El conjunto de cuevas del Realillo en Tarifa: un enclave paleolítico que perduró en el tiempo
OBSERVATORIO DE LA TROCHA – NUESTRO ARTE PREHISTÓRICO
El conjunto de cuevas del Realillo revela una ocupación simbólica continuada que conecta expresiones artísticas paleolíticas y esquemáticas en la Sierra de la Plata
Los investigadores identifican en el abrigo Realillo I un posible équido paleolítico que amplía el conocimiento sobre la expansión meridional del arte rupestre europeo
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El conjunto de cuevas del Realillo, situado en el término municipal de Tarifa, constituye uno de los enclaves rupestres paleolíticos más singulares y menos conocidos del extremo sur peninsular. Integrado por cuatro abrigos rocosos distribuidos a lo largo de un farallón arenisco de la Sierra de la Plata, este conjunto ofrece un extraordinario ejemplo de la continuidad simbólica y ocupacional de estas sierras litorales, que desde el Paleolítico hasta época histórica funcionaron como refugio natural, mirador estratégico y soporte para expresiones artísticas de diversos grupos humanos. Su situación geográfica, dominante sobre la ensenada de Bolonia y las aguas del Estrecho de Gibraltar, confiere a este enclave un valor paisajístico y arqueológico de primer orden.
La Sierra de la Plata, parte del conjunto de sierras litorales del Campo de Gibraltar, debe su nombre al brillo particular que adquieren sus areniscas al reflejar la luz del sol, especialmente en los atardeceres claros de poniente. Se trata de un macizo constituido principalmente por areniscas del Aljibe, una formación geológica del Mioceno superior muy característica del sur peninsular. La erosión eólica y pluvial ha modelado estas rocas durante milenios, generando abrigos, oquedades, grandes viseras, “tótems” naturales, y auténticas paredes cortadas que desde la prehistoria funcionaron como espacios idóneos para el asentamiento temporal de grupos cazadores-recolectores y, posteriormente, para pastores y comunidades rurales. La Sierra de la Plata, junto con la cercana Loma de San Bartolomé, constituye uno de los paisajes rupestres más ricos en arte esquemático del extremo sur de la península.
En este contexto geológico y cultural se integra el conjunto de cuevas del Realillo, formado por los abrigos denominados Realillo I, II, III y IV. A pesar de que en conjunto presentan un número reducido de motivos pictóricos, su importancia radica tanto en la diversidad estilística como en la posibilidad de encontrarnos ante manifestaciones paleolíticas en una zona donde predominan los motivos de arte esquemático postpaleolítico.
Descubrimiento y primeras investigaciones, el primer abrigo del conjunto, conocido como “Realillo I”, fue descubierto en 1987 por Mario Arias Dietrich, un investigador aficionado que desempeñó un papel relevante en la documentación de enclaves rupestres de la comarca. Durante su hallazgo identificó únicamente una pintura esquemática antropomorfa, representada con una forma característica: una figura humana acompañada de un pedestal o base, de aproximadamente 20 centímetros de altura. Este tipo de antropomorfos, presentes en otros abrigos de la zona, suele asociarse al arte esquemático de la Prehistoria Reciente, aunque su interpretación es variada y controvertida.
Posteriormente, el hallazgo fue divulgado en una publicación del matrimonio Topper, que contribuyó a llamar la atención de especialistas sobre el enclave. Sin embargo, fue en 1994 cuando el conjunto cobró un interés mucho mayor. En ese año Juan Álvarez Quintana descubrió nuevos motivos pictóricos en el interior de “Realillo I”, algunos de ellos muy poco visibles a simple vista. Entre estos nuevos motivos encontró uno que, en un primer examen, fue interpretado como un posible “ramiforme”, es decir, una figura compuesta por líneas que recuerdan la forma de una rama o estructura vegetal.
Un análisis más detenido permitió a Álvarez Quintana reconocer que dichas líneas correspondían, en realidad, al contorno de un équido orientado hacia la derecha. Este descubrimiento adquirió una enorme relevancia, pues las características formales del animal, trazo, proporciones, y técnica, apuntaban a una posible adscripción al Paleolítico Superior, concretamente al Solutrense, un periodo que se sitúa entre aproximadamente 22.000 y 17.000 años antes del presente. Este hallazgo podría situar la representación entre las más meridionales de la Europa paleolítica.
En 1999, el especialista en arte rupestre Lothar Bergmann, conocido por su extenso trabajo en el Campo de Gibraltar y la Janda, analizó el conjunto y coincidió en considerar la pintura del équido como un posible ejemplo de arte paleolítico, reforzando la hipótesis de Álvarez Quintana. De confirmarse plenamente esta interpretación, la cueva se convertiría en un elemento clave para el estudio de la expansión meridional del arte del Paleolítico europeo.
A continuación, describimos cada uno de los abrigos que forman este conjunto rupestre, empezando por “el abrigo Realillo I”.
