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Uno de los nuestros tiene un sentido noble en Lord Jim y uno siniestro en el título español de la película de Scorsese. En la grandiosa novela de Joseph Conrad –de cuya publicación se cumplirán el próximo octubre 125 años– esa pertenencia a un grupo alude a la ética y al valor personal que exigen que una tripulación abandone el barco en peligro solo después de haber evacuado a los pasajeros. Conrad lo deja claro desde su prefacio, en el que aclara que se ha inspirado en una persona real: “Una mañana soleada, en los vulgares contornos de un ancladero del este, vi pasar su figura, atrayente, significativa, bajo una nube, totalmente silenciosa. Y así tiene que ser. A mi me correspondía, con toda la simpatía de que era capaz, buscar palabras adecuadas para su significación. Era uno de los nuestros”.
Una expresión que a lo largo de la novela repetirá Marlow, el narrador, preguntándose por qué quien compartía con él y con todos los caballeros del mar ese carácter y esa ética pudo hacer lo que hizo, lo peor: abandonar, junto a una tripulación de canallas que nada tenían que ver con él, un barco a punto de hundirse, dejando abandonados a su suerte a cientos de peregrinos que viajaban a la Meca. ¿Cómo uno de los nuestros pudo hacer tal cosa? Jim da su propia respuesta, esta sí propia de uno de los nuestros: ser consciente de la magnitud de su culpa, no perdonarse, huir constantemente de “los suyos” hasta inmolarse tras haber fracasado en su único intento de redención.
En la película de Scorsese Uno de los nuestros, su título original, Goodfellas (según Oxford Reference: “Un gángster, especialmente un miembro de la mafia; término popularizado por la película de Scorsese”) priva al protagonista de la exigente nobleza que la expresión tiene en la obra de Conrad al aplicarse al mundo de la mafia. Es otra forma de pertenencia, por supuesto, que también implica obligaciones y lealtades. Pero muy distintas de las que se corresponden a la imagen que un respetable marino británico tenía de sí mismo, al código de honor que debía respetar sobre todo en situaciones extremas.
Me pregunto estos días qué sentido tendría “uno de los nuestros” si se aplicara al funcionamiento interno de un partido político, si el de Conrad o el de Scorsese. Y la respuesta es perturbadora.
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