Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sentido común
Después de no pocos contratiempos, por fin abre sus puertas al público el Gran Museo Egipcio, situado en las cercanías de las pirámides de Guiza. Los visitantes son recibidos en su majestuosa entrada por el coloso de Ramsés II, una estatua de 12 metros y 83 toneladas que les da la bienvenida a la exposición de más de 100.000 piezas, entre ellas, la colección completa del tesoro de Tutankamón y la barca funeraria de Keops.
No obstante, muchos otros objetos egipcios de gran importancia histórica y arqueológica no se encuentran en el Gran Museo ya que fueron encontrados o sustraídos por las antiguas potencias coloniales y ahora se exhiben en diversos museos del mundo a pesar de que Egipto demanda continuamente su repatriación. La piedra de Rosetta, la clave para descifrar la escritura jeroglífica, está en el Museo Británico de Londres y el obelisco de Luxor que se puede ver en la Plaza de la Concordia de París (un monolito de granito rojo de 3.000 años de antigüedad), es la mitad del par que flanqueaban la entrada al templo de Luxor.
Sin embargo, es el busto de Nefertiti (la pieza de arte egipcio más icónica, junto a la máscara mortuoria de su hijastro Tutankamón), la obra que más controversias ha despertado entre el gobierno egipcio y sus actuales poseedores, los alemanes. En 1912 el egiptólogo Ludwig Borchardt dirigía una excavación en el yacimiento de Amarna y allí en el taller del escultor Tutmose, los arqueólogos alemanes hicieron un excepcional hallazgo: un busto de la reina Nefertiti que Borchardt describió como “la obra de arte egipcia más realista que jamás habíamos tenido en nuestras manos”. Se trataba de una escultura de 47 cm. de altura y 20 kg de peso que destacaba por su realismo y su impresionante detalle. La cara es perfectamente simétrica y está casi intacta. La pupila del ojo derecho carece de la incrustación de cuarzo insertada en la del izquierdo y Nefertiti está adornada un gorro azul y un collar ancho con un patrón floral. A pesar de sus 3.300 años de antigüedad, la obra conserva los colores originales, lo que la hace aún más fascinante. Actualmente se exhibe en el Neues Museum de Berlín y pese a la insistencia de los egipcios, difícilmente veremos a esta reina –tan parecida a Audry Hepburn– en los anaqueles del nuevo Gran Museo.
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