¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Objetivo Opus Dei
Fragmentos
Los españoles nacidos a mitad del siglo pasado y que estudiamos en colegios de curas, conocemos a los predicadores. Eran sacerdotes con buena oratoria, que venían de fuera, con una pronunciación exquisita. Voces educadas y buena presencia. Daban retiros, ejercicios espirituales, triduos o quinarios de cofradías y hermandades. A escolares y bachilleres en salones de actos o capillas y en general desde los púlpitos. Respondían al perfil del Magistral de La Regenta de Clarín, como averigüé más tarde. Con un método estudiado y comprobado durante siglos. Equilibrio entre persuasión y miedo. El cielo y el infierno. Canto a la vida ordenada (¿qué sería eso?) y resignación para la dureza de la vida cotidiana de aquellos años. Te pasaban el temor y la culpa al corazón y la mente, a un cuerpo repleto de hormonas y deseos, imposibles de apagar ni esconder. Pero lo intentaban. Jamás olvidaré el salón de actos a oscuras, un flexo en la mesita y un compañero al que le ponían entre los dedos una cerilla encendida. Y cómo asociaban para siempre el calor de la llamita con el fuego del infierno.
Los tiempos han cambiado, pero los líderes de opinión que oigo cada mañana me recuerdan a esos predicadores. Voces atractivas y mensajes perfectamente ordenados y repetitivos. La técnica ancestral y perfectamente pulida por los radio-predicadores que tuvieron un impacto significativo en los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo pasado, que desde la radio difundían sus mensajes a amplias audiencias urbanas y rurales, a menudo con repercusión en el panorama político. Aún los hay, pero utilizan varias plataformas, la radio tradicional, la televisión, internet y las redes sociales, llamémosle equis, para difundir sus mensajes y creo que han contribuido al aumento de la polarización política norteamericana.
Creo que existe una cierta analogía entre nuestros líderes de opinión en la radio, los radio-predicadores norteamericanos y los predicadores de los sermones desde los púlpitos. Utilizan medios poderosos para difundir su mensaje a una amplia audiencia, hablan con autoridad y persuasión, buscan generar confianza y lealtad y pueden influir en la opinión pública. No digo que sean lo mismo, pero sí que hay similitudes. Y siempre la imagen del camino que se bifurca en dos, el que nos lleva a la destrucción y el otro, que no sabemos dónde nos lleva, pero que nos aseguran que hay una lucecita al final. Y desde la adolescencia no me fío.
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