Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
Su propio afán
No lo digo yo, que también lo diría, aunque con otras palabras. Lo dice la vicepresidente del Gobierno –en funciones– del Reino –por ahora– de España –por ahora–. Yo estoy de acuerdo, ay, con otras palabras, pero la pena es que no puedo hacer nada para evitarlo, y Yolanda Díaz sí que podría, si quisiera y supiese, coordinándose con sus coordinadores y coordinadoras.
Lo más curioso de su mensaje no son los cohetes para escapar de la Tierra, sino que parece más preocupada de que las élites tecnológicas se le escapen que del gran carajal del mundo. El problema –parece– es que las personas inmensamente ricas hayan diseñado un plan y, encima, en B, fundamentalmente para huir de aquí.
No soy élite tecnológica ni una persona inmensamente rica, pero también me entran ganas de poner mis humildes pies en polvorosa espacial cuando escucho a una vicepresidente de un gobierno europeo hablar de cohetes para escapar insolidariamente de la Tierra o del metaverso como escondrijo o de mansiones-fortaleza en Nueva Zelanda.
Con la situación actual de España, en una encrucijada constitucional de primer orden, con el paro imparable y con la economía renqueando como una moto escacharrada, produce mucha desazón ver qué pasa –de la plancha al cohete– por la cabeza de Yolanda Díaz, segunda autoridad del Ejecutivo.
En principio, yo no tengo ninguna intención de huir del planeta Tierra, que es la herencia que voy a dejar a mis hijos, ni de España, que es la herencia que me dejaron mis padres; pero a ratos, para descansar, con perdón, de la vicepresidente del Gobierno, sí tomo un cohete supersónico y abro un libro. Ahora estoy leyendo el Cantar de Mio Cid, oh, ¡Dios, qué buen vassallo, si oviese buen señor!, y me planto en el siglo XI, tan campante y campeador, allí, sin cambio climático ni sesiones de investidura. Mi casa también es una mansión fortaleza, siquiera sea en el plano moral, y no entran, aunque la asedian, los discursos que hacen que este mundo se vaya al carajo.
En definitiva, para querer huir del mundo que nos están dejando no hace falta ser élite tecnológica inmensamente rica, y para conseguirlo tampoco resulta imprescindible agenciarse un cohete. Pero no huiremos, descansaremos de vez en cuando … para volver con más ganas. Estamos dispuestos a esforzarnos para que este planeta no se vaya ni al carajo ni a Nueva Zelanda ni al metaverso. Como está o como estuvo nos gusta muchísimo.
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