Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Pablo y Pedro
Probablemente estos días hayan leído alguna noticia relativa a la planificación de un túnel que prevé conectar las dos orillas del estrecho de Gibraltar y que permitiría canalizar infraestructuras ferroviarias entre España y Marruecos.
Este periódico informaba esta semana de los resultados de un estudio de viabilidad encargado por la Sociedad Española de Estudios para la Comunicación Fija a través del Estrecho de Gibraltar (Secegsa) a una empresa alemana que concluía que la construcción de este túnel ferroviario es técnicamente posible.
El informe concluye con la conveniencia de planificar la infraestructura en diversas fases. Una primera, que incluye un túnel exploratorio de reconocimiento, requeriría un período entre seis y nueve años. No obstante, la finalización total de la obra se sitúa en un horizonte realista de 2035 a 2040. Los costes del túnel implican cifras realmente mareantes, afirmando el informe que la inversión podrá ser superior a los 8.500 millones de euros. Por supuesto que este informe no ha sido precisamente barato y España lleva gastando un buen dinero en el mantenimiento y funcionamiento de la citada sociedad Secegsa.
Me llama poderosamente la atención el hecho de que este proyecto de túnel entre las dos orillas conecta, por una parte, Tánger Med y por otra, un lugar indeterminado entre Barbate y Los Caños. Pues bien, mientras que, en el sur, Tánger Med está conectado con potentes infraestructuras ferroviarias hacia el interior de Marruecos, incluyendo una línea de alta velocidad que conecta Tánger con Casablanca, la capital económica del país; en el norte, la salida del túnel conduce a un punto sin ningún tipo de conexiones.
No sólo no hay una autovía que conecte Cádiz con el Campo de Gibraltar, sino que la línea ferroviaria que une Algeciras con el resto del país es absolutamente obsoleta y decimonónica.
Los conceptos geoestratégicos Norte/Sur están invertidos en el estrecho de Gibraltar. Mientras que Marruecos presenta unas infraestructuras ferroviarias modernas e innovadoras, España une el Estrecho con el resto del país con vías del siglo XIX no electrificadas ni desdobladas, propias de un país tercermundista.
Quizás, antes de pensar en el túnel del Estrecho, el Gobierno español deba planificar decentemente las conexiones ferroviarias desde el Estrecho hacia el interior del país.
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