Populistas

16 de febrero 2025 - 03:08

Según un proverbio chino, si le regalas un pescado a un hombre le darás alimento para un día. En cambio, si le enseñas a pescar lo alimentarás para toda la vida. Aunque a primera vista pudiera parecer que el aforismo oriental es una hermosa y concisa manera de definir el sentido común, seguro que, si lo pusiésemos en consideración de nuestros gobernantes, le encontrarían unas cuantas objeciones. De entrada, harían notar la gran importancia del verbo “regalar” ya que donar algo, por nimio que sea, supone obtener el agradecimiento del “favorecido” y si, además, se tiene la habilidad de hacer coincidir la donación con –por ejemplo– unas elecciones, entonces la gratitud se materializa –casi automáticamente– en forma de voto. Por otra parte, señalarían la gran ventaja de saciar el hambre solo temporalmente: cuando al hombre se le vuelva a despertar el apetito necesitará de los favores de su benefactor para que lo alimente de nuevo. El populista, además, manifestará no pocas reticencias a la segunda parte del proverbio: “enseñar” es un asunto peligroso que puede llevar –en el caso de que el aprendizaje sea eficaz– a que el personal empiece a pensar por su cuenta y, lo que es peor, que al no depender de sus gobernantes para la “alimentación” sea capaz de desenvolverse por sí mismo e incluso cuestionarse si aquellos sirven para algo. Lo único que, si acaso, verían de positivo en lo de “enseñar a pescar” es la posibilidad que les brindaría el negocio para obtener comisiones en cañas y carretes.

El populismo es una tan burda como eficaz manera de ganarse la simpatía de la población mediante medidas espectaculares en la forma… pero vacías en el contenido. En el fondo su único objetivo es preservar el poder y la hegemonía política gracias a su popularidad entre las masas. La España actual es un magnífico ejemplo de los “logros” de un gobierno populista. Todo son subvenciones, subsidios e iniciativas destinadas a mantener a la gente en una precaria situación que ellos “atenúan” recurriendo alegremente a la chequera del Estado. Su habilidad (casi ilusionismo) consiste en escamotearnos el hecho de que los conejos que se sacan de la chistera corren a cargo del contribuyente. Sin embargo, para que el populismo se instaure es indispensable la predisposición de la ciudadanía y, en ese sentido, los españoles somos modélicos: tendemos a echarnos en manos del Estado, a esperar que nos solucione los problemas y nuestra máxima aspiración es llegar a vivir algún día colgados de la teta de los presupuestos. El inconveniente es que así dejamos de ser individuos libres para convertirnos en borregos. Kennedy ganó las elecciones de 1960 diciendo “No te preguntes que puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Con semejante discurso aquí probablemente aún viviría.

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