Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfor
POR fallas respeta la diversidad sexual. No cantemos maricón el que no bote". Este pintoresco y, por cierto, gramaticalmente irrespetuoso slogan (debería escribirse Fallas; con respeta lo que concuerda es no cantes, o, si se prefiere no cantemos, lo correcto sería respetemos y, además, del texto se desprende que el invocado respeto a la diversidad sexual es un asunto que solo concierne a los pocos días que duran las fiestas) ha sido el lema de una campaña publicitaria perpetrada por un colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales en contra de ese curioso grito de guerra que, al parecer, es costumbre entonar a coro durante la celebración de las Fallas.
Argumentan los miembros de este variopinto grupo, que al igual que los negros y judíos (en el caso de que los que no botasen fuesen calificados de tales) se sentirían ofendidos, ellos (los maricones) ven como un acto de homofobia, transfobia y bifobia (¿fobia doble?), el hecho de que, por muy tradicional que sea, los valencianos utilicen su condición sexual como divertimento en sus etílicos canturreos de juergas y francachelas. Aún dando por sentado que no puedo sino sentir vergüenza ajena cada vez que contemplo una de estas zafias manifestaciones de cultura popular, lo cierto es que le auguro un estrepitoso fracaso a la iniciativa de esta asociación de cambiar el ordinario: "maricón el que no bote" por el horroroso: "intolerante el que no bote". Ya sean jocosas o ultrajantes, los españoles no somos precisamente sutiles a la hora de acuñar dichos y frases hechas y desde que Covarrubias definiera afeminado como: el hombre de condición mujeril, inclinado a ocuparse en lo que ellas tratan y hablar su lenguaje y en su tono delicado", su sinónimo, maricón, tenía todas las papeletas para ser vocablo estelar en burlas y chanzas. No obstante, parece excesivo el que cause ofensa lo que no es más que una muletilla lingüística que, paradójicamente, a veces tiene connotaciones admirativas: "qué suerte tienes maricón, siempre nos ganas"… e incluso varoniles: "¡el mariconazo!… se ha ligado a la tía más buena". Imaginemos que, siguiendo el ejemplo, las prostitutas rechazasen el abusivo uso del clásico hijo puta o del más rotundo hijodelagranputa, que los maridos engañados se rebelaran contra el empleo de cabrón o cornudo, que los aludidos presentasen una protesta ante la inercia de decir: trabajo como un negro, estás haciendo el indio o te han engañado como a un chino o, exagerando, que la sociedad de Pediatría en su cruzada en post de la lactancia materna considerase inadecuado el tono peyorativo que se le da al término mamón. Los bares serían cementerios, los campos de fútbol quedarían clausurados y el único sitio donde no se modificaría el lenguaje sería en las iglesias. Mejor harían los homosexuales en no hacer bandera de su intimidad amatoria, algo que, como ser calvo, gordo o bajito no aporta nada a la valoración social de una persona. Quizá cuando dejen de exhibir impúdicamente su condición en mascaradas como el día del orgullo gay, es posible que le empiecen a ganar la batalla a expresiones como la criticada o esa otra tan popular de… maricón el último.
También te puede interesar
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfor
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Pollos de Carrier
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Libro del año
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Hasta el rabo todo es toro