta fue seguida de la de Alcázar Zeguer en 1458, Tánger en 1471 y más al sur Safí en 1508 y Azemmur en 1513, un territorio que era conocido como el Algarbe de la Berbería o Berbería de Poniente, donde los portugueses tendrán el mayor protagonismo con exclusión de las Islas Canarias y Santa Cruz de la Mar pequeña, en manos castellanas, y es que Castilla lanzó su expansión sobre la Berbería de Levante, el norte de África mediterráneo, buscando proteger las costas del sur y el Levante peninsular y las posesiones italianas.
Las primeras colaboraciones entre Tarifa y los presidios portugueses en el Magreb. El siglo XV
Tarifa, según Mª Asunción Vilaplana, en la relación de Cuentas del Alcabalero mayor de Sevilla de 1420, registra tal y como recoge Sánchez Saus una población de 500 vecinos y una guarnición compuesta por 80 caballeros, 220 lanceros, 9 alcaides de las torres, 8 atajadores, 2 almocadenes, 90 velas o guardias centinelas, 36 rondas o patrullas de vigilancia y sobrerrondas o segundas rondas para reforzar la seguridad de los puestos de vigilancia.
A pesar de los primeros recelos en Castilla, por la toma portuguesa de Ceuta, bien pronto se estableció la colaboración entre Tarifa y la ciudad norteafricana, de manera que, en 1418, desde Tarifa se comunicó a Ceuta, a través de Gonzalo Esteves Tavares, enviado por el alcaide Pedro Fernández de Portocarrero, un inminente ataque berberisco a la plaza, igualmente un año más tarde en 1419 se comunicaba a la corte lisboeta el cerco que sufría la plaza ceutí.
La colaboración militar se manifestó, también, en la presencia en Tarifa de un escudero portugués, acompañado de muchos hombres de a píe.
Gómez Barceló indica la existencia de una serie de cartas enviadas a Ceuta desde Tarifa, en las que informaba como el rey de Granada se encontraba preparando en Málaga una flota para atacar la ciudad norteafricana.
La importancia de las dos plazas fuertes, Ceuta y Tarifa, se pone de nuevo de manifiesto, tal y como recoge el profesor Juan Abellán, en la sesión capitular del cabildo de Jerez de la Frontera, cuando se leyó una carta de fecha 23 de octubre de 1450, en la que el concejo de Tarifa solicitaba al de Jerez el envío de 100 ballesteros, dado que se tenía noticias, por las “…quel rey de Granada con su poderío viene sobre esta dicha villa, e en las cibdades de Málaga y Ronda se labran muchos pertrechos e artillerías…”, esa misma carta contenía, igualmente, que dichos preparativos, según informaciones de dos cautivos musulmanes, era producto de una alianza entre el rey de Granada, Muhammad IX y el de Fez, que se plasmaba en un ataque combinado, el nazarí atacaría Tarifa y el de Fez haría lo mismo con Ceuta.
La colaboración de Tarifa, cuya tenencia estaba en manos de los Saavedras, con las posesiones portuguesas se amplió con la conquista portuguesa de Alcázar Zeguer en 1458, tras su toma por el rey Alfonso V, se presentó ante el mismo, el teniente alcaide de Tarifa, Alonso de Arcos, que se ofreció a servirle con 100 hombres. Tras la vuelta del monarca portugués a la península, con la mayor parte de su ejército, Alcázar fue sitiada por los berberiscos, de forma que el teniente alcaide Alonso de Arcos enviaba semanalmente un bergantín para conocer sus necesidades: “… cada somana ally enuyava a los cercados hum bragantym a fazer pregunta se lhe compia alguna cousa...”.
En otra ocasión, Alcázar Zeguer y Ceuta, fueron objeto de un cerco simultáneo, tal y como expuso el gobernador de Ceuta, conde de Villarreal, en una carta enviada al alcaide de Tarifa en demanda de auxilio y donde se menciona la presencia de ballesteros granadinos y galeras tunecinas en el puerto de Badis, a solo 150 kilómetros de Ceuta.
Por su parte Tarifa remitió otra carta al concejo de Sevilla, la que las autoridades tarifeñas temían lo peor, tanto para Alcázar Zeguer como para la propia villa de Tarifa, lo que ponía de manifiesto, tal y como opina el catedrático López de Coca, que la supervivencia de las plazas portuguesas como Ceuta dependía de la ayuda prestada por las villas andaluza ribereñas del Estrecho.
La colaboración de Fernán Arias de Saavedra con los presidios portugueses, se manifiesta, de nuevo, cuando en el otoño de 1476 las autoridades portuguesas de las plazas norteafricanas urdieron junto al noble castellano, una conspiración, en la que se trataba de desestabilizar la banda fronteriza con el sultanato nazarí, utilizando para ello a dos caudillos Abencerrajes exiliados en la Berbería. Se les llamó a Tarifa para que sembrasen la discordia entre los alcaides y notables nazaríes de la serranía de Ronda. Más tarde, en 1477, las estrechas relaciones entre Tarifa y los presidios lusos, se manifiesta de nuevo, cuando Fernán Arias se enfrentó a los partidarios de la reina Isabel, confiando en el apoyo de las guarniciones de Arcila, Tánger, Alcázar Zeguer y Ceuta, un clima de inestabilidad que se acrecentó cuando una delegación portuguesa entabló negociaciones en Granada para formar una alianza contra Castilla, lo que determinó que los reyes Fernando e Isabel mantuvieran una flotilla vigilando las aguas del Estrecho.
Cuando se conquiste Tánger y los Enríquez se hagan cargo de la alcaidía de Tarifa, la colaboración continuará, de forma que, en el año 1480, el Adelantado Mayor de Andalucía, Francisco Enríquez de Ribera, prestó ayuda militar al gobernador de Tánger, conde de Olivenza.
La conquista de Alcázar Zeguer posibilitó la realización de incursiones portuguesas y castellanas sobre las comarcas de Tetuán y Tánger, un tema el de las incursiones cristianas en las zonas de La Gomara y Yebala, que se amplió con la toma de la ciudad y puerto de Tánger, pero será objeto de otro artículo.
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