Otro paso del Estrecho

20 de junio 2025 - 03:05

Para los historiadores y geógrafos musulmanes del medievo, el estrecho de Gibraltar no era puerta, ni umbral, ni linde; no hay referencias a estelas ni columnas que sirvieran como hitos para marcar fines de mundos más o menos conocidos. Muy al contrario, para ellos el canal poseía otro valor mítico muy diferente.

Al Masudi hizo referencia en el siglo X a un puente construido sobre sillares de piedra que ponía en contacto las dos orillas. Un siglo más tarde, el ceutí Muhammad al Idrisi, buen conocedor del entorno, escribió sobre la existencia de unos canales y diques mandados construir nada menos que por Alejandro Magno, cuyos restos aún podían verse las mañanas calmas de poniente en un enclave entonces conocido como El Puente, en las proximidades de la peña del Ciervo, donde hoy la muy transitada carretera nacional bordea campings y hoteles de renombrados topónimos. Al Dimaski, en el siglo XIII, atribuyó también al rey de Macedonia la construcción de dos extensos diques en las orillas norte y sur del canal junto a los que se dispusieron un buen número de embarcaciones unidas entre sí por sólidas cadenas, conformándose en el primer puente de barcas intercontinental de la historia. Más tarde, Al Himyari se refirió a la existencia de un sólido viaducto de más de doce millas construido en piedra tallada cuya anchura permitía el paso de una a la otra orilla tanto para camellos como para acémilas. Consideró que el responsable de su erección fue Du’l-Karnain, trasunto –cómo no– del monarca griego. La construcción fue abatida, según su peculiar relato, por un cataclismo que tuvo lugar cien años antes de la conquista de Egipto por los musulmanes.

Con la recurrencia que poseen los más imperturbables ciclos, en estas semanas se ha sabido que el Ministerio de Transportes español ha encargado a la empresa pública Ineco un estudio de viabilidad para la construcción no de un dique, un canal, o un puente, –ya que el subsuelo y la sismicidad lo desaconsejan–, sino la de un túnel submarino que uniría las dos orillas del Estrecho a través de un trazado de casi cuarenta kilómetros que supera con creces las distancias medievales. Para el análisis físico, funcional y financiero del proyecto se han librado 1.632.338 euros por parte de un departamento cuyo titular lleva en su apellido el nombre que la historiografía y la geografía africana convirtió en el mito del paso del Estrecho, aunque ahora no se atisben alejandros magnos que se atrevan con su ejecución.

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