La censura de los necios

25 de octubre 2025 - 03:05

Yo, filólogo de mí, siempre he querido ser un malote y me siento ahora un peligroso delincuente desde la perspectiva del país de las hamburguesas y el Gran Cheeto. En su afán de luchar por las libertades, han decidido que leer es caca, sobre todo si se trata de autores de la agenda progre y woke, que yo pensaba que era algo de los bufés chinos, pero por lo visto no. Y ahora ya no sólo ensayos o estudios científicos, sino que comic y literatura en general les parecen peligrosos y corruptores de la moral imperante, esa de barras, estrellas y lo que diga el señorito. Porque al final es un poquito como en provincias, donde todo es adoctrinamiento menos meter una cabra en clase y un penitente en casa. Y además es una dictadura porque no se puede decir nada en los medios públicos, aunque se diga desde los medios públicos. Algo así como la dictadura de Schrodinger pero con alzacuellos y pulseritas.

Según la Asociación estadounidense de bibliotecas, en 2020 fueron “cancelados” 300 libros. En 2023 ya eran 9.000, escalofriante progresión geométrica. Por eso, ahora que han estigmatizado Cien años de soledad, toca intentar entender qué me he perdido para no ver ahí merma en los valores tradicionales. Igual que con el gran Murakami, ¿qué hay de malo en un poco de jazz, bourbon y realismo mágico en el Japón contemporáneo? ¿El Diario de Ana Frank? Demasiado explícito, los nazis no fueron tan malos al fin y ella no estaría tan mal cuando tenía hasta inclinaciones sexuales. Uy, he dicho una palabra prohibida, lo siento.

O que ya no se pueda hablar de esclavitud porque, como en todos los abusos, hay que equilibrar y tan malos eran los racistas como los negros. Y además “ellos” (ya tampoco les gusta decir “negros” y ni siquiera “gente no translúcida”) prosperaron como nunca siendo esclavizados y se beneficiaron de la riqueza de los EEUU creciendo moralmente, que eso siempre viste mucho. Porque ¿qué van a pensar esos pobres niños blancos marginados, que sus abuelos eran racistas explotadores? Quita, quita...

Y como en alguna obra aparezca algo que huela a sexualidad diferente... ¡peligro de volvernos homosexuales! Así que fuera también. En definitiva... ¡cuidado conmigo que tengo un libro y está cargado, que estoy muuuu loco, oiga!

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