Consuelo y Las Lágrimas

El Miércoles Santo tarifeño se hace noche de Lágrimas y Consuelo

  • Los fieles aguardan la respiración en la siempre difícil salida de las imágenes

Si la noche del Martes Santo se hace galería de imaginería, la del Miércoles de Pasión se convierte en lección magistral de arte con el procesionar de la talla más valiosa de la Semana Santa tarifeña. El crucificado muerto se erige en salvaguarda de fe cofradiera y del arte sacro paseando su frágil talla por el ecuador de la Pasión.

La noche se vuelve morada cuando la tarde muere en la Plazuela del Ángel y el aroma a incienso envuelve a la muchedumbre que aguarda expectante la salida procesional del Venerable y Santo Cristo del Consuelo y Nuestra Señora de Las Lágrimas. Son las ocho y media de la tarde y el alboroto que precede al oficio penitencial desaparece cuando las puertas del templo se abren. La Cruz de Guía se reconoce en un mar de capirotes morados y en el claro oscuro velazqueño se va dibujando sobria y frágil la figura del Cristo muerto. Sobre su lecho morado de lirios en su espléndido paso de Misterio obra del maestro Oliva, el mismo autor del espléndido paso del Nazareno, el Consuelo espera a estar fuera del templo para irradiar todo su esplendor figurativo. Nada lo adorna. No lleva potencias doradas ni plateadas. No lleva corona de espina en rico metal. Sólo la soberbia talla que como cuenta la leyenda, apareció hace siglos flotando una añil mañana sobre las aguas del Estrecho. Mecido por las olas del mar como ahora mecen los costaleros a este Cristo del Consuelo que hizo Trinitarios a los bueyes que lo portaron entonces en búsqueda de un Santo cobijo. Y es que según reza, fueron la decisión de los bueyes ante la indecisión humana, los que lo portaron hasta el convento de los monjes Trinitarios sobre cuyos cimientos hoy se levanta el Mercado de Abastos. Por eso, el Cristo fue conocido como Cristo de los Bueyes o del Convento.

Sólo la talla de un hombre clavado en un madero. Sólo una hermosa talla a la que los dedos de las manos delatan querer seguir aferrado a la vida. Sólo una talla… y qué hermoso es ese Cristo del Consuelo que entre revirás preciosas gana Santísima Trinidad para iniciar su desfile.

Y se aleja lentamente el paso a las órdenes de su capataz Pedro Roa, y en la negrura de la noche resplandece su delicada madera datada como del primer tercio del siglo XVI por el historiador José Hernández Díaz.

Y no es menos emotiva la salida de la Virgen de Las Lágrimas, que fue creada en 1961 de las artísticas y desinteresadas manos de Manuel Reiné. Al igual que el Cristo, el paso de Palio de la Virgen tampoco cabe en todo su esplendor por el pequeño pórtico de la iglesia, teniendo que realizar la cofradía un ingenio para desmontar las patas y una vez fuera de la iglesia, salir los costaleros fuera del paso y en un ejercicio físico impresionante levantar el paso mediante unas largas pértigas que atraviesa del martillo a la cola todo el paso para poder ponerle las patas y desfilar correctamente. Un momento donde la plazuela parece ser un solo pulmón que aguanta la respiración en tan delicado momento. Y qué guapa va la Virgen en ese paso de Palio de techo azul noche y decorado en alpaca plateada que refleja los celestes y rosados de la tarde con pinceladas de Sorolla. Y que guapa va la Señora cuando su bambalinas acarician los balcones. Y poco a poco, chicotá tras chicotá, los pasos saludan al torreón del Castillo y el Cristo se gira hacia las aguas que un día lo nacieran en Tarifa. Y la calle Guzmán el Bueno es silencioso Consuelo entre el mar de gente.

Y el Consuelo y Las Lágrimas van acercándose a la plazuela de los Hermanos Costaleros y van los costaleros siguiendo las órdenes y los alientos de sus capataces. Y cuando la noche se hace más noche y la tiniebla convierte al adoquín en mudo testigo de la Pasión del Dios hecho hombre, la Calzada tarifeña, pasillo cofradiero de la Semana Santa acoge el Sermón de la Cita. Un sermón que instaurara en 1947 el padre Franco, y que este año corrió a cargo del reverendo Pedro Enrique García, que derrochó emoción y cariño en su palabras.

Y con la Calzada en penumbra el Cristo del Consuelo se hace Carne de Dios tarifeña y recorre en silencio tan sólo decorados por el leve susurro de la Música de Capilla a cargo del Grupo Sinfonía de Algeciras, su camino por el barrio antiguo. Y a golpe de campanas y del arrastrar de esparto de zapatillas costaleras, los pasos avanzan lentamente el reloj de su penitencia adentrándose por bellos rincones que acentúan la belleza plástica de las imágenes. Y en el ángulo imposible de María Antonia Toledo el barrote de hierro de un balcón parece acariciar al madero sin dañarlo.

El reloj del torreón de San Francisco dibuja las doce de la noche cuando el primero de los pasos del cortejo desemboca de nuevo en la Plaza del Ángel. Principio y final de la estación penitencial. Y se repite las maniobras para entrar a las imágenes y cuando el Cristo ya duerme en su templo Nuestra Señora de Las Lágrimas en mecida por sus costaleros con las notas de "los Campanilleros" interpretada por la Banda de Música de Tarifa que despide con el himno nacional la imagen de la Señora de San Francisco hasta el próximo año.

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