Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sentido común
El servicio de inteligencia alemán considera altamente probable que Rusia inicie un conflicto armado en territorio OTAN antes de 2029. Su capacidad de generar munición es seis veces superior a la de toda Europa. Son advertencias de altos mandos militares y políticos, y suena alarmante. Pero conviene ponerlas en contexto: la situación económica, social y política europea. Comprender este escenario nos ayuda a entender por qué Rusia ha atacado a Ucrania ahora y a plantearnos cuál es la verdadera intención de Putin.
Europa atraviesa una crisis profunda: la industria alemana decae, Francia afronta problemas sociales y el Brexit culmina dejando un vacío. En este contexto, celebrar un crecimiento español del 2,5% del PIB parece una broma para ignorantes, mientras el pensamiento woke busca distraernos. Este cóctel representa una dificultad que, de no resolverse, podría convertirse en tragedia: la industria europea necesita un impulso colosal para sostener esfuerzos económicos y tecnológicos, con presupuestos siderales. Este cambio de paradigma amenaza el Estado del bienestar tal como lo conocemos.
Mientras tanto, debates y disturbios se centran en Gaza, loable humanamente, pero una distracción de energías que deberíamos dedicar a nuestra supervivencia. Quizá en el futuro podamos comprender un poco a Israel sin dejar de calificar de genocidio lo ocurrido en Gaza.
Putin busca restaurar el prestigio y el poder económico de la antigua URSS. Toda agresión militar persigue un objetivo variable según las conquistas. Ucrania fue un ensayo calculado; las futuras incursiones en territorio OTAN medirán la reacción occidental. Nada es azar. Rusia ya resolvió su debate interno desde Lenin y mira hacia Asia, donde China modera tensiones bélicas en Europa.
No es descabellado pensar que Rusia quiere someter a Europa económicamente, con el consentimiento implícito de China, mientras Estados Unidos se retira. El mundo se mueve bajo nuestros pies y nos lo resume el telediario. Rusia impondrá a Europa un peaje económico para recuperar su prestigio imaginario. Historia, presente y futuro convergen: la incertidumbre sistémica europea dependerá de esta relación y sus soluciones. Pero seguimos mirando el móvil, atentos a la nada.
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