La democracia de Sánchez

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06 de julio 2025 - 03:07

El pasado 18 de junio, el presidente Sánchez publicó un tuit en el que, como señala Juan Soto Ivars, cabe todo el pensamiento sanchista. Dice en él: “Sentimos un enorme respeto por los ciudadanos, por ello NO vamos a entregar el Gobierno a la oposición más inútil, tóxica y divisiva de nuestra historia”. Breve, pero muy clarificador. Interpretémoslo con lógica precisa. El respeto que proclama sentir por los ciudadanos es tanto que no va a permitir que voten, ya que las encuestas anuncian que podrían entregarle el Gobierno a sus adversarios. Esto es, como razona el propio Soto Ivars, tal “respeto” y el sector de la ciudadanía al que lo dirige, incluye sólo a sus correligionarios, al rimero de sus socios parlamentarios –todos, o casi, embutidos en un desprecio patológico a lo español– y, en el caso de Sumar y de Podemos, a dos grupúsculos absortos en una pura y dura lucha de sillas. Los otros, los que previsiblemente no le votarán, no son ciudadanos, sino una masa rabiosa que ansía expulsarlo de su trono.

A estos últimos les adjudica tres adjetivos, según su criterio adecuados a tan aborrecible gentuza: son tóxicos, inútiles y divisivos. Tóxicos en cuanto que si desean votar es para no votar bien o, lo que es lo mismo, para no votarle a él, Esta actitud antisanchista corrompe la democracia. Para eso está el presidente, para salvarnos de semejantes fieras. Son, además, inútiles, no le permiten perpetuarse en el poder. Tiene Sánchez una larga lista de defenestrados, o en trance de serlo, por inútiles (varios cientos de cargos del partido, la UCO que investiga sus vergüenzas, el Poder Judicial que no se somete a sus directrices, los medios de comunicación inservibles o cuantas personas u órganos abochornen sus caprichos). Divisivos, por último, en la medida que alientan una pluralidad que él odia. De ahí su precoz afán por construir un muro, hoy, por fortuna, cada vez menos aislante. Adora la unidad, lo que llama “la ausencia de división”, es decir, de oposición. Diríase que aspira a una especie de democracia orgánica, modelo que algunos conocimos, en el que bajo ningún concepto se amenaza tal unidad del poder.

Ojalá que el pueblo, si quiere y le dejan, o el partido socialista, sea por lealtad a sus principios o por mera supervivencia, aborten tan peligrosa deriva.

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