Brindis al sol
Alberto González Troyano
Teoría del regalo
Con una población muy envejecida y una tasa de natalidad alarmantemente baja, Europa se va a enfrentar a un enorme reto demográfico en un futuro muy próximo. Para solucionarlo y garantizar el estado de bienestar actual, necesita a la inmigración.
De acuerdo con los datos de Eurostat, solamente los irlandeses y los chipriotas tienen una población relativamente joven (con una media de edad inferior a los 40 años). La cifra de población inmigrante que se necesita varía según el organismo que realiza el análisis poblacional, pero en todo caso es muy alta (72,7 millones de trabajadores se necesitan según el Centro Wittgenstein para la Demografía y el Capital Humano Global, y 60,8 millones según la ONU).
Pero, dicho lo anterior, que es una realidad que nadie discute salvo algunos fanáticos exaltados desconectados de la realidad, hay que matizar que me estoy refiriendo a una inmigración regular, planificada, consensuada y que llegue a Europa llamando a la puerta en los puestos fronterizos. Por supuesto, no me refiero a los que llegan a tu casa entrando por el patio de atrás o violentando la puerta de entrada, sin el permiso y el consentimiento del morador de la vivienda.
Para la inmigración regular, más allá de una mala planificación por parte de la Unión Europea, cada vez más burocratizada, con algunos países que demuestran una clara insolidaridad con la idea y valores de esta, existen mecanismos eficaces para controlar esos puestos fronterizos y canalizar los flujos de inmigrantes. La Agencia Europea de Fronteras, la implantación de fronteras inteligentes, la formación de los policías de fronteras, el material técnico usado en las mismas, etc. son un claro ejemplo de esa eficacia para el control de los flujos de inmigrantes regulares.
En la gestión del segundo tipo de inmigración, la irregular, la Unión Europea ha tenido hasta la fecha un rotundo fracaso: unas veces por no saber gestionar los flujos, otras por desacuerdo entre sus miembros en la forma de hacerlo, y otras por no poder realizarlo.
Ejemplo de ese fracaso en la gestión de estos flujos de inmigrantes irregulares lo tenemos en Canarias, donde, desde principios de año hasta el 30 de septiembre han llegado 14.976, un 19,8% más que en el mismo periodo del año anterior. Esta cifra, en lo que llevamos del mes de octubre, se ha incrementado alarmantemente, hasta el punto de convertir a la pequeña isla de El Hierro en "la Lampedusa española", creando una situación de emergencia total, donde los servicios sociales, sanitarios, de salvamento marítimo y de seguridad están colapsados.
En el origen de la reactivación de la llamada “Vía Canaria” está la convulsa situación política y que atraviesa el Senegal, donde el líder de la oposición, Ousmane Sonko, fue encarcelado por el gobierno ante la perspectiva de una probable victoria electoral de este en las urnas. La situación social es otro factor coadyuvante que favorece el éxodo, pues la crisis económica que atraviesa el país es determinante para que los más jóvenes fuertes, entre 20 y 30 años, ante la falta de perspectivas de futuro se jueguen la vida en frágiles cayucos para recorrer los más de 1.300 kilómetros que separan las costas de Senegal de las Islas Canarias.
Pero la inmigración irregular no solo proviene de Senegal. La convulsa situación geopolítica que atraviesa el Sahel, y sobre todo el auge del terrorismo yihadista en esa zona de tanta importancia estratégica para Europa, diversifica la procedencia de los migrantes.
En el análisis del fracaso de la Unión Europea en esa gestión hay que preguntarse ¿Tiene la Unión Europea mecanismos para garantizar el control de las fronteras exteriores?, ¿puede impedir que los que pretendan entrar irregularmente violentando la puerta de entrada lo consigan? La respuesta es rotunda: no. Entonces, ¿Cómo se pueden gestionar esos flujos irregulares? La respuesta es compleja, y se debe huir de cualquier análisis simplista de la misma. Pero, baste decir que todo pasa por solucionar los problemas en el origen de esos flujos. Y es ahí donde algunos miembros del club europeo hacen el avestruz o se miran el ombligo.
