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La dulzura hebrea de la Virgen María

COFRADÍAS | POR EL CAMINO MÁS CORTO

La dolorosas de Algeciras reciben el tiempo de Cuaresma, ataviadas para la ocasión, con la ya tradicional y clásica vestimenta de hebrea

La Virgen de la Salud.
Manuel Gil

25 de febrero 2024 - 02:00

La Virgen María se presenta en el imaginario popular, de manera común, bajo esa bella estampa y premisa de reina y madre en los más populosos y decorosos altares de las parroquias e iglesias de nuestra comunidad y entorno. Ataviada espléndida y con los mayores exornos que cada congregación, hermandad o feligresía pueda encontrar. Una imagen que cambia por completo y se llena de valor, sencillez y aún más dulzura, si uno logra extrapolarse y adecuarse con la mirada y los ojos con los que Jesús veía a su madre, en aquel Nazaret.

La sobriedad, elegancia, humildad y finura que representa y dibuja el atuendo o indumentaria de hebrea, lejos del barroquísimo y el exceso, perfilan esa imagen de María, propia del contexto social e histórico en el momento de la Pasión. Sin lugar a dudas, uno de los instantes clave del calendario cofrade y todo un regalo que cada año, este tiempo de Cuaresma, los vestidores de la ciudad y las hermandades regalan a los devotos y fieles de las diferentes advocaciones y devociones de Algeciras. Pocos planes hay mejor para un fin de semana de Cuaresma que recorrer, en ese clásico capillismo, las parroquias locales para deleitarse con la versión más nazarena y cercana de María.

La raíz y cuna de esta moda, en más de una ocasión y en otros reportajes se ha abordado aquí, tiene como mucha de la estética y plasticidad de la tradición cofrade actual, origen en la capital hispalense. Precisamente, a principios del pasado siglo, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, uno de los grandes baluartes a la hora de entender la ornamentación, el arte y la iconografía de la Semana Santa de Andalucía, puso en valor (con una pizca de necesidad), en algunas de las dolorosas sevillanas que el artista vestía por aquellos años.

La Virgen de las Lágrimas.

Son muchas las leyendas que recorren los libros y publicaciones de la época sobre la pionera, aunque todos los caminos siempre señalan a Rodríguez Ojeda y acaban cerca del barrio de San Julián en los primeros compases del Siglo XX. El artista, vestidor de la dolorosa del Domingo de Ramos, era plenamente consciente de la compleja situación económica que vivía la corporación en esos momentos, con poco ajuar y un joyero limitado. De ahí que se lanzara y tomase la decisión (en aquel momento arriesgada), de presentarla de hebrea, no específicamente como vemos en la actualidad, pero sí bajo ese mensaje y objeto de realzar la figura de la Virgen a los ojos de Jesús.

Una estampa que muy poco más tarde se vería repetida, en esos años, también en la hermosa dolorosa de la Virgen del Valle. Una especie de tendencia que fue cogiendo fuerza en Sevilla, un fenómeno también ayudado por la precariedad de aquella década de los treinta y la posguerra en España, un complicado contexto económico y social que evidentemente, también repercutía en los guarismos de las hermandades.

Aunque es difícil tapar el sol con una mano y es obligado reconocer que todo cambió y pasó a un escenario y nivel diferente cuando esta práctica se ejecutó en uno de los rostrillos más famosos de la cristiandad. Fue precisamente, de la mano del propio Ojeda y unos años más tarde en la Resolana, en San Gil, cuando todo se asentó y cambiaría para siempre la forma de entender la Cuaresma. La explosión llegó de con su presentación en la Esperanza Macarena, ahí la vestimenta se popularizó de una manera superlativa y cruzó fronteras. Algo que iniciaría Ojeda y que perfeccionaría Garduño, pasados los años 60, para popularizarse en toda la región e incluso en toda España, convirtiéndose en tradición esta imagen de María, como mujer judía, para el tiempo de Cuaresma. Ya saben, cuando pasa la Macarena, nada queda igual.

En lo referente a su uso, prendas y hábitos que formalizan esta particular vestimenta, comúnmente, se utilizan telas de raso o terciopelo, con manto azul y saya roja, normalmente, ceñidas a la cintura con un fajín de rayas y colores llamativos, propia de la estética judía del momento. Obviamente, este estilo ha evolucionado con los años y en la actualidad vemos improntas con colores algo más llamativos, singulares o fuera de los cánones; cada hermandad sigue, lógicamente, su propia línea y estilo en base a la idiosincrasia de cada corporación. Incluso, tampoco es extraño encontrarse esta indumentaria lejos de la Cuaresma, en otras épocas del calendario, e incluso Navidad.

Pocos momentos en Algeciras se brindan más a este bonito recorrido por las iglesias locales para apreciar la gracia y sencillez de María. Su desbordante Alegría salesiana, su caminar hacia un Buen Fin en la Cuesta del Rayo o implorar Salud cerca del sanatorio. Caer embelesado entre Lágrimas en la Capilla de Europa, llenarse de Esperanza en San Isidro, recogerse entre el Mayor Dolor de la Caridad o admirar la Estrella en la humildad de Las Colinas. No caer en la Amargura y creer en la Trinidad, como atisbo de Piedad, sin perder la Soledad. Todas diferentes, todas iguales a los ojos de Jesús y de los algecireños durante esta Cuaresma.

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