Los hábitos correctos de alimentación y de vida saludable se han visto también afectados por la pandemia de la COVID-19, especialmente en las personas más vulnerables y de mayor de edad. Las restricciones de movilidad decretadas durante el Estado de Alarma dificultaron el acceso diario a aquellos alimentos que deben ser la base de toda dieta (verduras, pescados, frutas, etc.) así como a realizar un mínimo de actividad física de forma cotidiana. Alimentos procesados –con más grasas y azúcares– reemplazaron a los productos frescos, mientras que el sedentarismo se impuso ante la indicación de no salir a la calle para prevenir contagios. Todo esto ha tenido efectos negativos en la salud de muchos de nuestros mayores, un hecho que hemos constado los farmacéuticos en nuestra labor diaria.

Aunque una correcta alimentación no previene del contagio del SARS-CoV-2, sí es sabido que ayuda a fortalecer el sistema inmune y cómo responderá ante el virus, ayudando así a reducir la progresión de la enfermedad y gravedad de la sintomatología. Esto es especialmente relevante en las personas de edad avanzada, cuyo sistema inmune se ve debilitado con el paso del tiempo debido a la inmunosenescencia, por el que pierden funcionalidad las células que participan en este sistema. Este hecho se puede agravar en presencia de enfermedades como la obesidad, la diabetes, la hipertensión o las enfermedades cardiovasculares, enfermedades relacionadas con la alimentación y que son también factores de peor evolución del coronavirus. Por todo ello, resulta esencial que una persona mayor siga una alimentación sana y saludable para preservar la fortaleza y funcionalidad de su sistema inmune, más si cabe en el actual escenario de pandemia.

La alimentación sana es fundamental, más si cabe en el actual escenario de pandemia.

¿Cómo se consigue? Claves para comer bien

Alimentación variada y rica en frutas y verduras. Frutas, verduras y legumbres deben ser la base esencial de una correcta alimentación. En menor medida se deben incorporar también productos de origen animal, como pescados, carnes y lácteos. El consumo de carnes rojas debe ser muy limitado (una vez a la semana).

La idoneidad de las proteínas. Las proteínas pueden desempeñar muchas funciones en nuestro organismo y una de ellas es formar parte de los anticuerpos. Con esto no quiere decir que lo tengamos que consumir de forma exagerada, sino de forma equilibrada. Pueden ser de origen animal (leche, huevo, pescado) o vegetal (lentejas, almendras).

Antioxidantes. Deben consumirse todos los días. Pueden ser la vitamina C (una naranja o un mango, suficiente para cumplir las necesidades diarias) la vitamina E (un puñado de almendras) o el licopeno (un trozo de sandía).

Vitamina D. Mención aparte merece esta vitamina, especialmente durante el confinamiento y la imposibilidad de pasar mucho tiempo en la calle, ya que la principal fuente de vitamina D son los rayos UV del sol. Champiñones y sardinas son alimentos ricos en esta vitamina.

Azúcares o productos elaborados. Está demostrado que el consumo de estos alimentos interviene en múltiples patologías, así como la salud intestinal, pudiendo generar sustancias nocivas que interfieran en la expresión adecuada del sistema inmune.

Grasas positivas. Las grasas mono y poliinsaturadas también forman parte de las células que participan en el sistema inmune, como las que se encuentran en el salmón, aguacate, aceite de oliva, almendras, nueces, cacahuates, etc.

Hidratación. Fundamental para el organismo. Se recomienda consumir agua, té (manzanilla, té verde o té negro) u otras infusiones y evitar las bebidas alcohólicas o azucaradas.Ejercicio. Junto con una correcta alimentación, las suficientes horas de sueño y el nulo consumo de tabaco y alcohol, el ejercicio es parte fundamental para fortalecer el sistema inmune. También se recomienda realizar actividades recreativas (escuchar música, juegos de mesa, etc.) que favorecen el fortalecimiento de las capacidades psico-cognitivas.

Importante. Las recomendaciones específicas y personalizadas sobre nutrición deberán ser indicadas por un profesional sanitario (caso de una posible suplementación alimenticia) especializado en consejo nutricional, como pueda ser un farmacéutico, ya que pueden existir interacciones fármaco-alimento que se deben valorar.