Calle Gloria
Ignacio de Castro
¿Algeciras ya no se inunda?
La esquina
Siempre acaba metiendo la pata el PP de Feijóo. No sé si es más grave su torpeza o su negligencia. El Gobierno de Pedro Sánchez sacó adelante su reforma laboral en la pasada legislatura porque un diputado popular se hizo un lío y pulsó el botón del SI en vez del botón del NO cuando se votó en el Congreso, que hace falta ser cenutrio para equivocarse en el momento crucial.
Pero fue un fallo individual. El de esta semana ha sido un fallo colectivo. Todos los parlamentarios del PP apoyaron una reforma legal cuyo resultado objetivo es aliviar las penas de cárcel a más de cuarenta etarras condenados por asesinatos y otros delitos terroristas. Ninguno se había tomado la molestia –qué trabajera– de leerse la enmienda de Sumar (en esta ocasión el tonto útil de Bildu) para satisfacer una de las reivindicaciones más queridas de los herederos de ETA, esos con los que Sánchez nunca iba a pactar y ahora son los socios predilectos del Ejecutivo minoritario y con los que han compartido días atrás nada menos que la política de seguridad contra la llamada ley mordaza.
Ni siquiera los tres ponentes del PP en la comisión correspondiente se sintieron obligados a leerse el texto de la enmienda que hizo posible la barrabasada, ayudando decisivamente a que colase una maniobra orquestada en beneficio de Txapote y otros sanguinarios que ni siquiera el Gobierno ha tenido que defender hasta el estallido del escándalo. Quería aprobarla a cencerros tapados, de tapadillo, y presentarla como la aplicación de una directriz europea para descontar de la condena a los terroristas el tiempo que hayan pasado en cárceles de la UE. Todo ello olvidando, una vez más, los compromisos expresados formalmente a las víctimas de ETA.
¿Qué han hecho Feijóo y los suyos para salir del bochorno? Decir que ha sido un fallo de todos –o sea, de nadie–, pedir perdón con la boca pequeña y montar uno de esos espectáculos de ruido y aspavientos a los que nos tiene acostumbrados, con rasgamiento de vestiduras, uso fraudulento de la institución (pide casi un monográfico sobre la inmigración y dedica su tiempo a hablar de ETA), manipulación de las víctimas del terrorismo con la irrupción de Marimar Blanco en el hemiciclo interrumpiendo la intervención del presidente del Gobierno y exhibición obscena de fotografías de líderes socialistas asesinados por la banda. Y Otegi, a carcajada limpia.
Así vivimos, entre malvados y estúpidos.
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