
Crónica personal
Pilar Cernuda
Sánchez se niega a aceptar la realidad
"No he podido pegar ojo con el bucherío que me retumbaba en las sienes como una partida de meblis en el Aristón. Las pavanas no me han dejado dormir y luego la dichosa caldereta… toda la noche mirando al silin con dolor en el cuello del dichoso cuchin hasta que tuve que cambiar de banda. A estas horas tengo la cabeza hecha un pastiso, me asomo y apenas veo la focona al otro lado del marchapié por culpa del taró; de los roqueis, ni te cuento, el monte otra vez con la montera. Tengo que tomar algo: pongo la tipa y corto dos rodajas de quequi que saco del pudinpé: un capotín siempre entona; saco los cuécaros, pero son concli. Mejor algo salado: carne combí, panchuchi con chopepor, un poquito de bequi y un buche de chinchibía, ya estoy harto de queso de la chistera y de craques untadas con manteca del pato. Tengo por delante un día con ovatain. Rebusco en el hato de ropa que hay junto al tablero de tripley: debajo del moningó encuentro un niqui arrugado que no parece de nailon, mejor el yampa de color yinya que combina bien con el traje pichigüey, no me vayan a confundir con un palomo. Hoy tengo que ir de pan mascao, no voy a parecer un menda con escuta que no tiene ni para el dinero vuelto; menos mal que mi madre, con su manía de hacer yersis de nitin, me tiene más que servido. No digo ni adiós. Hoy tengo que estar al luquindoy, no vaya a perder el charaván antes de que encienda las blincas; hay que pillar sin falta el Margarita o el Aline temprano. En la puerta me espera el woqui de la pompa con un cante a portas… no me paro a hablar con él, no tengo ganas de argumentos. Unos niños juegan a cavalín mientras otro canta el plon; por esta calle no hay quien pase, ponen todo el suelo lleno de chinguas y papelillos pegados que no hay mó que los quite; que jartera de liquirbás, rolipós y comicás, ya podían hacer algo de provecho. No digo que estén con nanis malajes, que eso cuesta mucho moni, ni que vayan a los cristibradas, pero cuando veo esto, me entra el güindi y me dan ganas de comprar un boleto en la positiva o irme de gira aunque sea con unos tenis viejos".
Esto que acaban de leer es un simple juego, un breve relato sin más interés que la utilización de numerosas palabras usuales en la Bahía en tiempos en que muchas eran hijas de un territorio de verjas y foconas, contactos y roces, infleitas y estraperlo. La mayoría no tienen ahora uso, pero lo tuvieron cuando el Margarita y el Aline eran algo más que recursos narrativos.
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