Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sentido común
El que fuera alcalde Gerona perdón, Girona, y durante veintidós meses ‘molt’ honorable president(e) de la Generalidad de Cataluña, perdón Generalitat de Catalunya, gusta de mentir. Y los mentirosos no son honorables. Carlos, perdón, Carles, Puigdemont miente como cuando dice que está exiliado en una ciudad del reino de Bélgica. Puigdemont lo que está es fugado de la justicia española y no quiere sufrir la cárcel que soportaron sus conmilitones de y por la cosa del 1 de octubre de 2017 a la que yo me niego a llamar referéndum, ni legal ni ilegal. Aquello no fue rebelión ni sedición. Fue una broma que Rajoy y el PSOE de entonces (que no el de Pedro Sánchez de hoy) no quisieron entender.
Y sostengo que es un mentiroso porque el marido de la señora rumana Marcela Topor cuando dijo en Perpiñán, a su llegada a la reunión con sus adláteres políticos a finales de octubre pasado, que estaba muy contento de estar en Cataluña estaba vendiendo humo. Estaba demagógicamente mintiendo, como a él le gusta hacer. Comprémosle la moto (averiada) y aceptemos que vive exiliado en Waterloo. Entonces ¿por qué fue a exiliarse tan lejos de Cataluña? Así, las cosas, él se fue al reino de Bélgica porque le dio la gana, no porque estuviera perseguido en Cataluña.
Basta que hubiera recorrido 190 kilómetros más allá de La Junquera en territorio francés y seguiría “exiliado” en Cataluña, francesa, pero Cataluña, a fin de cuentas, según él. No se tendría que haber trasladado a vivir como un rey a la ciudad que da nombre a la batalla que puso fin al imperio napoleónico. Y evitaría que sus súbditos que van a rendirle pleitesía, con una tal Noguera, un tal Turull, y el tal Sánchez (Jordi, no Pedro, pero todo se andará) a la cabeza, tengan que recorrer tantísimos kilómetros para sus reuniones de mesa camilla. Claro que como paga Luis de Vargas pues ¡hala! echa vino montañés, que ahora nos reunimos en Bélgica, luego en Suiza y para que la gleba se crea que trabajamos por la indepe, voy a ir a Perpiñán a venderle la burra al poble catalá y les cuento aquello de que estoy muy contento de estar en Catalunya. Claro que igual en Perpiñán no hay palacetes como el de Waterloo. A otro perro con ese hueso Don Carles.
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