Homo diluvii testis

17 de agosto 2025 - 03:08

Apesar de los modernos avances tecnológicos y de una cada vez más profunda comprensión de los fenómenos tanto macro como microscópicos, todavía son muchas las personas que creen que Dios utiliza las catástrofes naturales para castigar a los seres humanos. Para ello, se apoyan en dos verdades que se exponen en la Biblia.

La primera es que Jehová es el Creador y por tanto tiene poder y autoridad para controlar las fuerzas naturales de la Tierra. La segunda es que sus acciones son siempre consecuentes con sus principios. Un ejemplo paradigmático del desencadenamiento de calamidades como consecuencia del pecado es el Diluvio Universal y encontrar “evidencias científicas” de tal suceso ha sido una tarea habitual a la que se entregaron los más eminentes investigadores (cristianos).

En 1725, en una cantera cerca del lago Constanza (Alemania), el médico y naturalista suizo Johann Jakob Scheuchzer encontró un ejemplar fósil que describió como Homo diluvii testis (hombre testigo del diluvio), creyendo que se trataba de “parte del lúgubre esqueleto de un antiguo pecador ahogado en el diluvio”. Los huesos se usaron como prueba del suceso bíblico y su descubridor afirmó saber lo que había ocurrido: “La mano de Dios detuvo la rotación del planeta y los mares inundaron la tierra” y animaba a los que se mostraban escépticos hacia el relato del Génesis a “acudir para comprobarlo […] y los fósiles os darán testimonio”.

Muchos fueron y quedaron convencidos y no fue hasta cerca de un siglo después que el anatomista Georges Cuvier demostró que el hombre del diluvio era una salamandra petrificada y no un pecador ahogado. Aunque la idea de que los ríos, los mares y el propio terreno podían elevarse, descender y retorcerse transformaron la geología, resultaba difícil resistirse a la idea del desastre como reprimenda divina. En su Sermón sobre las causas y los remedios de los terremotos el reverendo John Wesley afirmaba que estos temblores no empezaron hasta que la serpiente nos amargó a todos la vida: “Antes del pecado de Adán no se agitaban las entrañas del planeta… todo era inamovible como los pilares del cielo”. Por si acaso y ante la profusión de incendios y tsunamis, recemos para que Dios no se siga rebotando.

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