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Preocupados, los amigos me preguntan si no guardo, por si un día no se me ocurre nada, algunos artículos de repuesto en una neverita. Qué va. Aquí todo es del tiempo. Sí colecciono textos de otros por si tirarme a la glosa en una emergencia. De verme abocado, ganaríamos todos: yo salvaría el punto de partido y usted disfrutaría de un texto (ajeno) de primera. El problema es que siempre se me ocurre algo.
Así, de mayo a mayo, mes de la Virgen, llevo años guardando una joya de 1909 de Eugenio d’Ors sobre el Rosario. Hoy, mal que pese a la actualidad, la pongo. Para preparar el cónclave y porque da gusto ver a un intelectual de máximo nivel atendiendo a una oración popular. Nos quita prejuicios:
“¡Admirable oración, el Rosario! En ninguna otra como en ella triunfa el íntimo espíritu del clasicismo –aquel que no sabría agotarse en una evocación erudita determinada, sino que es capaz de dar en todo tiempo valor a toda vida, por la soberanía normal y continuada de la Voluntad...– El Rosario es la repetición hecha rezo. Es el rezo del insistir y del recomenzar. Es el ritmo severo. Es la elocuencia de la simetría. Corresponde, en el arte, con la excelsa pureza de las líneas, desnudas, con las escalinatas y columnatas, con la monocromía, con el orden matemático –que las almas vulgares encuentran frío, pero donde las almas escogidas adivinan y templan la fogosa pasión. Corresponde, en la actividad mental, con el método científico, que normaliza la curiosidad. Corresponde, en la vida civil, con la misma esencia de la Civilidad, que dignifica y sublima, por la renovación constante del ideal, las plenitudes de la acción. Corresponde por fin, dentro del pleno vivir del hombre, con la Cotidianidad, la Santa Cotidianidad, donde las grandes obras se cumplen...– Significa el estado espiritual antirromántico por excelencia. Su altísima significación, dentro de una ética humana, consiste en que Madame Bovary no lo sabría rezar”.
‘Madame Bovary, en un momento determinado, podría rezar cualquier oración corta’. ¿Qué espíritu –los espíritus débiles más que los demás– no tiene un momento de lirismo místico, no es capaz de manifestar activamente una íntima religiosidad, durante unos minutos? Pero para bien rezar el Rosario, hay que ser capaz de mantener el espíritu entusiasta en la repetición... Hay que ser un hombre moral, es decir (volviendo siempre a Sören Kierkegaard), ‘un hombre’”. Amén.
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