Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
Hace unos meses me encontré con una vecina del barrio, que me contó que su médico –una eminencia– le había recomendado “andar cada día un poquito y, sobre todo, salir de mi zona de alcanfor”. Bendita etimología popular. No quise confesarle que lo que el doctor seguro dijo fue “zona de confort”: lo que ella entendió es sin duda más certero e interesante. De donde hay que salir es de la zona de alcanfor, de esas cárceles por dentro y esos círculos (viciosos) sociales que hieden a saliva seca y a ropero viejo. Salir de la trinchera, del armario, de los bucles de la cabeza y la costumbre, y dejar de dejarse largas las cadenas. En cambio, y fintando la psicología de mercadillo que cunde por las redes, me declaro a favor y a tope de las zonas seguras y confortables si éstas consisten –aquí va mi particular definición– en esos espacios de los dentros y también de lo común donde puede una estar tranquila y hasta dejarse caer: un techo bajo el que decir que “como en casa en ningún sitio”, una amiga con mesa camilla, una comunidad de letraheridas o de aficionados al petipuá (da lo mismo) que te recuerden que no estás tan loco ni tan rara ni tan solo. Y lo más difícil: aprender a ser una misma para sí un lugar seguro y calentito. No podemos amparar a nadie si antes no aprendemos a ampararnos a nosotros mismos.
Si la palabra de 2025, elegida por FundéuRAE, es “arancel”, pido que la del año que entra sea su casi antónima, “habitar”, tan cerquita de habere (haber) y de habitus (manera de estar). En estos tiempos no encuentro mayor problema que la intemperie dentro y fuera, contra la que no siempre se buscan guaridas ciertas sino constructos como patrias, y entelequias como bandera, y dogmas de saldo en los actuales hipermercados de la espiritualidad y sus ultraprocesados. La escasez de refugio en el corazón y de techado sobre nuestras cabezas consigue que cada vez más gente se apunte a ideologías que venden como amenaza que los demás tengan los derechos que uno tiene, y que proponen dejar sin cobertura a quienes más la necesitan. Así troca el Estado del Bienestar en Estado del Malestar, y la zona de confort en vida al raso. Contra este viento, habitar los días, habitar un hogar, habitar las calles, habitar el propio cuerpo. Ser casa. Esto les deseo para 2026. Y escapar, eso siempre, de la zona de alcanfor.
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