Es, sin duda, el abrigo más relevante del conjunto. Se halla enclavado en un peñón de arenisca, elevado sobre el terreno circundante y con su boca orientada hacia el sudoeste, circunstancia que facilita la entrada de luz natural durante buena parte del día. La entrada se ubica aproximadamente a 4 metros sobre el suelo, lo que convierte su acceso en una operación relativamente difícil, especialmente sin equipamiento adecuado. El ascenso recuerda, por su inclinación y tipo de roca, al necesario para llegar a la cercana Cueva del Corchadillo, otro enclave reconocido por contener arte esquemático.
En el interior se hallan las pinturas mencionadas: la figura antropomorfa con pedestal descubierta en 1987, el posible équido paleolítico identificado en 1994, y otros restos de pigmentación muy deteriorados cuya interpretación resulta incierta.
El abrigo Realillo II: El abrigo marcado con el número II es significativamente más modesto que el primero. Se trata de una pequeña oquedad en el mismo frente rocoso, con un espacio interior reducido y escasa profundidad. Solo se conserva un único motivo pictórico, consistente en varias líneas paralelas entre sí, ligeramente inclinadas hacia la derecha. Este tipo de figuras aparece en numerosos abrigos del arte esquemático del sur peninsular y suele interpretarse como un motivo abstracto quizá relacionado con marcas de cómputo, señales de tránsito o símbolos rituales cuya función exacta sigue siendo objeto de debate. La ubicación del abrigo, algo más accesible que Realillo I, permite observar la figura con relativa facilidad, aunque el paso del tiempo y la exposición al viento han erosionado parcialmente la superficie arenisca, dificultando la apreciación completa del motivo.
El abrigo Realillo III, comparte ciertas similitudes con el II tanto en tamaño como en composición. También en este caso nos encontramos ante un espacio de dimensiones reducidas, generado por la erosión natural de la roca. Al igual que en el abrigo anterior, solo se conserva una única grafía, pero en este caso se trata de un ramiforme vertical, un motivo común en el arte esquemático de Andalucía. Los ramiformes presentan una línea principal de la que parten otras líneas secundarias, a modo de ramas de un árbol estilizado o peine esquemático. Este tipo de grafías podría tener múltiples significados: desde representaciones metafóricas de árboles o estructuras vegetales hasta símbolos de organización social o marcadores territoriales. El estado de conservación de este motivo es algo mejor que el de Realillo II, aunque también se observan desgastes y pérdidas de pigmento, típicos de la arenisca expuesta al aire libre.
El abrigo Realillo IV, presenta mayor complejidad que los dos anteriores. En sus paredes se han identificado tres motivos pictóricos, aunque muy deteriorados. El primero es un ramiforme horizontal, cuya disposición recuerda a una rama tumbada o estructura alargada con apéndices. El segundo, un antropomorfo del tipo “phi”, característico del arte esquemático peninsular. Este tipo de figura, formada por un círculo del que emerge una línea vertical, se asocia simbólicamente con representaciones humanas estilizadas, posiblemente de carácter ritual. Una tercera figura, un posible antropomorfo de trazado muy poco nítido y difícil interpretación. La erosión ha afectado intensamente este abrigo, por lo que la lectura de las grafías es compleja y su identificación debe tomarse con cautela.
Más allá de sus motivos pictóricos, el conjunto del Realillo tiene un valor singular por encontrarse en un territorio que fue, desde la prehistoria, un lugar de paso entre continentes. La proximidad del Estrecho de Gibraltar convierte la Sierra de la Plata en un mirador natural hacia África. En días despejados puede distinguirse la costa del Rif, lo que da idea del estrecho contacto que debieron tener en la prehistoria los grupos humanos que habitaron uno y otro lado.
El entorno inmediato, próximo a la Cueva del Moro, la Cueva de las Palomas, la Cueva del Arco, la Cueva del Corchadillo y otros enclaves rupestres, forma un conjunto excepcional de manifestaciones artísticas. Buena parte de estas corresponden al arte esquemático, datado generalmente entre el Neolítico y la Edad del Bronce, pero la presencia del posible équido paleolítico confiere al Realillo un interés especial, al sugerir la coexistencia o superposición de tradiciones gráficas muy diferentes.
La Sierra de la Plata también destaca por su vegetación típica: alcornocales dispersos, acebuches, lentiscos y sabinas costeras, especies adaptadas a un clima mediterráneo con influencias atlánticas. La fauna actual —rapaces, zorros, cabras montesas y reptiles— nos recuerda que este territorio conserva aún parte del paisaje que pudieron conocer los antiguos grupos de cazadores-recolectores.
Aunque pequeño en número de grafías, el Conjunto de Cuevas del Realillo ofrece un testimonio invaluable sobre la diversidad y riqueza del arte rupestre en el sur de Andalucía. La posibilidad de que uno de sus motivos corresponda al Paleolítico Superior abre una ventana excepcional para comprender la movilidad de los grupos humanos en el Estrecho y la persistencia de tradiciones simbólicas en un territorio clave entre dos continentes.
Hugo Alberto Mira Perales es especialista en arte prehistórico de la Asociación Cultural La Trocha y consejero de número de la 2ª sección (Arqueología, Etnología, Patrimonio y Arquitectura, en el Instituto de Estudios Campogibraltareños, Miembro del grupo de investigación PAI-HUM 1130, Miembro del comité ejecutivo de la revista 1902 COMMITTEE, Miembro del Proyecto First Art
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