Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
De buenas a primeras, se nos ha caído septiembre encima como un tormentón y apenas seis días ha tardado el Gobierno en encontrar un nuevo argumento de autoridad que explique en forma de axioma declaraciones y hazañas que son así como polemiquillas. Es la mayoría, y tan inconmensurable es su poder que quien recurre a ella deja acarajotao a su interlocutor. Cuando Sánchez dice que, aunque son los menos, hay jueces que juegan a hacer política, algo no del todo falso, la ministra Alegría contesta que es algo que comparte “la inmensa mayoría de los españoles”. Si Salvador Illa va a Bruselas a reunirse con Carles Puigdemont, ambos se hacen, según Albares, una fotografía que con la que está de acuerdo “el 90% de los catalanes y el 80% de los españoles”.
A mí esto de la mayoría me recuerda a lo que le decía a mi madre cuando no me dejaba salir hasta las dos de la mañana: “Mamá, por favor, que se quedan todos hasta esa hora”. Como hubo un tiempo en el que ella se pareció a mí, al igual que habrá un tiempo en el que yo me pareceré a ella, iniciaba entonces una ronda de consultas para la investidura de mi trola. “Paqui, ¿tu hijo a qué hora vuelve a casa?”. “A la una, Pura”. “¿Y el tuyo, Carmen?”. “A las doce y media, y si llega más tarde lo araño como la señora que tenía a su hijo ya casi ajogaíto en la playa”. Así iba, de una a otra madre de mis amigos, y mi “todo el mundo” acababa convirtiéndose en dos personas.
Carlos Alsina, que en esto del periodismo es un poco madre a la que no se la cuelan, se sorprende con la concreción que muestra el ministro Albares, que hoy está con Sánchez, Bolaños y Puente, pero que por las pintas y el verbo me lo imagino con Azaña, Largo Caballero y Negrín. Albares dice que, a ver, lógicamente no tiene una encuesta que lo certifique, pero toma cojonazos. La mayoría es el argumento al que recurren reiteradamente aquellos que solo creen que existe y debería existir un régimen: el suyo. Melénchon dijo que la República francesa era él; a Luis XIV se le atribuyó un apócrifo pero simbólico “L’État, c’est moi”. La realidad es que el Gobierno soy yo intentando colársela a mi madre. Lo que me está costando dejar de fumar. Doy tanto la turra que eso sí que lo sabe la inmensa mayoría de los españoles.
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