Mirando el móvil

20 de octubre 2025 - 03:05

El servicio de inteligencia alemán considera altamente probable que Rusia inicie un conflicto armado en territorio OTAN antes de 2029. Su capacidad de generar munición es seis veces superior a la de toda Europa. Son advertencias de altos mandos militares y políticos, y suena alarmante. Pero conviene ponerlas en contexto: la situación económica, social y política europea. Comprender este escenario nos ayuda a entender por qué Rusia ha atacado a Ucrania ahora y a plantearnos cuál es la verdadera intención de Putin.

Europa atraviesa una crisis profunda: la industria alemana decae, Francia afronta problemas sociales y el Brexit culmina dejando un vacío. En este contexto, celebrar un crecimiento español del 2,5% del PIB parece una broma para ignorantes, mientras el pensamiento woke busca distraernos. Este cóctel representa una dificultad que, de no resolverse, podría convertirse en tragedia: la industria europea necesita un impulso colosal para sostener esfuerzos económicos y tecnológicos, con presupuestos siderales. Este cambio de paradigma amenaza el Estado del bienestar tal como lo conocemos.

Mientras tanto, debates y disturbios se centran en Gaza, loable humanamente, pero una distracción de energías que deberíamos dedicar a nuestra supervivencia. Quizá en el futuro podamos comprender un poco a Israel sin dejar de calificar de genocidio lo ocurrido en Gaza.

Putin busca restaurar el prestigio y el poder económico de la antigua URSS. Toda agresión militar persigue un objetivo variable según las conquistas. Ucrania fue un ensayo calculado; las futuras incursiones en territorio OTAN medirán la reacción occidental. Nada es azar. Rusia ya resolvió su debate interno desde Lenin y mira hacia Asia, donde China modera tensiones bélicas en Europa.

No es descabellado pensar que Rusia quiere someter a Europa económicamente, con el consentimiento implícito de China, mientras Estados Unidos se retira. El mundo se mueve bajo nuestros pies y nos lo resume el telediario. Rusia impondrá a Europa un peaje económico para recuperar su prestigio imaginario. Historia, presente y futuro convergen: la incertidumbre sistémica europea dependerá de esta relación y sus soluciones. Pero seguimos mirando el móvil, atentos a la nada.

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