Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
No hay una sola constitución escrita que no haya nacido en plena crisis nacional por muy nimia que podamos considerar que esta fuera. Unas, con la estadounidense a la cabeza, surgieron de un proceso de independencia. Aquel revolucionario y otros, con posterioridad, más o menos pactados, aunque rara vez de modo totalmente pacífico. Las hubo que fueron necesarias para dar solución a una crisis profunda tras el colapso del modelo anterior, como el que debió afrontar el general De Gaulle para dar a luz la V República y superar la Crisis de Mayo de 1958. Y por último, como ocurrió en España durante la Transición y en algunos países del Este de Europa tras la caída del Muro de Berlín, porque se redactaron, haciendo camino al andar, con la vista puesta en alcanzar la ansiada democracia tras el fin de una larga dictadura.
Ninguno de esos momentos históricos fue fácil para quienes los vivieron. Todas las crisis conllevan cambios profundos y de consecuencias importantes para cualquier sociedad y por ende, para el propio país. Todas las constituciones españolas nacieron entre tensiones políticas, turbulencias sociales y, casi siempre, crisis institucionales y económicas a las que se buscaba solución, las más de las veces imponiendo un modelo social y político y sólo en 1978, y quizá en las de 1876 y Cádiz, buscando un espacio común de convivencia en el que no se dejara fuera a nadie. El debate constitucional de 1978 exigía aunar voluntades, cerrar heridas más o menos profundas, reparar innumerables daños, aprender a convivir y saber renunciar y ceder para conseguir los propios objetivos. Do ut des. Es difícil obtener lo imprescindible sin desprenderse de lo innecesario e imposible conseguir lo sustancial sin rehusar lo accesorio. Y es muestra de generosidad negociar y no imponer. Por todo ello, no fue un proceso sencillo sino azaroso, dificultoso y arduo.
Sin embargo, casi medio siglo después y desde la comodidad de nuestra realidad, son muchos los que en lugar de proponer las reformas necesarias para adaptar el texto a las necesidades actuales, se centran, desde sus atalayas ideológicas, en proclamar vicios de origen y graves errores de los constituyentes, sin pararse a pensar un instante en qué amenazas hubo que superar y cómo se construyó la democracia. Creen que ellos lo hubieran hecho, no ya mejor, sino a la perfección. Y es que es muy fácil hacerse millonario al Monopoly.
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