Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
La g con la e...”. Así podía empezar cualquier clase de parvulitos en mi muy lejana infancia. “Ge”, contestaríamos todos al unísono, como correspondía a una clase de aspirantes a personas.
Y así parece que tenemos que hablar con tantos y tantos que hoy día no terminan de romper a razonar y desprecian los fundamentos más elementales del intelecto.
“Ge”, como el principio de “genocidio”, esa palabra que a muchos les cuesta pronunciar para describir lo que un estado asesino está haciendo con un pueblo indefenso. Sacamos todo tipo de excusas que no soportan el más mínimo análisis y torcemos todas las palabras para eliminar la salvajada que perpetran unos malnacidos amparados por un dinero inagotable, que compra medios, voluntades, políticos y excrementos humanos en general.
¿Y cuál es el error de los demás? Es sencillo, intentar razonar con estos carroñeros. ¿O es que acaso creemos que no saben qué atrocidades están cometiendo? No es cuestión de mostrarles su error sino de impedir que sigan matando y robando a voluntad.
Siempre me sorprendió la pasividad del ser humano ante el genocidio. Ha pasado muchas veces; en el antiguo Congo belga, en Turquía con los armenios, el genocidio franquista, el genocidio nazi...tristemente hay demasiados ejemplos al respecto.
Y luego tenemos menudencias como las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, absolutamente innecesarias y que parece a estas alturas que fueron un gesto de paz más que un exterminio de población civil.
Pero todos lo fueron sin el conocimiento en vivo, en directo, como se está teniendo hoy con Israel y la población civil de Palestina, y me niego a seguir explicando lo que está perfectamente definido, explicado y condenado.
Y contemplar como algunos políticos, periodistas y opinadores en general defienden hasta el exterminio de los niños, y luego lo niegan cuando se les muestran las pruebas... es revelador de la naturaleza de muchos.
El gran Isaac Asimov, judío por cierto, en su libro sobre la Historia de Canaán definía al Dios del Antiguo Testamento que reivindica hoy el estado de Israel como “un antiguo y sanguinario dios semita”. Por favor, por el bien de los restos de humanidad que aún queden en nuestras almas ¡demostrémosle que estaba equivocado!
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