Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sentido común
Esta semana nos ha dejado el mejor vecino de San Enrique de Guadiaro y una persona que marcó el devenir de las poblaciones del Valle del Guadiaro: Juan José Guillén Díaz, más conocido como Murillo. Además de una gran persona, fue edil del PSOE y teniente de alcalde, puesto donde se convirtió en un actor clave para la adquisición de los terrenos del actual centro de salud Rafael Jurado Calvo y los terrenos del recinto ferial de San Enrique de Guadiaro.
Murillo se caracterizaba por su buen humor, el sempiterno bigote y la cercanía a la gente. El regidor fue un hombre a la altura de su tiempo y rara vez no sonreía. Desde la Vegueta, como se conoce a su casa, ayudó de forma altruista con el papeleo a una población que tenía una raíz agraria y salía entonces de la economía de posguerra, con una alta tasa de analfabetismo y migrantes en el norte de Europa.
Entre chiste y chiste, era capaz de dar la cara por la actuación municipal sin rehuir las quejas vecinales, incluso mientras esperaba a ser atendido en el médico, como fue en mi caso. Las dos últimas veces que hablé con él fueron sobre dos temas que lo definen: argumentando sobre el potencial de las infraestructuras del pueblo, en referencia a la posible ampliación del centro de salud, y aconsejándome sobre la compra de vehículos en portales baratos. También recuerdo cuando, en mi niñez, los padres del pueblo le exigían un campo de fútbol, proyecto que acabó lográndose con el tiempo.
Sirvan estas líneas para pedir un último gesto, simbólico pero importante: un recuerdo eterno en el espacio urbano. El callejero de la pedanía sanroqueña se caracteriza por su toponimia socioeconómica: avenida de la Cooperativa, calles con nombres de frutas por su vínculo al campo (Las Naranjas, Las Manzanas…) y la famosa Cañada Real. Los únicos emplazamientos con nombre y apellidos son el centro médico, la calle Cayetana Rojas —en honor a la querida ciudadana sanenriqueña— y la plaza José Miguel Domínguez Maikel, en honor al joven baloncestista fallecido. El principal valedor de la zona merece que el recinto ferial, la plaza frente a su casa o el futuro puente peatonal que unirá las poblaciones de San Enrique y Guadiaro reciban su nombre. Descansa en paz, Murillo.
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