Sociedad

Así es el ala oeste del Museo de Historia Natural de Nueva York

Personas visitando la sala de la colección de Louis V. Gerstner, Jr Museo de Historia Natural de Nueva York

Personas visitando la sala de la colección de Louis V. Gerstner, Jr Museo de Historia Natural de Nueva York / EFE

El Museo Americano de Historia Natural (AMNH, en inglés) inauguró el Centro Richard Gilder para la Ciencia, la Educación y la Innovación en su ala oeste, un espectacular edificio de hormigón lleno de líneas curvas y llamado a convertirse en uno de los hitos arquitectónicos de Nueva York.

El edificio, que se levanta seis pisos sobre el suelo, da a la Avenida Columbus y tiene 21.000 pies cuadrados, costó 465 millones de dólares y comenzó a construirse en 2014, pero la pandemia del coronavirus obligó a retrasar su apertura en varias ocasiones.

La estructura completa de la nueva ala ha sido fabricada con hormigón armado proyectado de color blanco crudo, y es obra de la arquitecta Jeanne Gang, que explicó en su presentación que ha querido propiciar a través de lucernarios y amplias ventanas de diversas formas sin una sola línea recta "la circulación del aire y la luz", y que también tuvo en cuenta el eje del sol para evocar en lo posible el sistema solar.

Gang dijo que se inspiró "en las cuevas y cañones" del suroeste de Estados Unidos, así como la forma en que el hielo y el agua caliente han ido moldeando caprichosamente las rocas en numerosos lugares.

Con ello, ha trazado las líneas de los distintos espacios con dos fines principales: crear una conexión natural con Manhattan y facilitar la circulación hacia todos los espacios del museo, uno de los más populares de Nueva York y del mundo, con cerca de 5 millones de visitas anuales.

"Quisimos crear espacios que inspiren curiosidad e inviten a la exploración -dijo Gang-, y que el centro sea una invitación a conocer nuestro mundo natural y las increíbles colecciones que atesora el museo", famoso principalmente por su planetario, su colección de fósiles de dinosaurios y su diversidad de animales disecados.

Insectos, mariposas y realidad inmersiva

El Richard Gilder consta de varias salas que pasan a ser lo más moderno del mundo museístico en historia natural: un "insectario" donde campan a sus anchas hormigas en plena faena de transporte de alimentos, abejas, escarabajos de todos los tamaños o gusanos de seda dedicados a su labor.

Esta sala trata de romper con "la mala fama que arrastran los insectos", dijo David Grimaldi, uno de sus responsables, cuando lo cierto es que un 99 % son inofensivos (ni pican ni transmiten enfermedades) y esenciales en la naturaleza.

Pero la que se convertirá sin duda en la sala estrella es la de las mariposas: 600 ejemplares de 80 especies diferentes, procedentes de Asia, América y África, volaban hoy dentro de un microespacio tropical llenándolo de todos los colores. Varias lupas gigantes colocadas estratégicamente permiten verlas en el momento de libar frutas puestas a su disposición.

En un registro totalmente distinto, otro de los nuevos espacios es una sala de realidad inmersiva de 360 grados, donde los visitantes pueden sentir que navegan por el fondo del mar o por el aire y pueden pisar virtualmente charcos de agua o puñados de plancton y dispersarlos en el espacio.

Un museo "contra el negacionismo y la posverdad" 

No faltaron los mensajes ideológicos en un museo que se ha sumado en los últimos años a la cultura "woke" de Nueva York, y la ahora presidenta emérita, Ellen Futter, que dejó la dirección efectiva del centro hace solo unos meses, dejó claras las misiones que el museo se arroga: el entendimiento cultural, la protección de la biodiversidad y la lucha contra la crisis climática, dijo.

"Hay una enorme necesidad de comprensión para combatir la desinformación y el negacionismo científico", dijo Futter, que insistió en que "en el mundo de la posverdad" se hace más importante que nunca "confiar en la ciencia y entender que todo está interconectado".

Y ciertamente, el nuevo centro insiste en esa idea principal en todas sus salas: que el mundo en que vivimos es uno solo y que todos -seres humanos, animales y plantas- estamos mucho más interconectados de lo que creemos.

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