Sociedad

El motivo por el que han llegado pocas momias hasta nuestros días

Momia expuesta en un museo egipcio

Momia expuesta en un museo egipcio / PIXABAY

Millones de personas han sido momificadas desde las Chinchorro, momias más antiguas del mundo enterradas en el desierto de Atacama, hace siete mil años. Seres humanos muertos cuyos tejidos blandos y órganos han sido preservados por exposición intencional o accidental a productos químicos, frío extremo, humedad muy baja o falta de aire, de modo que el cuerpo recuperado no se descomponga más si se mantiene en condiciones frescas y secas.

Sin embargo, un bajo porcentaje se mantiene en nuestros días. Uno de los principales motivos es que desde la antigüedad, durante siglos, el polvo de momia se usaba como medicina. Aquí os explicamos cómo.

Desde Plineo El Viejo, escritor y militar en época romana, que consideraba que cortaba hemorragias, cicatrizaba heridas, trataba cataratas, servía como linimento para la gota, curaba el dolor de muelas y el catarro crónico, aliviaba la fatiga al respirar, cortaba la diarrea, corregía los desgarros musculares e incluso enderezaba las pestañas que molestan al meterse dentro de los ojos, se asoció el polvo de momia con fines curativos. 

De la caza de momias al desengaño

Así, los cuerpos momificados empezaron a molerse para obtener el polvo y distribuirlo, perdiéndose buena parte de las momias que se generaban. Fueron varios siglos en los que se produjo una verdadera caza de momias egipcias, sobre todo, ya que eran los principales productores por su convencimiento del efecto divino que tenían la momificación en las personas. 

Algunos confundieron la mumia, polvo de la momia, con la mumiya, especie de betún usado por médicos persas como cicatrizante en heridas y fracturas de huesos

Los cantos de sirena por todo el mundo del efecto senador de la mumia hacía el resto, aunque la historia demostró posteriormente que muchos confundieron el concepto de mumia con el de mumiya, una especie de betún usado como cicatrizante en heridas y fracturas de huesos por parte de los médicos persas.

El efecto real de la mumia en la salud de las personas era nula, más allá del efecto placebo que podría generar el pensar que estabas siendo tratado con algo curador, pero el número de momias descendió de forma notable hasta que ya en el Renacimiento empezó a destaparse el engaño en cadena que había supuesto tal concepto y hacia el siglo XVIII la mumia se había convertido en un recurso para casos desesperados, abandonándose su prescripción en el siglo XIX, aunque algunas exposiciones han mostrado las momias más actuales, que datan de 1940.

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