Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sentido común
Yo no sé si son señoros. Tampoco si está bien utilizar la palabra señoro ahora que en documentos con membrete ministerial nos quieren proscribir el término Charo. Resulta que el personal ha de estar muy atento en el Metro por si se le abren las piernas en exceso o debe evitar reconocer todo lo mucho y muy bueno que le da su mujer porque legítimamente pueden llamarle señoro, pero, ay, Charo estereotipa, Charo violenta. Yo, en realidad, no me decanto por ninguno de los dos, pero sí por que aquello que de manera espontánea nació del pueblo, en el pueblo quede. Por eso y por que dejen de prescribirnos usos del lenguaje.
Repito que no sé si son señoros, pero sí un tanto cancerígenos (chúpate esa, Cámara Baja) para lo que viene siendo una virtuosa convivencia social. Desde luego, son unos guarros. Disculpen, presuntos guarros: hay tanto caso que afecta a quienes llegaron al poder enarbolando una bandera de cero casos que la presunción ha vuelto a erigirse en un derecho del individuo. Al presidente lo reprenden porque un tipo que simulaba felaciones delante de subordinadas trabajaba a 50 metros de su despacho y no sabía nada. Le afean que permitiese que el tipo, asesor fetén y mandril de primera división, siguiese susurrando al oído de altas instancias certezas demoscópicas y birlibirloques políticos cuando dos mujeres ya lo habían denunciado por acoso sexual. Y el presidente, que es un titán, va y recita en el Congreso estadísticas de acoso laboral poniendo a bailar esa mandíbula que parte Estados de derecho. Al lado está Yolanda Díaz con cara de “los hombres de izquierdas son un peñazo, de verdad” y a la derecha, Albares, que para cuando Sánchez termina ya se ha imaginado a Paco Salazar abriéndose y cerrándose la bragueta cinco veces.
No recuerdo quién era pero un tertuliano defendió hace unos días en la radio que esta caterva había surgido en el PSOE porque no había cursos. Torró anunció ayer “campañas formativas” en el partido. Yo veo ya en un curso algo así como un acto de redención absoluta, un Magic English de caballerosidad y buenas prácticas, cinco créditos por aprender a no hablarle a una mujer de su escote, enhorabuena, ya puede salir con las gafas violetas puestas, y me pregunto si acaso todos los problemas de la humanidad no tendrán su razón de ser en la escasez de cursos. Hay que tenerlos bien plantados, oiga, que si hay algo que enseña una madre a un hijo es a salir de casa abrigado y con la bragueta subida.
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