No puedo

24 de junio 2025 - 03:05

Como todos los años, aunque con ciclos estacionales cada vez más confusos, el verano despliega su luz poderosa y el fuego que le corresponde, aunque en el Fretum Gaditanum, con el viento imperante, el levante, el aire se llena de minúsculas partículas de agua en suspensión, que generan, como una veladura aérea hecha por el mismísimo Velázquez.

Mi imaginación unida a lo que he ido aprendiendo a lo largo de la vida, se entretiene en pensar en ese concepto tan querido por los que amamos la historia, cambio y permanencia.

Me dejo llevar por esa primera comparación que estableció el canon no solo de belleza femenina sino la que yo esperaba desarrollar. Con los 18 años de mi generación, el reto era desmaquillarse, o hacerlo tan mínimamente que solo realzase pero no encubriese el espejo del alma que dicen que es el rostro. Sin embargo se reivindicaba el cuerpo, como ese templo del que sólo tú eras dueña. Ahora miro a mis queridas generaciones adolescentes, juveniles y treintañeras, y observo que solo es cambio y no permanencia. Sus estudiados maquillajes, sus muchas operaciones para “mejorar” lo que la madre Natura les dio, las convierten en modelos industriales que se parecen unos a otros de tal forma que es casi imposible reconocerlos.

Con veintiún años aspirábamos como obsesas a tener nuestro primer trabajo, sin renunciar a lo heredado, marido, hijos y casas relucientes acercándonos lo más posible y dentro de nuestras posibilidades a los principios de la Bauhauss. Ahora, un cambio profundísimo que ata a las mujeres, aunque sea voluntariamente, a la lactancia natural, colocó y a que sus hijas e hijos sea lo único importante. Ese trabajo para “realizarse” íntegramente como persona y aportar a la sociedad parte de lo ella nos dio sólo fue una ensoñación fraudulenta de las mujeres que rozamos el Baby Boom as finales de los cincuenta o a los primeros sesenta. Cambio. Mi mundo futuro y el que conozco poco se parecen, aunque las féminas, casi todas, tengan un grado de preparación que ni soñarlo pudimos.

Pero ¿saben ustedes una cosa? No puedo ni quiero afearles su conducta, porque por encima de todo, las que vivimos en este primer mundo tenemos lo que otras no tienen: vida. En este caos actual, nosotras tenemos todavía el poder de cambiar y permanecer. No se olviden de Gaza.

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