Andar y contar
Alejandro Tobalina
Un día cualquiera
Todos conocemos el caso de las dos mujeres que sometieron al juicio del rey Salomón quién era la verdadera madre de un niño recién nacido. Ante el anuncio del sabio monarca de una sentencia que ordenaría que el infante fuera cortado por la mitad y repartido entre ambas demandantes, la verdad quedó revelada. La falsa y malvada “madre” se regocijó con el anuncio de tan cruel decisión y animó al rey a que la ejecutara. La buena y verdadera madre imploró porque no se cumpliera esa sentencia y que el niño fuera entregado a su rival. Las reacciones de ambas acreditaron quién era la que lo había dado a luz, al estar dispuesta a cualquier sacrificio por la vida de su hijo, y el rey de los judíos se lo entregó.
Esta moralizante historia que los niños de mi generación aprendíamos en primaria, y nos impresionaba vivamente, resulta muy útil para poder valorar los principios éticos de los que nos rodean, especialmente de los responsable de la res publica, a la vista de cómo reaccionan ante los más variados asuntos de la vida.
En estos días me ha vuelto a venir a la cabeza el salomónico juicio cuando hemos podido comprobar, a través de las páginas de Europa Sur, el alborozo con el que el que el ministro principal de la Roca ha recibido la noticia de la denuncia por posibles delitos contra la ordenación del territorio y contra los recursos naturales y el medio ambiente que están provocando los brutales vertidos del Eastside Project. Y se alboroza el señor Picardo, y también su leal oposición, porque esta denuncia de irreparables daños medioambientales para toda nuestra comarca conducirá a una disputa entre jurisdicciones, sometida al Derecho Internacional Público. Es decir, a ambos les provoca absoluta indiferencia el irreversible daño que sobre el medio ambiente de Gibraltar y su Campo se está perpetrando y, en cambio, les produce verdadero placer (literalmente, lo “saborean”) la discusión sobre quién tiene la jurisdicción más larga. Y que a los ciudadanos de los nueve municipios que se asoman al Estrecho en esta orilla, y también a los de su orilla meridional, nos partan por la mitad nuestro hábitat natural le trae absolutamente al fresco a los dos. Que cada uno saque sus propias conclusiones, porque así va el mundo.
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