Solo quedaremos nosotros

20 de diciembre 2025 - 03:07

Uno abre la carta de cualquier restaurante de Alsacia y siente al instante el vendaval de la historia. Cuenta en su menú con las limitaciones de la gastronomía alemana y con la arrogancia francesa en la oferta de unos vinos que te venden a precio de Mercedes GLC, pero que te los firma aquí mi primo Juan Roig por cuatro duros. Alsacia es digna de cuento, o más bien un cuento es digno de ella, y uno sale a tutearse con rincones que le envuelven el alma con ese gótico que solo se ve en lugares sombríos y donde llueve mucho.

Pero yo en realidad vengo aquí a hablaros de la Navidad, o quizá no solo de ella, a pesar de que Feijóo, que cuenta los chistes como yo piloto aviones, haya dicho que en el sur tenemos problemas con los números y el asunto tenga tal vez su miga. De Alsacia se vuelve maravillado, sí, aunque hiperglucémico, porque hay mucho niño ilusionado y mucho árbol mastodóntico y te sacan a las calles unos mercadillos con los que llevas soñando desde chiquitito. Claro que tantos… Las especialidades de la casa y la coyuntura me llevaron a esos días a pensar no solo en qué sacrilegio comete esta gente en sus cocinas, sino en los altares que en Navidad instalamos en las de España.

No estamos preparados para lo que viene. Medio país preocupado por la ultraderecha mientras el tiempo se está llevando a los nuestros y todavía no le hemos pedido a la abuela la receta del caldo que llevamos cenando cada 24 de diciembre. La mesa donde dormitan las fotos de los que ya no están va quedándose sin espacio, y me paro y me pregunto si acaso estoy a la altura de quienes han legado una tradición, una mirada y una manera de asar el pollo, de disponer los dulces y de servir las copas.

Todo ha ocurrido delante de mis narices, y tal vez yo miraba pero no veía, y me asalta ahora que comprendo que seré responsable de varias vidas, pasado de muchos futuros. En la mesa se generan recuerdos sin los que no seríamos lo que somos ni escribiríamos lo que escribimos, y me pregunto cuáles gestaremos en aquellos que tal vez vengan si los menús de hoy son para no perder mucho tiempo en la cocina y Glovo nos ha abierto el peligroso mercado de las smash burgers. Hay que pensar en el mundo que viene, en los guisos del mañana y en la Navidad de 2040, esa en la que puede que los de siempre ya no estén, aquella en la que quizá ya solo quedemos nosotros.

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