Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Para una vez que acertaba…
Hace algunos años, un alto directivo de una compañía de gafas de sol fue pillado varias veces aparcando su flamante Ferrari en plazas reservadas para personas con discapacidad. Afeado el gesto públicamente, el susodicho se justificó diciendo que prefería pagar las multas (que le suponían calderilla) a ver su deportivo lleno de marcas de aparcamiento de otros coches del pueblo llano que aparcaban demasiado cerca.
Además de demostrar la misma empatía que una mesita de noche, la actitud del directivo refuerza la necesidad, varias veces puesta sobre la mesa, de implantar la progresividad en las multas de tráfico. De nada sirve sancionar con 500 euros (250 con pronto pago) a ese mismo empresario cazado por un radar –que también tuvo episodios de ese tipo– mientras pisa los pedales del súper coche con unos zapatos de miles de euros y amontona decenas de pares en su casoplón.
La progresividad de las multas de tráfico, en función de la renta declarada, está en vigor desde hace años en los países nórdicos. Y no hay argumentos jurídicos que impidan poner en marcha unas tablas de cálculo para resarcir a la sociedad de los comportamientos incívicos al volante. Total, esas tablas ya existen y se aplican, por ejemplo, para calcular el Impuesto sobre la Renta para las Personas Físicas (IRPF). Sí, eso que descuentan cada mes en la nómina para pagar los servicios públicos, tanto los que nos gustan (sanidad, carreteras o educación) como los que quitaríamos por considerar que jamás haríamos uso de ciertas prestaciones que otros necesitan.
Desde el pasado fin de semana varios medios han repetido machaconamente la expresión de que a Carlos Alcaraz le han “quitado” un 46% del premio de Roland Garros en impuestos. Como si le hubieran metido la mano en la cartera. No. Alcaraz ha ganado un premio haciendo su trabajo (ha sido su nómina) y tiene que contribuir por ello. Y el hecho de que sea un porcentaje y no una cantidad fija lo equipara con el pellizco que nos detraen de la nómina a los trabajadores de a pie cada mes. Eso es, señores, la progresividad que demandaba un par de párrafos atrás para las multas de tráfico.
Luego hay gente que apoya que Alcaraz se lo lleve todo calentito mientras confía en que su seguro privado de 30 euros al mes les cubra de un cáncer o cualquier otra enfermedad grave; o que clama por el fin del Ingreso Mínimo Vital, al que llaman despectivamente “paguita”. Y es que España está llena de ilusos.
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