El Consejo Europeo estableció el 20 de junio de 2019 la Agenda Estratégica europea 2019-2024 para orientar los trabajos de las instituciones de la UE durante ese periodo. Como dice en su preámbulo, “en los últimos años, el mundo se ha vuelto cada vez más inestable, complejo y rápidamente mudable. Ello crea a un tiempo oportunidades y retos”. Esa Agenda Estratégica se centra en cuatro prioridades, siendo la primera la de proteger a los ciudadanos y las libertades. En esa primera prioridad se dice textualmente: “Debemos garantizar la integridad de nuestro territorio. Hemos de saber quién accede al territorio de la UE y ser nosotros quienes decidamos dicho acceso. El control efectivo de las fronteras exteriores es condición previa indispensable para garantizar la seguridad, mantener el orden público y velar por el funcionamiento adecuado de las políticas de la UE, en consonancia con nuestros principios y valores. Estamos resueltos a seguir desarrollando una política migratoria global realmente eficaz”.
A esto era a lo que me refería cuando decía que la UE está cada vez más burocratizada, pues siendo conocedora del problema, no se ponen sus miembros manos a la obra para adoptar una solución. Conocen el problema, y seguramente las soluciones. Pero, aunque nos pese a los españoles, la UE no es Fuenteovejuna.
En la Declaración de Granada, adoptada por los jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea en la reunión informal celebrada el 6 de octubre, en el marco de la Presidencia española del Consejo de la UE, Hungría y Polonia bloquearon las cuestiones relacionadas con la inmigración. Además de tensionar la cumbre de líderes de la UE, estos países, con la complicidad de algún otro Estado de UE, impidieron explicitar en la declaración conjunta la necesidad de promover acuerdos económicos con países de origen y tránsito para reducir las llegadas irregulares.
Para salvar el fracaso de la Declaración de Granada, la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen, dijo que “la migración es un tema crucial” y que “hay que invertir en los países de origen. Los inmigrantes son importantes, los necesitamos. Los que llegan de forma ilegal son los que presentan el mayor desafío, puesto que son la mercancía de los delincuentes y traficantes de personas”.
Mientras tanto, el control de nuestras fronteras exteriores solo cuenta como herramientas ¿eficaces? el SIVE, las patrullas de la Guardia Civil y Salvamento Marítimo. Pido perdón por la ironía.
Actualmente la situación del sistema SIVE en Lanzarote, desde el que se controlan las costas de las Islas Canarias, lo conforman cinco radares desplegados en puntos estratégicos como Faro Pechiguera, Montaña Mina, Haría, Puerto del Carmen y Costa Teguise, a los que en un futuro se sumará el que está previsto instalar en el Mirador de Guinate. Según fuentes de seguridad, solamente el radar de Faro Pechiguera funciona a pleno rendimiento, mientras que los restantes tienen problemas de operatividad, o apenas entran en funcionamiento.
El SIVE es una herramienta realmente eficaz en la lucha contra el narcotráfico y también lo es para detectar una posible incursión hostil en nuestras costas. Pero, sigo insistiendo en la pregunta sobre su efectividad para controlar los flujos de inmigración irregulares. Con respecto a estos flujos, este sistema es valiosísimo para salvar vidas, avisando a las patrulleras de la Guardia Civil y a Salvamento Marítimo para acudir en ayuda de esas frágiles embarcaciones. Pero ¿es eficaz para controlar o impedir la entrada de la inmigración irregular?, ¿puede impedir esa entrada por la puerta de atrás en nuestra casa?
Es cierto es que estos inmigrantes arriesgan su vida en la larga travesía, y aunque llegan mujeres y niños en esos flujos irregulares, mayoritariamente son jóvenes de entre 20 y 30 años. La imágenes que más se comentan en las redes sociales son aquellas que muestran jóvenes con teléfonos de última generación, de los cuales hacen uso nada más llegar a nuestras costas. Un hecho preocupante es la posibilidad de que entre los ocupantes de los cayucos se infiltren elementos terroristas, y aunque las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hacen todo lo posible por detectarlos, estos se encuentran totalmente colapsados actuando en labores humanitarias.
Y estamos hablando de Canarias, donde los cayucos recorren más de 1.300 kilómetros para alcanzar nuestras costas. ¿Qué pasaría si Marruecos dejara de colaborar en el control de sus fronteras? De forma puntual, a veces lo ha hecho.
Si los flujos migratorios irregulares encuentran en su lugar de procedencia sus principales razones para existir, Europa no debe olvidar que estos flujos también aprovechan las situaciones de inestabilidad en el lugar de llegada, como está ocurriendo actualmente.
Tampoco debe olvidar Europa, principalmente los países insolidarios con la inmigración y aquellos otros que se miran el ombligo, que España no está controlando sus propias fronteras, sino las de la Unión Europea.
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