Cambio de sentido
Carmen Camacho
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Se le atribuye a Oscar Wilde la frase de que toda realidad supera a la ficción. Hace unos días se produjo un hecho tan insólito como real: un macaco de Berbería se fugó del hábitat donde es custodiado: dejó atrás Gibraltar y se paseó por tejados y azoteas de La Línea provocando sorpresa, chanzas, así como una larga persecución oficial donde las autoridades de los dos lados de la Verja mostraron la más decidida e inmediata de las colaboraciones. Tras ser visto por los altos de institutos y centros educativos, el mono gibraltareño se paseó por las azoteas de la Banqueta, del Conchal y de Santiago con el desparpajo del que no conoce fronteras. Miembros de la Policía Nacional, de la Guardia Civil, del Seprona, de la Policía Local, del Equipo de Gestión de Macacos de Gibraltar, de su Departamento de Medio Ambiente y hasta miembros del Zoo de Castellar persiguieron al animal en una búsqueda que se alargó en el tiempo y en los comentarios. Al final, unos dardos con sedantes de procedencia yanita, cuyo paso por los controles fronterizos fue facilitado sin titubeos por las autoridades españolas, lograron reducir al simio y restituirlo a su lugar de procedencia.
Un hecho real que parece superar cualquier ficción.
En 1962, el escritor y periodista norteamericano Paul Gallico sacó a la luz su novela Scruffy: A Diversion, donde, en clave de humor, narró las peripecias de un mono de Gibraltar famoso por sus travesuras. En el relato expuso una visión irónica y sarcástica del Peñón; su momento climático coincide con un fastuoso desfile que el Gobernador Militar de la colonia decidió organizar frente al monumento del general Eliott en conmemoración del Gran Asedio de 1779. Cuando la masa enfervorecida esperaba el inicio del acto, apareció Scruffy en lo alto de la muralla portando en su brazo derecho un gigantesco artefacto a punto de estallar: un cohete festivo comprado en La Línea al que el mono le prendió la mecha. Tras la explosión, un volcán de regalos de verbena y golosinas baratas fue cayendo sobre los asistentes a la parada: bombones, sombreros de papel, pitos, armónicas, juguetes, pañuelos de colores, nubes de confeti, serpentinas, paracaídas sin carga, globos de goma, lápices, muñecas de celuloide, diminutos instrumentos musicales, tricornios de papel, cajitas de plastilina y bizcochos rancios cubrieron aceras, cuerpos y ávidas manos. La traca final llegó con sorpresa incluida: una bandera española donde estaban impresas dos consignas: “Arriba España” y “Viva Franco” cayó sobre los hombros de Scruffy como el manto de un cardenal. Este hecho, que provocó la hilaridad del público y la cólera del gobernador llegó a inspirar una de las portadas posteriores del relato.
A pesar de las palabras de Wilde, en este caso la realidad no ha superado a la ficción, aunque hayamos esbozado una sonrisa.
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