CLXXV ANIVERSARIO “CARTILLA DEL GUARDIA CIVIL” (1845-2020)

La Guardia Civil en San Roque (XXXII)

  • El coronel Jesús Núñez repasa la historia de la Benemérita en el Campo de Gibraltar

  • Esta entrega se dedica a los servicios más destacados entre 1895 y 1898

Promoción del Almanaque de 1896 publicado por "El Heraldo de la Guardia Civil".

Promoción del Almanaque de 1896 publicado por "El Heraldo de la Guardia Civil".

El año 1895 la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz continuaba siendo mandada por el teniente coronel José Luis Gay González, no sufriendo variación alguna ni su estructura órganica ni su despliegue territorial. Por lo tanto ninguna novedad respecto a la presencia del benemérito Instituto en el Campo de Gibraltar en general ni en San Roque en particular.

Por otra parte destacar que el prestigio de la Guardia Civil seguía creciendo más allá de nuestras fronteras, traspasando incluso las de nuestras posesiones de Ultramar en Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Según publicaba el boletín oficial del Cuerpo, en su edición de 16 de mayo anterior, “el Gobierno de la república de Guatemala, ha resuelto establecer una Guardia Civil análoga a la de España, y para ello desearía que como modelos vivos de este Cuerpo se le faciliten a ser posible dos Sargentos o Cabos”.

Por su parte, el teniente general Romualdo Palacio González, director general del benemérito Instituto, dispuso que los aspirantes que se presentasen a la selección, “sean de reconocida honradez, brillante instrucción, tengan mucho amor al servicio, …”.

Tras efectuarse la selección correspondiente, el semanario El Heraldo de la Guardia Civil publicaba el 8 de agosto siguiente que “se han propuesto definitivamente al Ministerio de la Guerra, para que vayan a ponerse a las órdenes del Gobierno de Guatemala, a los sargentos que fueron elegidos, Manuel Serrano Lafuente y Juan Rodríguez García, de la Comandancia de Barcelona el primero, y de la Comandancia de Málaga el segundo”.

Volviendo a San Roque, dicho semanario daba cuenta el 11 de mayo de 1895 que en la cárcel local había sido reconocido el paisano Juan Haro Santo, alias Carbonero, como uno de los autores del asesinato del guardia civil Juan Contreras Castillo, perteneciente a la Comandancia de Jaén.

Gracias a la edición del diario granadino El Popular, de 17 de septiembre de 1894, sabemos que dicho crimen había acaecido dos días antes cuando una pareja de guardias civiles compuesta por el finado y Manuel Moreno López, iba de servicio a pie a la aldea de Charilla desde el puesto de Alcalá la Real, distante unos seis kilómetros. Habían encontrado a tres individuos que les inspiraron sospechas y cuando los trasladaban a la casa-cuartel para identificarlos, fueron sorprendidos y desarmados. Asesinaron a un guardia y dejaron malherido al otro, huyendo a continuación hacia la provincia de Granada.

En el Heraldo de Madrid, correspondiente al 29 abril de 1895, se relataba que en San Roque, el guardia civil Moreno López “se presentó ayer en la cárcel, y declaró sin vacilaciones que reconocía al criminal como uno de los asesinos. La libertad de dicho paisano estaba ya decretada por falta de pruebas en otro delito de que se le acusaba. El criminal será conducido a Alcalá la Real, a disposición de la autoridad militar”.

Mientras tanto los componentes del puesto de San Roque seguían prestando relevantes servicios que se publicaban en el boletín oficial del Cuerpo. Así, en el del 16 de mayo de 1896 se destacaba que el cabo Rafael Gamito Herrera con los guardias civiles José Salvo Viera, Manuel Pino y Manuel Villanueva, habían “descubierto y capturado después de infinitas pesquisas, al criminal Juan Torres (a) Perendengue, el cual estaba reclamado por diferentes autoridades, como ladrón en cuadrilla”. El director general se había enterado con satisfacción de dicho servicio y había dispuesto que se les anotase “en sus respectivas hojas de vida y costumbres”.

