Se ha convertido, en los últimos años, en uno de los cultivos de moda en prácticamente todo el arco mediterráneo e incluso llegando hasta las aguas del Atlántico que bañan el suroeste peninsular. El aguacate ha ido ganando terrenos en el litoral desde que hace medio siglo comenzara a ser cultivado en el valle del Guadalfeo, en la Costa Tropical de Granada.

Desde allí el aguacate fue poco a poco extendiéndose, primero a la Axarquía malagueña y posteriormente llegando por el oeste a Cádiz, Huelva y el Algarve en Portugal, alcanzando por el este Valencia y Castellón. Son ya, aproximadamente, más de 12.000 las hectáreas dedicadas a este cultivo en toda la geografía nacional, de las que gran parte se encuentran en la Costa Tropical de Granada y Málaga, con 8.000. Es en este punto del sur peninsular donde se dan las mejores condiciones para el desarrollo del cultivo y la producción de aguacate, un fruto que necesita de una temperatura máxima y mínima y una humedad relativa que ronde el 50%.

Pese a ello, la carencia de agua está provocando que la producción en esta zona se sitúe en los 8.000 kilos por hectárea y que corra el riesgo de comenzar a reducirse. El contraste se produce en la Comunidad Valenciana, donde por ahora no existe esa problemática con el agua, e incluso en Huelva, donde todavía queda, a pesar de estar registrándose mínimos históricos, con Doñana secándose. En el litoral onubense las cifras hablan de 15.000 a 18.000 kilos por hectárea.

En esta provincia ya hubo, hace en torno a cuatro décadas, un primer intento de plantar aguacate, aunque las pocas plantaciones existentes entonces fueron abandonadas. Ahora, en el último lustro, el aguacate ha vuelto a la costa de esta provincia como alternativa al cultivo de berries, mientras que en la Comunidad Valenciana su cultivo se ha implantado también como alternativa, en este caso a los cítricos como la naranja o la mandarina, debido a una mayor rentabilidad y a un uso similar, incluso menor, de agua para el cultivo.