
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tiempo roto
Ir detrás de la realidad tiene coste, y nuestro presidente del Gobierno no está exento, y lo sabe. De ahí su rictus en la rueda de prensa inmediatamente posterior al informe de la UCO. No hay más que ver las figuras e imágenes de José Luis Ábalos y Santos Cerdán, más Koldo García.?Es imposible que el presidente del Gobierno no supiera lo que hacían sus dos números 3, ambos encausados en el Supremo.
La realidad es implacable en los detalles, que, por cierto, suelen escaparse al común de los mortales, y con ello cuenta Sánchez. Pero esta vez la flauta no funcionará. Las razones son las siguientes: La flauta no sonará porque no es creíble el discurso altisonante, poniendo la mano en el fuego hace dos días en el Parlamento, y pedir perdón en 24 horas. Es sencillamente inverosímil.
No funcionará porque una cosa es que Cerdán acepte una dimisión solicitada por el presidente y otra que sea destituido de forma fulminante. Las razones solo pueden ser dos, y ninguna favorable para Sánchez: o es tibio por naturaleza, o simplemente está chantajeado. A estas alturas cuesta creer la segunda opción, pero no sería descartable, porque los portes del trío siciliano no invitan a descartar dicha posibilidad. El rictus de Sánchez en la rueda de prensa es ciertamente grave, aunque, a estas alturas, y conociendo al presidente, tampoco extrañaría mucho que esté interpretando un papel.
La flauta no sonará porque los socios de gobierno no aceptarán cobijarse bajo un paraguas anegado de corrupción que les salpica de forma directa.
La flauta no funcionará porque el momento en que todo estalla coincide con un momento especialmente delicado, en el que algunos poderes del Estado (especialmente parte del judicial) se rebelan, para evitar que la soberanía popular pase al Parlamento, siendo este un movimiento previo para convertir la democracia en otra cosa distinta.
No funcionará porque hay casos judiciales colaterales y abiertos que afectan al presidente del Gobierno y a parte de su entorno familiar más directo (su esposa) e institucional (imputado el fiscal general del Estado), nada menos que por el Tribunal Supremo.
Sánchez tiene una gran capacidad de resistencia, sí, pero no sería descabellado pensar que estamos ante el fin del sanchismo, porque la imagen del Peugeot con el trío calavera es ya un icono insuperable.
Pedir perdón arrastrando la voz no funciona en España. Lo vimos con el rey emérito tras cazar elefantes. Sánchez ha sido cazado esta vez. Lo que no sabemos es el color del gato, como diría Felipe González.
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