Parejas y familias

Cuando exaltamos la figura de grandes nombres y personajes de nuestra Semana Santa de Algeciras o cualquier lugar de Andalucía, hombres y mujeres que tanto han hecho por conseguir este legado que ahora, una vez heredado, nos toca conseguir que florezca; solemos olvidarnos con frecuencia de todas aquellas personas que en la sombra, sin título, vara ni diploma, guardan igual o más importancia que el galardonado.

Me vengo a referir a las parejas y familias que tan gustosamente [hay de todo como en botica], sufren y adolecen las tardes y noches hasta largas horas, más todavía en fines de semana, de exigencia, compromiso y dedicación que requiere el hipnótico mundo de las hermandades.

Más das, más exige. Más dedicas, más consume. Más esfuerzo, menor recompensa. El mundo de la Semana Santa guarda en su más alta vitrina un lugar privilegiado para todas esas personas que sin sostener la vara ni llevar la medalla de oro de una corporación logran y hacen posible que todo este castillo de cristal se sostenga sin fisuras. Valedoras y pacientes, resignación de buen grado y apoyo en los duros momentos que también el vanidoso y rencoroso pantano en el que navegan ciertos colectivos de las hermandades ocasionan al mal pagado cofrade.

Las familias son las que soportan esos momentos de vacío en el sofá y en la mesa de la cena. Las que pagan los ratos complicados y a las que se priva de los buenos, por el muchas veces fariseísmo de los abrazos y palmadas en la espalda. En unas semanas fundaré la mía propia, mi familia y hogar. Por todo ello quiero acordarme en esta Cuaresma de los verdaderos pilares que sostienen y aguantan la Semana Santa que no se ve: las familias. Las que merecen un pregón para ellas solas.