Hoy hace 50 años

20 de noviembre 2025 - 03:07

Hay fechas que se quedan grabadas en la memoria colectiva como hitos, como tótems en el calendario, incluso si no se han vivido en primera persona. Una de ellas es el 20N, quizá casi tan famosa como el 23F. Y lo es porque ese día de 1975 dieron, finalmente, por fallecido a quien había liderado un golpe de estado contra el Gobierno, pedido ayuda a las dos potencias nazi-fascistas y dado así comienzo a una guerra en su propio país, que encerraba la idea de un genocidio. No olvidemos que no le suponía un problema acabar con millones de personas y con las ideas y valores que ellas sostenían. Esto no lo digo yo, lo dijo el propio caudillo en una entrevista ya muy conocida. Además, se mantuvo en el poder cerca de 40 años, ejerciéndolo bajo la fórmula de dictadura, acompañando a las restricciones de derechos y libertades, con una represión que no cesó ni cuando ya sólo le quedaba un hilo de aliento.

El destrozo que significó para el país ese largo túnel que se inició el 18 de julio del 36 –otra fecha inolvidable– en todos los aspectos, empezando por el coste de vidas, los encarcelamientos, las torturas, los exilios, las hambres, las miserias, las incautaciones... y el retroceso que todo eso significó en otras cuestiones como la ciencia o la cultura, no concluyeron aquel día y, dado que nunca se hizo justicia, me atrevo a decir, que ni siquiera ha terminado medio siglo después. Que se lo pregunten a quienes tienen familiares en fosas o a quienes empiezan a entender qué pasaba en los hogares de sus abuelos.

Pensábamos en aquellos días que “el equipo médico habitual” no iba a certificar la muerte de Franco hasta, justamente, esa fecha, para hacerla coincidir con la del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, el declarado “mártir” de la “cruzada”. Y así fue. Quizá, según sus creencias, dios se los llevó a su seno para que celebraran juntos su ingreso en la gloria.

Y aquí nos quedó un reguero de viejas camisas azules, de cruces de Borgoña y boinas rojas, de curas con faldas largas, pero miras muy cortas, de amarillentos mapas de un supuesto imperio. La crónica de la historia convertida en relato y un sinfín de mentiras que no se lavan por mucha agua de pantano que se les eche. Desastrosos planes de subdesarrollo y una corrupción sistémica que nunca fue juzgada. Pero, sobre todo, esa extraña sensación de que todo quedó atado y bien atado. El franquismo acecha desde formaciones políticas, fundaciones facciosas, escaños, tribunales y púlpitos, desde las páginas de tabloides y redes sociales, desde cuentas en paraísos fiscales porque, en realidad, esto de lo que va, es del poder y de hacer caja con España.

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