El nuevo capitán jefe de la Compañía de Algeciras, cuya demarcación seguía comprendiendo el Campo de Gibraltar, se llamaba Proceso Carretero Gómez. Éste, junto al sargento Francisco Araujo González y el cabo José Domínguez Robles, habían “descubierto y capturado, después de incesantes pesquisas, al súbdito inglés Eduardo Butler”, tal y como se ponía en valor en el boletín oficial de 12 de febrero siguiente.

Resultaba que la orden de su detención había sido reclamada por el subsecretario del ministerio de la Gobernación, Francisco Javier González de Castejón Elío, marqués de Vadillo. Una vez capturado la Guardia Civil lo puso a disposición del comandante general del Campo de Gibraltar, general de división Tomás Bouza Cebreiro. Los guardias civiles actuantes fueron debidamente felicitados por tan importante servicio.

A este respecto hay que significar que en repetidas ocasiones y a lo largo del tiempo, la fuerza del benemérito Instituto desplegada en la Comarca recibió instrucciones similares respecto al seguimiento y captura de determinados individuos relacionados con la colonia británica del Peñón. En la mayor parte de los casos era debido a su vinculación con el espionaje u otras actividades de carácter delictivo o contrarias a los intereses del Estado español.

Hay que tener presente que en la segunda mitad del siglo XIX no existían unos servicios de inteligencia y contrainteligencia tal y como se conocen hoy día. No obstante, desde tiempos muy remotos ha existido el espionaje y el Campo de Gibraltar ha sido históricamente escenario prioritario para los agentes extranjeros, destacando muy especialmente los británicos.

Al margen de lo anteriormente expuesto hay que significar que aquellos eran tiempos convulsos y muy preocupantes para la seguridad pública española como consecuencia del incremento de la actividad criminal y terrorista anarquista potenciada por la influencia extranjera.

El 8 de agosto de ese mismo año sería asesinado por un anarquista italiano en la localidad guipuzcoana de Mondragón, Antonio Cánovas del Castillo, presidente del gobierno español. El Heraldo de la Guardia Civil dedicaría a su figura la mayor parte del número publicado el 15 siguiente.

Sin perjuicio de la situación derivada de ello y de otros criminales atentados que fueron sacudiendo la vida política española, los componentes del puesto de San Roque continuaron cumpliendo ejemplarmente con su servicio diario.

Así, en el boletín oficial del Cuerpo publicado el 8 de enero de 1898 se felicitaba por el director general la actuación del recientemente ascendido cabo José Salvo Viera, auxiliado por los guardias civiles Antonio Lara, Manuel Villanueva y Manuel Ortega. Tras participar en la extinción de un incendio provocado el 1º de octubre anterior en el monte llamado Majadas de las Cosechas, propiedad de Luis Fernández de Córdoba Salabert, duque de Medinaceli, consiguieron detener al pirómano y ponerlo a disposición judicial.

Tres meses después iba a comenzar una desigual guerra en Ultramar. Estando ya en plena crisis prebélica propiciada y urdida por el gobierno de los Estados Unidos de América para apropiarse de las posesiones españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, volvía a felicitarse nuevamente al puesto de San Roque.

Según se relataba en el boletín del 8 de abril siguiente, el cabo Salvo y el guardia Villanueva, junto al de igual clase llamado José González, capturaban, “después de incesantes pesquisas”, a uno de los autores del robo perpetrado el 19 de diciembre anterior en la casa de campo llamada Las Talegas.

Se avecinaba el Desastre y muchas cosas cambiarían dentro y fuera de España, incluido en la Guardia Civil, pero los pequeños puestos del benemérito Instituto, como el de San Roque, seguirían velando como siempre por el Orden y la Ley.

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