Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
La Transición española tuvo un poco de todo, entre ilusiones, emociones y chascos. Para buena parte de la ciudadanía, que el país entrara en la OTAN se incluía en el capítulo de las decepciones, aunque aquel discreto presidente llamado Calvo Sotelo (UCD, sustituto de Adolfo Suárez tras el golpe de Tejero) tenía claro que era un requisito para la incorporación al Mercado Común Europeo. Frente al idealismo pacifista de la mayoría.
Felipe González jugó a hacerse el iluso en esta cuestión y arrasó en las elecciones de 1982, superando los 10 millones de votos por vez primera en nuestra historia. Durante la campaña electoral, enarboló el lema “OTAN: de entrada, no”, asumiendo el compromiso de apoyar la salida de la alianza mediante un referéndum si llegaba al ejecutivo de la nación.
Habiéndose logrado la entrada de España en la CEE, en 1986, llegó el momento de cumplir el compromiso adoptado, aunque el baño de realidad del desempeño de las tareas de gobierno hizo que González cambiara radicalmente de postura. Entonces tocó defender que España siguiera en la OTAN, con la condición de no incorporarse a la estructura militar. No parecía tener mucho sentido ser parte de una alianza militar y no estar sentados donde se decide quién, cómo y cuándo actuar. Todo ello muy hispano. Por supuesto, Alianza Popular no lo apoyó, aun estando a favor de la permanencia, lo que ayudó a que en el referéndum ganase el sí a la OTAN.
Dos detalles sobre lo incomprensible del PSOE de aquellos tiempos: el giro de la opinión del partido supuso la dimisión del ministro de Exteriores, Fernando Morán, en desacuerdo con él; y, en 1995, el socialista Javier Solana fue nombrado secretario general de la alianza. Bajo su mando, y sin autorización del Parlamento de España, F18 españoles entraron en combate contra objetivos militares serbios en Bosnia.
Ahora andan liados sobre cuánto aportar al asunto de la defensa europea cuando el empresario Trump, metido a presidente, dice que, el que quiera defenderse, que compre armamento yanqui. Hasta el 5% del PIB europeo, quizás 510.000 millones de euros al año. En los activos de España parece que no cuenta el uso que hace de las bases de Rota y Morón cada vez que lo necesita. Más vale desarrollar una industria de defensa europea al 100%.
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